El Barcelona celebró hoy un título y una goleada reparadora al aplastar 5-0 al Sevilla en la final de la Copa del Rey del fútbol español disputada en el estadio Wanda Metropolitano de Madrid.
Con un doblete de Luis Suárez (14 y 40 minutos) y goles de Lionel Messi (31'), Andrés Iniesta (52') y Coutinho (69', de penal), el club azulgrana alzó el trigésimo trofeo de Copa de su historia y quedó a un paso de cerrar la temporada con un meritorio doblete de títulos.
La conquista de la Liga española, donde manda con una amplia ventaja de 12 puntos sobre el Atlético de Madrid a falta de cinco fechas, sólo es una cuestión de tiempo. La final de Copa, sin embargo, había adquirido un carácter bisagra después de la dolorosa eliminación a manos de la Roma en los cuartos de final de la Liga de Campeones.
Una derrota en la final hubiera profundizado la depresión azulgrana. Un triunfo, y con una actuación como la de hoy, dibuja un panorama bien diferente.
Nada podrá borrar la debacle del Estadio Olímpico romano, donde el Barcelona dejó escapar una ventaja de tres goles, pero la temporada azulgrana adquiere un color distinto con el doblete de títulos. Más si finalmente conquista invicto la Liga. El tono final, claro está, dependerá también de si el archirrival Real Madrid obtiene su tercera Champions consecutiva.
El equipo de Ernesto Valverde exhibió hoy una imagen y una actitud muy diferente al equipo cansino que se vio en Roma y en general en las últimas semanas. Salió al campo con una marcha más, hizo circular el balón a otra velocidad y mostró una contundencia letal. Pero sobre todas las cosas, mostró un hambre voraz.
Así, sin ningún misterio ni suspenso, el Barcelona cerró una jornada de felicidad para sus hinchas, aunque también de cierta nostalgia por el posible adiós de Iniesta, que se retiró con una ovación de pie de todo el estadio, incluidos los sevillistas. Una jornada que, además, dejó una pregunta flotando entre los azulgrana: ߱ué habría pasado si el equipo de Valverde mostraba este fútbol y esta actitud en Roma?