Tener a River de rodillas no es cosa de todos los días y Central tuvo al flamante campeón ahí, casi implorando algo de piedad, pero un poco el quedo canalla cuando estaba dos goles arriba, otro poco los movimientos de Gallardo y bastante de la jerarquía del rival fueron los elementos que hicieron que ese partido que el canalla sentía que tenía ya en el bolsillo, batacazo mediante, se fuera con un empate que tuvo mayor relieve teniendo en cuenta que el equipo de Kily jugó más de 15 minutos con uno menos por la expulsión de Ojeda. Era locura, fue mesura. Y estuvo bien.
Frente a tamaña estatura futbolística de River, Central no tenía demasiados caminos para elegir e indudablemente tomó el mejor atajo para maniatar al campeón, al menos en esos primeros 45 minutos en los que los roles parecieron invertirse. Porque Central parecía River, mientras River hacía lo que podía, sufriendo más que jugando. El canalla tuvo contracción al trabajo pero sobre todo inteligencia para jugar y no dejar jugar al flamante campeón del fútbol argentino.
Los primeros rasgos se vieron en la salida del millonario, con Ruben y Marinelli ahí bien cerquita, pero con Vecchio haciéndole sombra a Zuculini. Así fue como River nunca pudo salir cómodo y tuvo que utilizar el arma del pelotazo, generalmente mal resuelto. Pero las intenciones de Central no se remitían sólo a eso, porque había una clara idea de además de presionar, jugar.
¿ERA PENAL PARA ROSARIO CENTRAL? LA JUGADA POLÉMICA EN EL ÁREA DE RIVER
Vecchio administraba con mucho criterio, pero el acompañamiento de Infantino y Lo Celso también era bueno. Ni hablar el trabajo de Ojeda, que de a poco se fue haciendo dueño del medio. Y todo eso sacó rápidamente de foco a un River que de golpe y porrazo pareció olvidarse de lo que era jugar al fútbol. Ese aturdimiento era producto del buen trabajo canalla, que la manejaba bien, con criterio, por el centro y también por las bandas. Claro, a ese claro dominio le hacía falta algo sustancial: las situaciones de gol, que comenzaron a llegar. La primera fue con un cabezazo de Martínez en el segundo palo que se fue alto, después de una gran maniobra individual de Vecchio. River sólo contestó con unamedia vuela de Romero que se desvió en Ojeda, pero fue casi un oasis.
Lejos de bajar la intensidad, Central sentía que el negocio era por ahí y por eso insistió. Marinelli no resolvió de buena manera en el mano a mano con Armani a los 25’, pero dos minutos después llegaría el lujo de la tarde. Blanco vio como Vecchio picaba a espadas de Simón y el 10 tiró un caño, se metió al área y asistió a Ruben. ¿Qué hizo el 9? Definió en un solo movimiento, con un taco. Golazo y explosión gigante en un Gigante exultante.
Echvarría solito se encargó de ensuciar en parte el partido por resistirse a sacar alguna amarilla en River, pero Central, aún con su fastidio jamás cambió el libreto. Y en el final de la primera etapa pudo hacer más daño pero Vecchio no pudo definir en el mano a mano con Armani esa jugada que se inició con un taco de Ruben y que prosiguió con una gran trepada de Ojeda por izquierda.
#TorneoSocios | Fecha 23 | resumen de Rosario Central - River
La respuesta por parte de River fue inmediata al minuto del complemento con un mano a mano de Alvarez contra Romero que el arquero canalla resolvió, pero ese vendaval que se esperaba. Pero Central tenía guardado algo más para darle continuidad a ese buen primer tiempo que había hecho: otro gol. El centro de Blanco por izquierda fue derecho a la cabeza de Ruben y el goleador no perdonó. No había mejor escenario para Central, que tenía todo a favor, el resultado y el juego.
Pero a este River es imposible darle un milímetro de distancia. La única vía que parecía tener el equipo de Gallardo era la pegada desde lejos y así fue como encontró los dos goles, ambos en el pie derecho de Palavecino. Uno a cada palo, pero dos golazos.
Ahí ya era otro partido, que se podía ganar, pero que tranquilamente se podía perder. Y ni hablar luego de la roja que vio Ojeda, con más de 15’ por delante. Definitivamente, Central de tener el partido en bandeja se vio obligado a pensar en no perderlo. Porque si bien es cierto que hubo alguna que otra jugada en la que arrimó peligro, River a esa altura ya no era el equipo timorato de antes.
Y así el canalla hizo que los minutos pasaran, aguantando como podía el resultado de un partido que pintaba para la euforia total, pero que se fue con el sabor amargo de no haber podido sostenerlo. Al final fue un buen negocio.