Días atrás alumnos de educación superior definían unívocamente respecto de la política: "Cuando un político me habla, siento que me miente, por eso no sé lo que dice".
Días atrás alumnos de educación superior definían unívocamente respecto de la política: "Cuando un político me habla, siento que me miente, por eso no sé lo que dice".
Parafraseando a Nehru, podríamos decir "Argentina es un país demasiado pobre en su democracia como para darse el lujo de no reconquistar desde la política a la juventud". En la década del ´60, Pandit Nehru dijo: "India es un país demasiado pobre como para darse el lujo de no hacer ciencia".
Estamos en horas de definiciones no menores para el fortalecimiento institucional. Debiese ser una excelente ocasión para que el Parlamento, pilar indiscutible de la democracia, recobre su vida propia.
Hasta hoy, tanto a nivel nacional como provincial, asoman personas antes que ideas. Y parece que se asistirá a campañas negativas o absolutamente personalizadas, "siento que me mienten…". Es la oportunidad para desandar este camino. Tal vez lo expresado por los jóvenes que por sus años se despojan de otros intereses, refleje casi el sentir de una sociedad que tampoco se siente incluida en el activismo político.
En 1983 había algunas cosas claras en Argentina. El golpismo tenía impunidad. Por lo tanto, los derechos humanos debían ser política de Estado. Fue concebido así y en estos veintiséis años esa impunidad fue derrotada.
Hoy, en el 2009, la pobreza tiene impunidad. Por lo tanto, los derechos humanos deben ser política de Estado. Su presencia es un escándalo ético para todo político en Argentina, mucho más para quienes dicen identificarse con los movimientos populares y nacionales.
El 8 por ciento de los niños argentinos padecen de desnutrición crónica. Uno de cada tres menores de dos años no cubren su ingesta calórica y tienen anemia. El 60 por ciento de los niños menores de cinco años mueren por causas evitables. Sólo un dato para mostrar la enorme inequidad existente: mientras que en Capital Federal la tasa de mortalidad materna es de 18 muertes por cada 100 mil vivos, en Jujuy es de 165 muertes por cada 100 mil vivos… Argentina es un país demasiado rico en producción de alimentos como para darse el lujo de que su gente se muera de hambre.
Hoy tenemos otra impunidad, madre de las distintas impunidades: la corrupción. La democracia no ha podido con ella; es más, la ha tutelado. Por eso bajo su cobijo, pobreza, inseguridad, narcotráfico, se convirtieron en problemas estructurales en Argentina.
Como ya hemos dicho desde esta columna, asistimos al descarado umbral de la pobreza política cuando con impunidad se exhiben las candidaturas testimoniales. No se ubicarán lejos de este concepto las listas integradas por hombres y mujeres que no resistan un archivo por sus conductas. No sólo es hora de volver a contar en las filas de la política con buenas personas, sino también que las mismas tengan clara definición ideológica.
La degradación educativa viene de la mano de todo lo expuesto. Hoy, en los primeros seis años de educación básica la repitencia es del 6 por ciento y el abandono escolar es de casi el 2 por ciento. En el nivel secundario, la repitencia es del 13 por ciento y el abandono es de casi el 20 por ciento. Tal vez estos indicadores estén asociados tanto a la pobreza (que cuando llega no es sólo económica) como también a la carencia de expectativas sobre para qué estudiar.
Mientras tanto, los candidatos aparecen tibios, enajenados, absolutamente distantes de estos grandes problemas. Por eso, aunque algunos no mientan, el mensaje que llega es "cuando un político me habla, siento que me miente, por eso no sé lo que dice". Argentina es un país con demasiados sueños como para que le roben la esperanza dirigentes soberbios e ineptos.
Si quienes hoy asumen la máxima representación política de la ciudadanía no están dispuestos a abrazar estos temas hasta asfixiarlos y reducirlos a la servidumbre, deben renunciar a tal aspiración. Argentina no puede tolerar más un solo candidato que hable de nuestros grandes y graves problemas visualizándolos como parte de un paisaje social, natural, estructural, por lo tanto inmodificable. Si este es el concepto con el cual abrazan su responsabilidad política y persisten en ello, al menos deberíamos como sociedad solicitarles que cuando asuman, juren por aquel viejo juramento hipocrático "Primun Non Nocere"… que quiere decir "Lo primero: ¡no dañe!". Argentina es un país demasiado sufrido como para que sus políticos se den el lujo de herirlo más.
Horas atrás, el economista Diego Estévez ha dicho que la crisis económica internacional ha llegado a la meseta inferior del valle de la depresión. Que habrá un año y medio a dos que transitar sobre la recesión. Y que en el bloque latinoamericano hay países como Brasil, Chile, Perú, Colombia, Centroamérica que quedan bien perfilados cuando esto termine. A la Argentina –ante un mundo que necesita alimentos en los próximos 5 a 10 años– se le presenta un futuro promisorio de aquí a 2, 3 o 4 años. De nosotros depende, una vez más, que esa lucecita al final del túnel sea una salida y no una locomotora de frente.