Señor director de Control Urbano de Rosario: a diario observo con mucho dolor carros con animales sin herrar, sobrecargados, mal alimentados y caminando bajo el golpe del látigo. No creo que la pobreza sea una justificativo para la crueldad. Me acerco a los dueños, les hablo, les advierto sobre la ley que prohíbe el uso del látigo y me expongo a situaciones no agradables. Hablé con usted telefónicamente sobre un caso que me parecía extremo: un petisito tirando de un carro bajo el golpe continuo del látigo que pasa por la calle Callao entre Brown y Güemes de 10 a 10.30. Creí en su palabra de que enviaría un camión o al menos haría una advertencia a su dueño (un adolescente de alrededor de 17 años) y esto no ocurrió. Entiendo que no quieran perjudicarlo, pero se le debe exigir un buen trato a un animal que lo está ayudando a trabajar. Evitar la violencia hacia todo ser vivo es erradicar de raíz la violencia entre los seres humanos. Ghandi enseñaba que el progreso moral de un pueblo se medía por el trato que dan a sus animales. Es responsabilidad de todos, pero quién posee la estructura y la autoridad para esto tiene la obligación de hacer cumplir la ley y de patrullar la ciudad para evitar estos actos de crueldad.