Toda competencia suele tener momentos clave, capaces de oficiar como quiebre, como punto de partida hacia el ideal. Central hoy es poseedor de algunos elementos que, inexorablemente, tienen que servir como plataforma. El triunfo es uno de ellos. Pero el hecho de haber mejorado el funcionamiento tiene un condimento especial. Nada de esto tiene que conformar. Por el contrario, debe tomarse como base para el crecimiento. Ya demostrable mañana ante Huracán. Y así sucesivamente. Russo focalizó su análisis en la "semana más de trabajo" que tuvo con el grupo (varios futbolistas se expresaron en el mismo sentido). Lo concreto es que a partir de ahí es donde el grupo debe comenzar a solidificarse como equipo, siempre entendiendo que la carrera es larga. Demasiado larga.
Aquella opaca puesta en escena contra Sarmiento había entregado el claro indicio de que era difícil jugar peor que eso. Y con esa pesada mochila llegó el segundo partido, bajo un montón de cuestionamientos. Lógicos por cierto.
Hoy el Canalla soltó lastre. Mejoró notoriamente desde el juego, lo que le permitió transitar un partido difícil con otros ojos. También con otro semblante. ¿Es esto a todo lo que debe aspirar el equipo? No. Porque cada encuentro será una historia diferente, pero la sensación de mejoría hoy es un escudo.
Hasta que los músculos no se sientan a gusto con el juego y se conjuguen con las directivas que parten desde la cabeza, aquella frase de Russo de que "sería un error pensar en que vamos a arrancar el torneo al ciento por ciento" tendrá valor. Por eso se resalta la mejoría de un partido a otro. De sentir y ver traducido en acciones que las cosas se van acomodando de acuerdo a lo estipulado en la previa.
En el análisis podrán entrar ciertos aspectos como el cambio de esquema para jugar de visitante, una posibilidad que el técnico tenía en mente desde el mismo momento en que le fue ofrecido el cargo y que con el tiempo fue trabajando en cada entrenamiento. No obstante, lo que cambió fue la esencia del juego. Cómo será que ahora de local ese andamiaje táctico se mantendrá.
Sin la desesperación de salir a dar vuelta un resultado como ocurrió en el debut, Central se fue amoldando a las coordenadas del partido e imponiendo, en la medida de sus posibilidades, el ritmo que pretendía. Por eso fueron fructíferas las sociedades que se dieron de tres cuartos hacia adelante, en las que Jesús Méndez, Diego Lagos y José Luis García jugaron un rol preponderante.
Pero el triunfo en sí no es menor. Encontrar la posibilidad de sumar de a tres es a lo que todos apuntan en cada arranque. Central falló en su primer intento, pero sorteó ya esa barrera y desde esa óptica también dio un paso en firme. Claro que nadie se conformará con eso, más teniendo en cuenta que ahora tendrá que rendir examen nuevamente en el Gigante, con la impaciencia de la gente como un elemento ya instalado.
Russo, los jugadores y los hinchas saben que lo ofrecido hasta aquí es sólo una parte de lo que se requiere para que ese objetivo perseguido desde hace ya un par de años se cumpla. Por lo pronto, el equipo se sacó una mochila pesada. Ganó, pero lo hizo elevando el nivel de juego. ¿De ahora en más, qué? Madurar y reafirmar que todos esos avances no son fruto de la casualidad.