Las provincias. Los piquetes. El rol de la mujer en la sociedad y el Estado. La justicia en democracia. La caída del consumo. La caída en las proteínas. El fin del alfabetismo. El fin de la familia. Guste o no esos son, de verdad, los temas que nos atraviesan.
Las provincias se convirtieron en territorios sin viabilidad. Hoy es fácil advertir que la señora presidente estrangula las economías regionales, se lleva el producido en las provincias y usa y malgasta según su antojo el dinero de todos. La miseria será culpa de los gobernadores y ella será rubia, delgada, frágil y adorada. Guste o no. Así es.
Los piquetes llegaron para quedarse. Nadie se animó a quitarles un territorio sin límites: la calle. Es cierto que cerraron calles pero abrieron rumbos. Bueno, es necesario arremangarse. Esos rumbos siempre fueron más cercanos a una anarquía "sonambulesca" del viejo trotskismo antes que a una solución. Los piquetes se armaron para gobernar el mundo desde una esquina. No tienen relación con la micro o la macro economía ni con los votos y los mandatos. Con el piquete el pueblo no delibera ni gobierna. Mandan los audaces, los decididos, los lanzados y los exagerados. Cada piquete es una extorsión directa o indirecta. Cada piquete es una reivindicación menor puesta al máximo de su potencia. El diálogo con los piquetes sin televisión es inexistente. Un trabajo, un terreno, una caja de comida, cuatro chapas, una reapertura, tres muertos en una bocacalle. Esa distorsión, la queja, el pedido a la autoridad mediante las cámaras tiene ejemplares que demuestran lo difícil y distorsionado del encuadre. Es un "by-pas" que quiebra el espinazo de las organizaciones del estado y las jerarquías. Ni bien ni mal. Saber. Reconocer. Los dirigentes más duros responden a esa lógica. Aparecieron en mitad de una ruta, una esquina, un terreno. Una elección de voto secreto los dejaría fuera de juego. El piquete es democracia directa para el agua, el plan mensual, las chapas, los bolsones de comida, o lo que fuere. Se levanta contra la autoridad. Contra todas. En su sistema de demandas pedir a un intendente lo que debe otorgar un presidente está bien. Es la rebelión contra el orden, el permiso, el trámite y el expediente. El piquete sobrevivirá a los Kirchner. Ellos lo sobreprotegieron. No tiene sosiego ni final. Guste o no.
Cambió como corresponde, definitivamente, el posicionamiento de la mujer en la sociedad. Se ganó una guerra, la del género igualitario. Todos los géneros. El rol de la mujer en el Estado se ha definido. Son muchas las dirigentes políticas que no quieren a Cristina. En privado dicen las dos cosas. Que está equivocada, pero que por una cuestión de género la seguirán apoyando. Hasta que punto una cuestión de género define la política argentina. Si esa es la pregunta la respuesta es esta: hasta el final. Abundan en detalles. Mezclan la psicología barata y las zapatillas de goma que quería Charly. Sostienen que la mujer tiene autorizado, en la sociedad, el llanto y la expresividad, que se le acepta menos almidón que a los hombres. Bueno. Es así. La señora ríe, llora y se convierte en un hada vengadora. Cuenta sus intimidades y al mejor estilo de las viudas del barrio exagera las virtudes de su marido muerto. Ni era su esposo un estadista fenomenal ni tan mala persona como observan los antiguos duhaldistas y/o menemistas. Tampoco es el cerebro del mal que ensombrece el alma capitalista del Grupo Clarín. Recordemos: era su socio. Néstor Kirchner vio luz y entró. Argentina estaba para el arrebato. Los chinos y los indios decidieron comprar cereales. A granel. Ya había pasado el helicóptero. Era un almacenero desconfiado y por tanto un paranoico importante. Trató a todos los dirigentes sociales según su enfermedad. Todos enemigos. Estamos en el final de su ciclo. Guste o no.