Pasó hace una semana en un bar de la zona de los silos. Un chico de unos 12 años que ofrecía pañuelos descartables se acercó a una mujer. Ella al verlo le preguntó en qué lo podía ayudar. “Necesito mil pesos”, le dijo el nene. La mujer lo miró desarmada pero en un segundo, ante la sonrisa del chico, se rieron los dos. El vendedor le dejó dos paquetes de pañuelos. “Dios la bendiga”, le dijo antes de irse.╠
Debajo de ese diálogo amable algo incómodo no me dejó seguir leyendo. Lo normalizado en la escena de un chico en edad de primaria vendiendo pañuelos y la señora que se mostró comprensiva tenía todo de violento. Me vino a la mente la tenacidad de un ejército de personas en los bares, en la peatonal, en los parques, batiéndose para que les compren fibrones, estampitas, llaveros, objetos de mínima salida comercial. Lo impresionante es la voluntad de mantenerse a flote de gente para la cual esta sociedad decidió que no hay lugar. Porque la cuasi mendicidad, la postración, el afuera al que están condenados no es un estado espontáneo. Es el producto de una decisión comunitaria que, con más y con menos, hacemos todos.╠
Pasolini decía que es un milagro que personas privadas de todo apliquen cada día esfuerzos colosales para persistir en las rutinas de los que están integrados. Una hazaña que la frustración, la postergación y la dificultad sistémicas no exploten cada día en un rencor justificado.╠
Las políticas del gobierno nacional habrán arrimado en diciembre a la pobreza al 40 por ciento de los argentinos. En momentos puntuales cosas así dejan de ser una abstracción. La humillación de tolerar lo injusto suele salir de su dominio invisible por un detalle. En Puerto Rico fue un mensaje misógino del gobernador. En Ecuador fue el aumento del combustible. En Chile la suba del subte.╠
Pero debajo del detalle está la distancia astronómica, con su acumulación de atropellos, entre las elites y las mayorías. Una desigualdad que el disimulo ya no enmascara. En Chile es más llamativa porque su régimen económico se vende hace 25 años en los bazares del mundo como la luminaria de un modelo exitoso. Allí antes del precio del metro lo que subió, según el Banco Mundial, son los beneficios al uno por ciento de ricos que concentra el 33 por ciento del ingreso total. Una semana antes de que Santiago ardiera se supo que el presidente Sebastián Piñera evadió impuestos de su mansión durante 30 años. Ayer circuló un audio del diálogo de su esposa con una amiga. “Vamos a tener que disminuir nuestros privilegios y compartir con los demás”, le confesaba.╠
■La transparencia de los privilegios en un contexto de brutal asimetría es el verdadero fuego. En todos lados aparece. En Argentina el presidente impulsó un proyecto de blanqueo de capitales y permitió con un DNU que su hermano repatriara 64 millones de pesos. Su ministro de Hacienda declaró que nunca se hizo un ajuste como el de 2018 sin que cayera el gobierno. Su ministro de Agricultura liquidó cereal almacenado justo antes de la mínima reposición de retenciones. Su ministro de Finanzas cambió sus ahorros en pesos por dólares antes de una devaluación que él y unos pocos conocían.╠
No hay mediaciones, ni en actos ni en palabras. En Chile Piñera echó al ejército a la calle y tarde advirtió que si estaba en guerra era contra los ciudadanos de su país, porque quienes se manifestaban era los desprotegidos y frustrados de su modelo exitoso: los ancianos que en un 80 por ciento cobran pensiones de un sistema privado que están por debajo del sueldo mínimo, pequeños comerciantes, estudiantes y empleados con ingresos del tercer mundo en un país con precios de bienes y servicios del primero.╠
■Con su particular pedagogía, la primera dama chilena explica que la desigualdad pasmosa es, finalmente, un freno a la legitimidad política. Un gran mensaje para Argentina es que equiparar la balanza es la única opción para la gobernabilidad. Si no para, la calle vivirá de fogata en fogata.╠
El mes pasado en un programa de TN estuvo José Nun, un politólogo que investigó la dinámica de exclusión social y sus efectos en Argentina. Nun fue secretario de Cultura de la Nación durante el primer kirchnerismo y se marchó convertido en un opositor. En un panel muy proclive al actual gobierno habló de las hipocresías más endurecidas en la política argentina. “Nos compadecemos de los pobres y prometemos acabar con la pobreza pero no hablamos de la desigualdad”, dijo. “Hablar de la desigualdad exige políticas públicas que modifiquen una matriz impositiva que heredamos de la dictadura militar y que es regresiva profundamente porque en Argentina los pobres pagan proporcionalmente más que los ricos”.╠
Nun dice que el impuesto más progresivo que existe es el impuesto a las ganacias. Sostuvo que si nuestras clases empresariales son tan inclinadas a los modelos primermundistas hay que ver cómo se tributa allí. “En EEUU el impuesto a las ganancias equivale al 14 % del PBI. En nuestro país se recauda ahora mismo el 5 por ciento del PBI y nunca más del 6. Si uno tiene en cuenta la distancia entre 5 y 14 se da cuenta que Argentina podría tener, yendo al 9 o al 10 para no ser tan extremos, 30 mil millones de dólares extra por año. No se habría necesitado ir al FMI”, dijo.╠
Agregó que otro tributo progresivo distorsionado es el inmobiliario rural. “En EEUU, Canadá y Australia equivale al 3 por ciento del PBI. En Argentina equivale al 0,3. Habría que preguntarles a los gobernadores provinciales que hacen con sus latifundistas. A cambio de no tocar esto aumentan exponencialmente el impuesto a los ingresos brutos, que ha pasado de 1 a 5 por ciento. Un impuesto que recae proporcionalmente sobre los pobres. De esto no se habla y da cuenta del 75 por ciento de las recaudaciones provinciales”, indicó.╠
Si nos interesa vivir en un país que no mande a vender pañuelos en la calle a sus nenes, es el momento más oportuno para construir legitimidad en asuntos tan elementales como este. Solamente como primer paso. La alternativa es dejar las cosas como están y vivir en toque de queda.