La ausencia de políticas públicas convincentes acerca de la construcción de vivienda popular, se hace evidente actualmente en las grandes ciudades latinoamericanas, cada vez con más dramatismo, a pesar de los esfuerzos de los gobiernos populares de la región. Las obras que se realizan contienen en si mismas una gran cuota de desconfianza, insuficiencia, temor y autoinsatisfacción. Se sabe que estos resquemores tienen causas y motivos más que justificados.
A excepción de las experiencias en la Europa Central a comienzos del siglo XX, acaballadas en las reformas y revoluciones políticas que instalaron gobiernos asentados en la fuerza del proletariado y los trabajadores en general, se realizaron grandes logros para convertir los antiguos tugurios producto de la revolución industrial del XIX, en barrios obreros salubres, como tan bien estudiado está, diseñados por los mejores arquitectos de la historia, algunos de ellos alineados en lo que se llamó a veces pretenciosamente Movimiento Moderno, con variadas versiones, a saber más o menos revolucionarios, nacionalsocialistas y/o reformistas. Estos arquitectos de visión transformadora, después de la primera guerra y durante años, incluídos los de la segunda posguerra, o sea unos 30 años, fueron emigrando tanto a América del Norte como del Sur, otros se reinstalaron y continuaron su actividad en Europa. A pesar de esto, la política de construcción de viviendas sociales, luego de la Segunda Guerra Mundial y con las ciudades arrasadas por los bombarderos de las distintas fuerzas aéreas intervinientes, amantes de destruir ciudades y pueblos, dejaron a disposición un gigantesco negocio. Y así fue como las mafias oficiales de las empresas constructoras y los desarrolladores inmobiliarios, la especulación de la tierra suburbana, sumado a la genuflexión de las oficinas de Planeamiento competentes de la época, otorgaron a ese período una gran anomia y degradación corrupta a las operaciones de vivienda popular, cruda y poéticamente relatado por el neorrealismo italiano.
Pero tampoco la llamada arquitectura moderna otorgó adecuada respuesta a la reconstrucción urbana. Recién en los años 70, por ejemplo en Italia o Francia con distintas características, se conformaron voces, teorías y propuestas renovadoras respecto de la demanda social y a su vez, en la relación entre la arquitectura y la ciudad histórica o existente.
En la Argentina, el gobierno del general Perón del 45 al 55, mediante la sanción de la Constitución del 49, había inaugurado plenamente el derecho a la vivienda y a la ciudad. Como asimismo ejecutó una enorme cantidad de viviendas urbanas, suburbanas y rurales, a lo largo y a lo ancho de nuestro país, diseñados por arquitectos en oficinas públicas de gran visión moderna y de calidad material y proyectual (muchos formados desde o en Europa), innegable. Poblaciones enteras, o casos paradigmáticos como la Ciudad Evita o la reconstrucción de San Juan, luego del terremoto, significaron el período histórico. Desde ya que tanta modernidad socio-política fue insoportable, y sobrevino el golpe del 55, y de allí hasta el 84, a excepción de la fugaz primavera del 73, todo invierno sangriento, frío y cruel: “la resistencia”.
En la Argentina contemporánea no han habido grandes experiencias dignas de destacar, sobre todo en tema de reordenamiento territorial urbano.
En Rosario podemos recordar por iniciativa del gobierno provincial justicialista a fines de la década del 80, se impulsó el Plan LOTE (en esencia una ley de expropiación), vanguardia en Latinoamérica en esa época, luego imitado por distintas jurisdicciones nacionales e internacionales, donde se abordaba desde lo urbano-arquitectónico, lo social y la agrimensura, el problema de los asentamientos irregulares, con mucha participación de los vecinos. En la década del 90 la versión local del Programa Arraigo, y final y actualmente, la vigencia del Rosario Hábitat, iniciativa socialista financiada por el BID, similar al Favela-barrio en Río de Janeiro.
También en Rosario, y más precisamente mediante el Plan Federal, actualmente se ha comenzado a inaugurar el barrio probablemente más grande de viviendas realizado con esta operatoria nacional en nuestro país: Nuevo Alberdi. En su completes, una vez concluido totalmente, aproximadamente 4.500 viviendas, todas juntas, estarán integradas plena y sabiamente al tejido existente de esa populosa y vital zona de nuestra ciudad, producto de un cuidadoso, sensible e interdisciplinario enfoque proyectual. Esta gestión se inicio en el gobierno del ingeniero Obeid, en su último año, con potente decisión y vocación urbana, política y comunitaria, para luego continuarse en el gobierno de Hermes Binner.
Bien podemos decir que la totalidad del conjunto habitacional, ya que ahora se estarían inaugurando 1.500 y aún faltan 3.000 que están programadas, es un verdadero ejemplo de continuidad saludable de las obras públicas en la región, financiadas por el gobierno nacional de Cristina Kirchner, aunque pueda llevar en su totalidad tres períodos de gobierno de distinto color partidario.
Es el tiempo de las grandes obras, bienvenidas sean miles de viviendas populares para Rosario.
(*) Arquitecto, profesor titular Proyecto Arquitectónico UNR Junio de 2011