Al gobierno del presidente Mauricio Macri no le fue bien con la economía en su primer año de gobierno, pero todavía goza de una mayoría relativa —aunque cada vez menor— que cree y auspicia un buen pronóstico para 2017. "Macri, a las cosas". Ese debería ser el leit motiv para el jefe del Estado y su administración que, desde ahora, juega un partido diferente.
Todo empezó con el chiste que decía: "En mi gobierno los trabajadores no van a pagar el impuesto a las ganancias". Esa promesa incumplida del presidente inclinó la cancha hacia el final de su primer año de gobierno, llenó de dudas a muchos ciudadanos que lo habían votado, acicateó a los irresponsables que creen que "cuanto peor, mejor" e hizo que los opositores moderados se atalonaran en la Cámara de Diputados.
Una cosa es la falta de pericia para resolver cuestiones de política económica durante todo 2016, como sucedió, y otra es no cumplir con una demanda de campaña para, en cambio, modificar el orden de prelación de las prioridades. El gobierno le dijo sí a la eliminación de retenciones a las mineras, sí a la baja de las retenciones al campo y no a la eliminación al impuesto al salario de los trabajadores. Con un agravante: amplió la base universal de los que pagan Ganancias con su salario.
Hasta esta instancia, el Ejecutivo le había ido, sin embargo, muy bien con la política. Con el concurso de la oposición borró en los primeros diez meses gestión las temeridades sobre la gobernabilidad y pudo acordar casi 70 leyes con la oposición.
Además de esas cuestiones que tienen que ver con la relación entre el gobierno, las Cámaras legislativas y los gobernadores, la Casa Rosada transcurrió todo el 2016 sin que la CGT vaya a un paro. Es la primera vez que eso le sucede a un gobierno no peronista. Cambiamos.
En ese derrotero, también pudo acordar la ampliación de políticas y planes sociales con los movimientos piqueteros y sindicales, hasta el punto de despejar ciertas amenazas anónimas sobre desbordes sociales y cuestiones por el estilo.
Esa política de billetera abierta no logró, sin embargo, acallar a la CGT respecto del tema Ganancias, algo que reaviva las preocupaciones adentro de un sector del oficialismo.
El viernes, cuando caía la tarde, una altísima fuente del gobierno nacional lo expresó a LaCapital: "Tenemos problemas severos de coordinación, hacia adentro y hacia afuera. Cedimos posiciones con la CGT y con los piqueteros, pero ahora hacen actos en la Plaza de Mayo y en el Congreso pidiendo por Ganancias. Falta alguien que una los cabos sueltos".
Sin embargo, la fuente no dejó de apelar al humor —o no tanto— para describir el estado de las cosas. "Los radicales nos salen más caros que el peronismo, no crea que se fue demasiada plata a la hora de negociar en el Congreso con la oposición. Pero es difícil contener al radicalismo, tenemos que vivir diciéndoles «no hay más guita»".
Aquella vieja cita de "es la economía, estúpido" tiene una vigencia tan palmaria que explica mejor que diez mil caracteres por qué un gobierno que tenía todo para avanzar metió la chata en el barro y no la pudo sacar. Al menos hasta aquí.
Los errores de apreciación casi amateurs a la hora de implementar las políticas de ajuste en los servicios públicos encendió luces amarillas en la sociedad que, sin embargo, bancó las equivocaciones hasta el punto de ir a abonar mayoritariamente las facturas del gas, la luz y el agua cuando los mensajes eran totalmente contradictorios.
En estos 12 meses de macrismo hubo ganadores y perdedores. Los que llegan a fin de año con un balance positivo están nucleados en el campo, la minería, las empresas de servicios públicos y poco más. Los grandes derrotados son los que dependen de la capacidad adquisitiva del salario. Los trabajadores, las pymes, la industria, la construcción sólo para nombrar algunos.
En esta nueva etapa, desde hace 10 años a esta parte, parece ocurrir que sin consumo no hay paraíso. Es más en el inconciente colectivo, la inflación pareció ser un valor en fuga frente a la opción del consumo. Un dislate pero, al fin, la única verdad es la realidad.
Respecto de la relación con Santa Fe se columpió entre el yin y el yang. Arrancó de la peor manera, con el gobierno convencido de que la Casa Gris le ocultó información sobre el derrotero de los hermanos Lanatta y Víctor Schillaci. La cosa ya venía mal parida por las casi escandalosas derivaciones del escrutinio santafesino, que terminó con una victoria de Miguel Lifschitz por un puñado de votos.
Era tan malo el ánimo de Macri con Lifschitz que ministros y secretarios debieron convencerlo para que invite al mandatario santafesino a la primera reunión con los gobernadores en la quinta de Olivos. Al fin (las explicaciones se darán el jueves próximo cuando se analice el año de Lifschitz), el presidente modificó su parecer y termina el 2016 teniendo una mejor relación con el gobernador socialista.
En síntesis, desde Balcarce 50 apuestan a que las provincias mejoren los números macro como lo hizo Santa Fe, que termina con un crecimiento de la economía del 1,8 por ciento, desde enero a agosto. "A Mauricio le interesa que a los gobernadores les vaya bien. Dice que si a ellos les va bien, eso se traducirá en su propia reelección, si es que ocurre. Es pragmático. Eso explica el cambio de relación con Lifschitz", apunta un diputado nacional por Santa Fe. Se verá si ese protocolo tiene modificaciones por tratarse, el 2017, de un año electoral.
Lo mejor que le pasa al oficialismo es la paciencia y el optimismo de un sector importante de la sociedad que no quiere volver atrás. Y ese es el dato que deberá internalizar el gobierno para volver a empezar.
Aunque la mayoría considera que la economía está "mal o muy mal", otra mayoría consigna que el año que viene será mejor. Pero no es incumpliendo promesas —como con Ganancias— que Macri llegará con éxito a ese puerto final.
Cambiemos arribó a su primer mojón con poco para festejar, al margen de un arranque prometedor por la salida del cepo y la conformación de la Corte Suprema.
Sí debe destacarse algo positivo: es un gobierno mucho más tolerante que el anterior, propenso a transparentar información y con una relación mucha más abierta y horizontal con el periodismo.
Terminaron los primeros doce meses del gobierno de Macri y todo está por hacerse. El 2017 definirá el presente. Pero también el futuro electoral.
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