Por Sergio Faletto
Alan Marinelli se manda por izquierda y desde un ángulo cerrado casi sorprende a Sappa con un remate alto. A los pocos minutos ingresa por derecha y exige al arquero de Patronato a contener en el primer palo. Enseguida queda en otra jugada de frente al arco y el remate se le va muy arriba. Hasta que llegó el minuto 30. Y Fito Rinaudo lo buscó con un pelotazo levemente hacia la izquierda y allí el juvenil superó en velocidad a un defensor y ante la salida apurada del guardavalla la tocó hacia un costado para festejar emocionado. Central gana 1 a 0.
Pero espere. No se vaya. Porque Marinelli hizo más. En el complemento se fuga por derecha y le pega fuerte al arco, Sappa da rebote, y Emiliano Vecchio captura la pelota y convierte el segundo gol. 58 minutos. Central gana 2 a 0.
¿Listo? No. Hay más. Sí. Nuevamente el pibe rosarino fue caprichoso con decisión hacia el arco de Patronato. Le pegó con derecha y Sappa otra vez intercepta. Pero la pelota se enamoró del atacante y Marinelli convirtió otra vez. Central gana 3 a 0.
Y la fecha del 14 de diciembre se grabó a fuego en la historia de este delantero. Y que para alivio de la defensa de Patronato el Kily decidió reemplazarlo a los 75, y ahí sí fue una pena para el chico que no haya habido público para que se fuera con una ovación.
Fue un premio a la perseverancia. Distinción a su confianza. Cualidades que cualquier delantero debe tener para asociarse al gol. Y Alan Marinelli lo sabe.
Después hubo otro gol. Pero en esa ocasión lo hizo Diego Zabala. Que sirvió para coronar una buena actuación. Es cierto que Patronato lució endeble. Pero no invalida en lo más mínimo el 4 a 0 final.
Porque más allá de esta historia individual en torno a Marinelli, hubo un contexto colectivo, en el que tiene sustento el funcionamiento de un equipo que lució distinto.
Porque Central mostró otras formas. Cambió estructura. Modificó táctica. El equipo tuvo mayor profundidad. Y no quedó expuesto. Fue más vertical sin quedar desguarnecido. No necesitó depender tanto de Vecchio para jugar. Encontró en los pases largos un buen recurso para explotar la velocidad de los jóvenes delanteros. Y así desplegó un juego más simple y directo.
También fue eficaz en defensa. Porque los laterales, Blanco y Sangiovani, además de ser un recurso ofensivo con sus proyecciones, fundamentalmente fortalecieron la última línea marcando y conteniendo. Lo que facilitó la cobertura de los espacios de los zagueros y de los volantes, a tal punto que Villagra y Rinaudo tuvieron mayor capacidad de cobertura sin tener que multiplicarse en los relevos.
Esta mejor organización decantó en equilibrio, porque con la dinámica de los jóvenes el equipo se mostró más compensado, correcciones que no son pocas para proyectar la conformación de un conjunto que debe empezar a conformar.
Sin dudas que los pibes crecen. Y en ese contexto es determinante lograr que ellos se desarrollen en un equipo ensamblado. Y para ello es clave darles el espacio y el tiempo necesarios, con la paciencia como condición. Además de la contención de los compañeros de mayor experiencia y oficio.
Central ganó, goleó y gustó. Suficientes elementos para que ahora busque la regularidad para consolidar lo hecho en esta ocasión.