En esta repetición del pasado, como si se estuviese en ese museo de grandes novedades —que alguna vez escribió el músico brasileño Cazuza—, el gobierno ha perdido liderazgo político y expectativas positivas. Sin que la oposición haya disparado un sólo tiro. Se le atribuye a Borges haber dicho: "Argentina nunca toca fondo, porque en este país se llevaron hasta el fondo".
Se escribió semanas atrás en esta columna que la administración Cambiemos rifó su encanto inicial con la sociedad por errores exclusivamente propios. Como una natural consecuencia del paso del tiempo, los beneficios de la grieta se fueron borrando y la realidad se posó sobre lo más flojo del gobierno desde que asumió: la economía.
Esa situación ahora no se modificará. Al margen de las explicaciones oficiales sobre los rumbos y destinos de la crisis la sociedad argentina está demasiado sensibilizada por las corridas cambiarias y los llamados al FMI como si fuese un cuerpo de bomberos voluntarios. Máxime cuando en el pasado, ese destacamento, apagó el fuego con bidonazos de nafta.
El gobierno chocó el carrito de golf, pese a que "los mercados" fueron, son y serán siempre más sensibles a la música macrista que a la opositora. Por ese lado, la gente encontró un interrogante difícil de interpretar, e ingresó en esa zona de temor por el futuro inmediato. ¿Cómo es que a este gente, supuestamente tan preparada, le pasó lo mismo que a otros gobiernos? Es una especie de pregunta colectiva. Aunque, ayer, Marcos Peña haya dicho que nada tiene que ver esta instantánea con la de otros tiempos.
Caperucita y el Lobo Feroz
Lo cierto y empírico es que el autodenominado "mejor equipo de los últimos 50 años" tuvo que recurrir de manera urgente al Fondo Monetario Internacional para que la crisis no siguiera espoleando hacia un lugar del que no se vuelve. Hay ahora toda una corriente oficialista que intenta hacer creer que la organización financiera internacional es un colectivo progre, de asistencia humanitaria pero con dólares. Nada de eso. Aunque haya tenido obligación de reconvertirse mediáticamente para no seguir siendo el Lobo Feroz, tampoco es Caperucita Roja. Anoche, Toto Caputo se golpeó el pecho: "Tenemos el financiamiento asegurado hasta el último día del mandato de Macri".
Por todo eso, habrá que esperar para conocer los pedidos, a cambio de los cuales habrá asistencia crediticia. El gobierno no puede seguir tirando del mantel del ajuste, porque, definitivamente, habrá perdido todo lo bueno que ganó en diciembre de 2015 y en octubre de 2017. Este país atolondrado es capaz de generar estos saltos de mata: hace seis meses, Cambiemos ganaba las elecciones.
Todas las encuestas les están dando mal al gobierno. La imagen de Macri sigue cayendo, y arrastra en esa caída, por primera vez, a María Eugenia Vidal. Por estas horas, hay quienes dicen que el presidente de la Nación se apresuró al dar como segura su propia reelección. "Puede que Macri vaya por la reelección, puede que María Eugenia sea candidata a vicepresidenta o, incluso, podría darse que vaya como postulante a presidente. Ahora, lo importante es parar la hemorragia, después vemos como salimos", reveló anoche a LaCapital un legislador nacional macrista.
Cuando pase el temblor es muy probable que haya un relanzamiento del equipo de gobierno. En verdad, muchos creen, adentro mismo del oficialismo, que un par de ministros ya debería ser cosa del pasado. El más estigmatizado por desaciertos seriales es Nicolás Dujovne, quien está acusado por su situación patrimonial, y muy criticado por su performance como ministro de Hacienda. Es, casi, un pelotazo en contra.
Toda la historia alrededor de la crisis ha logrado pasar la pelota al campo de la oposición que, al cierre de esta edición, intentaba propinarle una sonora derrota al gobierno en Diputados por la cuestión de las tarifas. Macri vetaría esa ley, lo que lo haría aparecer, otra vez, como el malo de la película.
El peronismo tiene que aprovechar este nuevo tiempo para encontrar un candidato que esté a la altura de las circunstancias. No será desde el kirchnerismo donde aparezca un nuevo liderazgo. De acuerdo a lo que pudo saber este diario, Cristina Kirchner ha internalizado la opinión de algunos allegados y no sería candidata en 2019. Es más, ya mandó mensajes para neutralizar a postulantes propios.
La oposición debería cuidarse mucho en no caer en la estrategia que plantea Jaime Durán Barba, siempre puertas adentro de Cambiemos: hacer lo imposible para confrontar con un ícono K. "Si la oposición no se mueve con cautela y no encuentra un candidato de síntesis, o no arma una estrategia competitiva, no tiene chances contra nosotros. La gente no quiere mirar para atrás", agrega la fuente.
En ese sentido, hay que mencionar que el macrismo tiene un núcleo duro de votantes cercano al 30 por ciento, y que esa proporción no bajará aunque el gobierno no de pie con bola. Lo que está en riesgo ahora es el votante blando, ese sujeto político que en primera vuelta de las presidenciales sufragó por Sergio Massa u otro candidato y en el ballottage sí se inclinó por Macri.
En el campo opositor están oficiando de armadores teóricos —o presumiendo de esa situación— Alberto Fernández y Carlos Chacho Alvarez. Por cuerda separada —aunque algunos creen ver una coordinación subterránea—, reciben a dirigentes del interior.
Fernández dice que se reúne con Cristina todas las semanas, y que la ex presidenta estaría dispuesta a apoyar a un candidato de la provincia de Buenos Aires en las presidenciales. Chacho, por su parte, cree en un gran armado con el progresismo, el peronismo y "dirigentes sueltos que tuvieron experiencia de gobierno con el kirchnerismo". Al parecer, el renunciante ex vicepresidente de la Alianza, está cerca de revitalizar el Centro de Estudios Políticos, Económicos y Sociales (Cepes), una fundación que él encabezaba y que tenía a Juan Manuel Abal Medina como secretario. Pese a eso, Alvarez repitió como un mantra en un encuentro cercano con dirigentes: "No se puede vencer a Cambiemos con el pasado".
Aunque por ahora, todo está concentrado en la economía, la política empieza a sacudirse la modorra.
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