Nadie puede decir "esta película ya la vi". La Argentina, y el mundo entero van entrando en la dimensión desconocida. Y lo desconocido no es sólo el devenir sanitario de la pandemia, de hoy a 7 días, a 20, o a 90. El thriller de suspenso, y de terror, alcanza, a su vez, a la política y a la economía. Alberto Fernández lo entendió bien, la sociedad lo acompañó con niveles sólo comparables a los tiempos de guerra, donde la unificación del liderazgo, la conducción, la idea de nación en peligro, prevalecen sobre cualquier otra valoración. "¿Quién te va a cuestionar hoy que Alberto gobierne con decretos de necesidad y urgencia?, nadie", comentó una fuente oficialista en las últimas horas a este cronista. Sin embargo, el factor incertidumbre, ¿y si me toca a mí?, ¿hasta cuándo sigue (casi) todo parado?, va horadando hasta los corazones más valientes, y las psiquis más resistentes. Y pone en tensión a toda la sociedad.
El gran mundo empresarial ya advirtió (advirtió bien) que la salida de la cuarentena —cuando fuera que sea— los encontrará con pérdidas severas, y lo que es peor, tal vez, sin posibilidades políticas de imponer las relaciones de producción, y económicas, previamente existentes al coronavirus. La puja ya está lanzada, hay acuerdo sobre cómo transitar la emergencia, la pregunta es cómo se sale (cuando el virus lo permita). El presidente le puso punto final a una discusión que azuzó un sector opositor de la sociedad (con acompañamiento mediático) en la última semana. "Me parece demagógico el pedido de que los políticos nos bajemos los sueldos. Yo tengo a mis colaboradores trabajando a las 7 de la mañana, y si los llamo a las 12 de noche también están trabajando", desafió Alberto en una larga entrevista radial con el periodista Marcelo Bonelli. Y después fue por más, "mis colaboradores no tienen fortunas, ni cuentas en el exterior, ni empresas, viven de sus sueldos que además no son grandes sueldos los del sector público en estos momentos, ¿por qué se tendrían que bajar el sueldo?".
La pregunta por la presunta pretensión de los argentinos para que "los políticos se bajen los sueldos", que no surgió del conductor del programa de Radio Mitre, sino de un colaborador de su mesa, terminó de ahogar el sonido de algunas cacerolas que buscaron su protagonismo político en la semana que terminó. Con todo, la fortaleza política del presidente es provisoria, simplemente porque esta película no la vio nunca nadie, y nadie sabe cómo termina.
No será igual que el esfuerzo gigante que vienen haciendo los argentinos termine con la famosa curva "achatada" y el sistema de salud respondiendo razonablemente; que terminar transitando una experiencia demoledora como las de Italia o España. En ese caso, la guerra contra el enemigo invisible podría leerse como una derrota. Y se sabe qué pasa con las guerras perdidas, y con quienes las conducen.
El Ejecutivo nacional, quedó claro, no se bajará los sueldos. Las distintas legislaturas, nacionales y provinciales, en varios casos, cedieron ante la siempre exitosa antipolítica. Con todo, el presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, Sergio Massa, se apuró a declarar que los diputados "se bajaban un 40 por ciento de sus sueldos". Y que entregaban 100 mil pesos de subsidios a distintas instituciones. Nada de eso está claro, ni firme, ni sucedió aún. Los sueldos de marzo ya fueron liquidados sin descuentos (diputados nacionales) y la ayuda a las instituciones flota en la nebulosa de las indefiniciones.
En el Senado nacional, su presidenta, Cristina Kirchner, efectivizó la promesa de ceder los montos de los pasajes de avión de los senadores. En cuanto a la dietas, un miembro de la Cámara alta le dijo a este diario, "a nosotros no nos van a correr blandiendo cuatro cacerolas en barrio Norte". La forma de la curva (aritmética o geométrica) de infectados y fallecidos, en los próximos días y semanas, determinará si el debate por "el sueldo de los políticos" se repone, queda suspendido, o clausurado.
Por lo demás, las medidas económicas que tomó hasta hoy el presidente, buscando mitigar las calamidades de los más débiles y de amplios sectores medios y medios bajos, lucen justas, integrales y voluminosas, a la vez, necesariamente, insuficientes. Por eso, muchos se preguntan de dónde seguirá sacando —en un futuro cercano— recursos el gobierno para equilibrar lo que viene.
No son pocos los que han iniciado una campaña para "aprovechar" el cambio de paradigma mundial que viene provocando la pandemia, e ir directamente sobre un puñado de grandes fortunas argentinas. Que, en el primer lugar del podio ubica el aludido y fustigado (por el presidente) Paola Rocca, con ocho mil millones de dólares, como acumulado personal. Con un impuesto extraordinario "pandemia" del tres por ciento a las 50 fortunas más grandes del país se recaudaría -se ilusionan- una cifra similar a la deuda externa contraída por el gobierno anterior: 58 mil millones de dólares.
La tesis del zarpazo reparador y justiciero a las grandes fortunas, por ahora, se murmura entre las líneas tangenciales al centro de las decisiones, pero no forma parte de los borradores de trabajo. ¿Podría Alberto Fernández evaluar ese camino? Una eventualidad con ese tremendo impacto político (y económico) necesitaría sí o sí del trámite parlamentario. Y como toda la Argentina, el Congreso se viene adaptando al funcionamiento a distancia, y en línea. Imaginar un plenario, vía internet, que sustituya una sesión en el recinto, no es una posibilidad concreta, al menos a corto plazo. "Hasta fin de abril esto seguirá como está hasta ahora, funcionando las comisiones, el recinto no", confiaron a La Capital.
Finalmente, el dilema sobre cómo abrir la actividad económica sin propagar el virus a partir del 13 de abril se empezará a resolver el próximo martes, cuando la cúpula sindical y empresaria se vuelvan a sentar en Olivos con el presidente. Será un atisbo del pretendido consenso económico social, desde ya en condiciones absolutamente distintas a las que la Casa Rosada en un algún momento imaginó. El "muchachos ahora les toca ganar un poco menos" —en la semana anterior— con que Alberto Fernández puso condiciones para la salida de crisis, y que desató el conato de resistencia cacerolero, y que abrió el combate político de la franja opositora más dura, ahora ingresará a otra fase. Con la Unión Industrial Argentina ya se reunió el presidente, ahora será el turno se juntarse también con los gremios. Tal vez la conversación transcurra sobre qué rubro puede volver, y cuándo. Y el otro dilema será qué hacer con las paritarias que vencen masivamente en los meses de abril y mayo.