No alcanzó el despido de Pablo Sánchez y el debut de Gustavo Alfaro para que Central encuentre la paz futbolística. Evidentemente las heridas que generó el desafortunado discurso del presidente Horacio Usandizaga, que incluyó insultos y amenazas metafóricas a los jugadores, todavía no cicatrizó en el ánimo del plantel. Por eso anoche Central fue un manojo de nervios y desaciertos, principalmente en la etapa inicial. Por eso hizo casi todo mal y estuvo a voluntad de un Gimnasia ordenado que desnudó defectos alarmantes en todas las líneas auriazules. El Lobo no goleó porque no fue preciso en la estocada final. Sobre el final y con el corazón en la mano el canalla intentó y hasta dispuso de un par de atropelladas para empatar. Pero no hubo remedio a tantos males y desaguisados dentro y fuera de la cancha. La derrota fue por la mínima diferencia y con un gol en contra de Walter Ribonetto, pero tuvo la fuerza de una sentencia firme, lacerante y preocupante. Problemático y febril es el presente de Central.