Habrá que acostumbrarse a esta época de vacas flacas. Nunca estuvieron demasiado gordas en los últimos 30 años, pero sí en muchos lapsos bastante mejor alimentadas que ahora. Argentina empató 0 a 0 con Paraguay en el Defensores del Chaco y sumó su primer punto en las eliminatorias. Es lo que hay. Tanto es así que debe considerarse positivo a todas luces el punto. Perder anoche hubiera desestabilizado el proceso, que encima ahora deberá buscar bases sólidas, o puntos de apoyo frente a Brasil y Colombia, los rivales de noviembre.
Se había escrito en la previa que si Argentina podía retemplar su ánimo, lo demás debía caer por decantación. Potencialmente, desde lo futbolístico, es mucho más que Paraguay. Con ausencias estelares y todo. Sin Messi, sin Agüero y sin Biglia, por nombrar titulares que el Tata no negocia, Argentina igual es más que Paraguay.
Ayer, la selección debía dar una prueba de carácter, una materia que tiene pendiente desde hace unos cuantos años. Y en parte la dio, pero sólo parcialmente. Algunos dieron el piné, otros hasta se las ingeniaron para jugar peor que ante Ecuador, lo cual era un verdadero desafío. Parecía imposible que pudiera suceder, pero así fue nomás. Y entonces, la mejoría no fue completa. En cuentagotas. Con un primer tiempo muy aceptable y un segundo bastante desmejorado.
Tras el mazazo del Monumental, era importante no perder, aunque suene a poco para un equipo de semejantes pergaminos y con el excluyente objetivo de clasificar lo más rápido posible a Rusia 2018. Por eso el empate 0 a 0 en el Defensores del Chaco no está mal. Porque a pesar de la mejoría, sobre todo en algunos futbolistas, se nota claramente que el equipo trata de salir de una crisis anímica que lo tiene atado. No son tiempos para tirar manteca al techo. Son momentos bravos que sólo reconstruirán el potencial con pasos cortos. Nada de andar inventando, actuar sobre seguro debe ser el lema. Y ayer, algo de eso pasó.
Un punto sobre seis: mucho menos de lo proyectado, bastante más que lo conseguido ante Ecuador. De a poco habrá que ir asumiendo que no todo lo que reluce con otras camisetas es oro. Salvo que los protagonistas demuestren lo contrario, pero hasta ahora…
El equipo se apoyó en Mascherano, Di María y Tevez. Y con ellos le alcanzó para ser bastante mejor que su rival en el primer tiempo. Debió ganarlo. Pero en el segundo volvió a desenfundar el temerario manual de la apatía en algunos de sus intérpretes y prácticamente lo obligó a Paraguay a salir del nicho que ya había confeccionado cerca de Silva. En realidad, al equipo de Ramón Díaz jamás le quedó incómodo el resultado.
Con Mascherano como nexo, Di María generándole unos cuantos líos a Samudio y Tevez, mucho más lanzador que punta (ver aparte), Argentina puso dos veces a Lavezzi mano a mano con el arquero, pero el Pocho falló. Y en el medio de esas dos, una mala salida del arquero guaraní, derivó en la jugada más clara del partido: Samudio quiso enmendar la macana, pero la embarró. La perdió con Di María y el centro de Angelito lo encontró solo a Tevez, que la cabeceó apenas arriba del travesaño.
Quedó la sensación, y así se comprobó después, que a Argentina se le había pasado el cuarto de hora en esa primera mitad.
En el complemento apareció Pastore en toda su dimensión. Fiel a su temperamento e infiel a su talento, el generador de juego de PSG hizo las mil y una (todas mal claro) hasta que Martino se apiadó de sus compañeros y se los sacó de encima. El aporte de Lamela, su reemplazante, fue muy escaso.
Para entonces Tevez ya había quedado KO por un codazo casual de Cáceres y a Argentina le quedó el contraataque made in Di María.
Lo tuvo Dybala en la última, pero antes Zabaleta le había tapado el gol a Lezcano, Kranevitter a Ortiz y Funes Mori a Cáceres.
Poco y bastante a la vez. Un empate en el Defensores del Chaco no es mucho o sí. Quizás el problema sea suponer que el equipo tiene más de lo que en realidad tiene. Ojalá que no.