El retraso del reinicio de la competencia oficial es algo que provoca malestar en todos. Para los futbolistas no hay nada mejor que entrenar durante la semana y el domingo jugar. Esta semana estuvieron frente a los micrófonos el técnico Paolo Montero, Marco Ruben y Damián Musto, entre otros. El común denominador de sus declaraciones, amén del fastidio por la situación reinante, fue que el parate le vino bien a Central para potenciar cuestiones futbolísticas que, al menos hasta aquí, merecen ser machacadas. Si se toman los resultados propiamente dichos de los amistosos disputados (un triunfo, una derrota y cuatro empates) se abona la teoría. Pero, se sabe, en situaciones de este tipo los goles, las victorias y las derrotas suelen ser lo de menos, aunque todo sea producto de la producción futbolística que se exhiba. El test que hubo el jueves en el Gigante contra Atlético de Paraná sirvió para hacer foco en aquellas cuestiones que puedan enmarcarse en la columna del haber pero también las otras, las que ofician de indicadores de que aún hay un camino por recorrer. La generación de juego, la intensidad, el nuevo esquema. Todo forma parte de ese combo que en el cual es necesario hacer foco.
Hoy Central juega distinto a lo que venía mostrando la versión futbolística que comandaba Eduardo Coudet. Los propios protagonistas dan cuenta de ello mencionando que en el medio hay un cambio de esquema, propiciado seguramente por algunas ausencias importantes, como los casos de Giovani Lo Celso y Walter Montoya. Y resultaría una actitud tirana decir que lo de antes era mejor o peor. Sí puede tomarse ese aspecto como el verdadero punto de partida para el análisis de lo que hoy el equipo canalla ofrece futbolísticamente, atendiendo, claro está, a que el nuevo cuerpo técnico tiene apenas un mes de trabajo y que la internalización de los conceptos, pero sobre todo el poder llevarlos a la práctica, lleva su tiempo.
Lo que dejó el amistoso contra Atlético Paraná dejó al descubierto unas cuantas cosas. Una de ellas es que al equipo le falta juego. La generación del mismo carece de la fluidez necesaria como para hacer de Central un equipo agresivo con la pelota en los pies. Sin Lo Celso, un jugador que en el mano a mano en tres cuartos de cancha era capaz de marcar el desequilibrio, todo es más complejo. Es que los intérpretes hoy son otros. Gustavo Colman es de los futbolistas que la entrega siempre redonda, pero que se mueve en un sector del campo de juego demasiado reducido. Y muchas veces ese tránsito seguro pero lento y lejos del arco rival no hace otra cosa que aislar más de la cuenta a los delanteros. Para revertir eso será necesario un trabajo más en conjunto, en el que el acompañamiento y el abastecimiento a los atacantes sea el resultado de un funcionamiento más grupal que individual.
Suele decirse que en el fútbol nunca 2 más 2 es cuatro. Ahora, si la cosa no marcha de la mano de un juego con sostén colectivo y básicamente por el centro, ya sin la figura clara de un enganche, una alternativa viable es la intención de romper líneas por las bandas. Hoy Central tampoco puede, al menos hasta ahora, jactarse de que eso sea un as que tenga bajo la manga. Porque ese andar un tanto más cansino provoca que la progresión en el terreno no goce del vértigo que se venía mostrando. Posiblemente no sea esa la idea. Es más, da toda la impresión que lo que se busca es justamente otra cosa, más allá de las palabras de Montero sobre que la intensidad que tuvo Central hasta hace apenas unos meses es lo que "no se puede perder".
Se insiste, lo de antes no necesariamente debió ser mejor. Sin ir más lejos algunas de las críticas que recibió el proceso de Coudet era justamente sus movimientos alocados, de ir en todo momento, muchas veces sin medir consecuencias. De todas formas era un sello.
Ahora, con el nuevo esquema, eso también cambió. Porque es cierto que se intenta que los centrales defiendan en la mitad de la cancha y muchas veces arriesgando en el mano a mano, pero por el momento es algo a lo que se le puede dar vida sólo de a ratos. Generalmente cuando el equipo tiene la pelota allá arriba, lejos del arco propio. Ahí sí hay un adelantamiento general. Pero basta que el rival recupere el balón para que tanto la defensa como el mediocampo retroceda bastante para parapetarse con dos líneas de cuatro bien establecidas, intentando reducir el margen de maniobra del equipo contrario. Montero lo dijo ya una y otra vez que intentará que el orden defensivo sea algo así como una marca indeleble de lo que pretende.
A lo que hubo el jueves en cancha le falta Marco Ruben, lo que no es poco, y la inserción de quien será el segundo refuerzo. Y no mucho más. De allí la idea de que más allá de los nombres propios lo que hay por delante es un trabajo de fortalecimiento como equipo para disimular ausencias, pero básicamente para comenzar a exponer con mayor claridad algunos de los nuevos postulados futbolísticos que la nueva versión Canalla tendrá para ofrecer.