Las papas fritas: una novedad nauseabunda (II). Decíamos ayer que al revés de lo que ocurre con las aceitunas, los sobrantes de papas fritas son rejuntados y servidos nuevamente. No de otro modo se explica, aun cuando la maniobra se ocultara (que no se oculta), el poco atrayente plato de papas fritas destrozadas, hechas pequeños fragmentos, casi molidas, con que se obsequia en casi todos los establecimientos públicos del Rosario a los bebedores. ¿Puede imaginarse el consumidor la infinita variedad de bacterias y microbios depositados en las papas fritas que se le brindan, después de haber sido tocadas por los dedos de los parroquianos que le han precedido, o baboseadas por los contertulios y hasta por los mismos empleados de esos locales? Pero hay más, y es que este artículo, a fin de hacerlo más "comerciable", es decir, más barato, está preparado con grasas y aceites sumamente indigestos, que no son precisamente de oliva, sino sencillamente de linasa, y con bastante sal para hacerlo un poco más pasable a los sentidos. También, y para colmo de "prodigalidad", las susodichas papas se fríen en un tambo que se encuentra situado en la calle Tucumán esquina Paraguay, lugar de donde es posible que tomen ese espantoso aroma característico que las acompaña, o el que quizá provenga de la habitación en que son "depositadas", que es nada más ni nada menos que el dormitorio que ocupan los nombrados "industriales" dentro del propio tambo. La Oficina Química municipal algo tendría que corregir a este respecto si se dignase de una vez por todas a hacer una visita de inspección al local apuntado, y los "comerciantes" en aperitivos, con orquesta o sin ruido, algo harían también en beneficio de sus clientes si no aprovecharan tanto las sobras de tan nauseabundo estimulante. (1910)