Por añadidura, el comienzo de cada ciclo lectivo instala en cada hogar y por ende en el conjunto
social, al menos dos sensaciones. El inexorable fin del período vacacional y con él, el inicio
efectivo del año laboral, ordinario. Podría usarse otro parámetro –la apertura de la
actividad legislativa en el Congreso de la Nación mediante el discurso presidencial, por ejemplo-
pero ninguno tendrá la eficacia de comunicar que tienen los guardapolvos en la vía pública tres
veces al día.
Púberes y adolescentes irculando a y desde las escuelas a primera hora, a mediodía y al
promediar la tarde, instalan en el inconsciente colectivo el mensaje de la normalidad, como ningún
otro símbolo o mensaje. No importa que muchos no hayan podido vacacionar y continuaran trabajando
en diciembre, enero y febrero como en cualquier otro mes del año. Hasta esas personas deberán
admitir que en esos meses el ritmo de trabajo difiere.
Es que, por contrapartida, las vacaciones serán siempre excepcionales. Cada quien hará lo que le
plazca, cuando y cómo quiera. Empero el compromiso escolar atraviesa verticalmente los hogares de
todos los estamentos en los que haya menores o jóvenes en edad de aprendizaje obligatorio. Y será
esa y no otra la regla que regirá la regularidad cotidiana del grupo familiar; el sino distribuidor
de roles y condicionante de las conductas de todos y cada uno, dentro y fuera de la casa.
Por tal razón mañana en la mayoría de los hogares santafesinos el despertar será diferente al
del último día hábil. Y esa diferencia se tornará regular hasta julio. Mañana los padres además de
ir a trabajar deberán levantar a sus hijos y llevarlos o asegurarse de que lleguen a la escuela a
horario. "Se acabaron las vacaciones ahora a estudiar", es una letanía, palabra más palabra menos,
con la que miles madres lucharán mañana para arrancar a sus hijos rebelados de entre las
sábanas.
Todo gobernante sabe que una demora del inicio de las clases lo expone de un modo mucho más
grave que cualquier otro conflicto. Ayer, la presidenta de la Nación, Cristina Fernández de
Kirchner, destacó el acuerdo con los docentes en su discurso con el que inauguró el año legislativo
en el parlamento argentino. "Queremos la escuela pública abierta todos los días", dijo.
La administración de Hermes Binner no es la excepción en querer evitarse una crisis que
impida a los chicos ir a las escuelas en tiempo y forma. Por ello dejó la discusión paritaria con
los demás gremios de empleados públicos para después. Un conflicto de empleados públicos será, al
fin y al cabo, siempre, una cuestión sectorial: podrá despertar mayor o menor adhesión de los
ciudadanos pero siempre conforme los intereses individuales de éstos que la medida pueda afectar.
Un conflicto docente, a la larga, no deja indiferente a casi nadie. Menos aún a padres, abuelos y
hermanos.
El acuerdo entre el gobierno socialista y los gremios de Amsafé y el Sadop parece haberse
alcanzado de un modo sorprendentemente fácil y rápido. Máxime teniéndose en cuenta el antecedente
de los de tres años consecutivos de conflictos en cada comienzo del ciclo escolar que obligaron a
la administración de Jorge Obeid a los agotadores tironeos que siempre perdió.
La Casa Gris no sólo otorgó a los docentes el aumento que quiso y pudo –conforme la pauta
inflacionaria con que la limitó la Nación- sino que cedió frente algunos reclamos históricos de los
gremios de maestros. Pero es el primer dato, el salarial, en el que la gente repara y eso alcanzó
para que el gobierno apareciera resolviendo con eficacia el conflicto y encima sin debilidad. Elida
Rasino, una de las espadas más afiliadas del gobierno de Binner no se privó de reclamar no ya el
cumplimiento de los 180 días de clases sino la preocupación de los maestros para evitar, junto con
el Estado, la deserción escolar. Los 180 días de clases sirven si adentro del aula están, todos los
días, los maestros y los alumnos. Unos enseñando y otros aprendiendo. De lo contrario…
Tan simple e impecable lógica parece destinada a mostrar al gobierno exigiendo la contrapartida
que debería acusar un docente al que se le recompone el sueldo y se le cumplen otras
reivindicaciones. Rasino, docente al fin ella misma, no desconoce que en cada paro que obligó a los
padres a tener sus hijos en la casa en lugar de la escuela –con todo el trastorno, es decir
la ruptura de la "normalidad", que eso les ocasiona- crece la crítica reaccionaria que se ancla la
supuesta holgazanería de los maestros.
Casi resultaría ocioso abundar en el resultado transformador que genera la inversión en
educación pública. La Argentina de este inminente bicentenario no debería olvidar que ella misma,
como el país que alguna vez José Martí pensó que sobrepasaría a Estados Unidos erigiéndose líder
del continente americano y, tal vez, del mundo, es ejemplo de los efectos beneficiosos de la
educación.
La carrera tecnológica sin fin que se desató con la llegada del siglo XXI ha alterado casi todos
los parámetros de las relaciones humanas menos el de la educación. En todo caso no ha hecho más que
revalorizarlo como el único medio de asegurar a los pueblos la movilidad social vertical en una o
dos generaciones. Como aconteciera con la Argentina del Centenario, la que deslumbra al genial
cubano.
A diferencia de antes se podría decir que hoy sin educación no se puede casi subsistir por lo
que invertir en educación es para los pueblos una necesidad más acuciante que nunca. En Francia los
chicos en la calle, en riesgo o autores de delitos menores, no son un problema del Ministerio de
Seguridad sino del de Educación.
El informe del Centro de Estudios en Políticas Públicas (CEPP) que dirigen Gustavo Iaies y
Andrés Delich, y que el diario La Nación publicó en la víspera, pone en duda, la tesis de que a
mayor inversión se obtienen mejores resultados. Por el contrario, sí parece gravitar la inversión
educativa en cuestiones no salariales. "Santa Fe aparece decimoquinta en términos de inversión por
alumno en las escuelas estatales, y sexta, en materia de resultados". En los tiempos en que todavía
trajinaba el anhelo de convertirse en gobernador, Binner le dijo a este diario que si algo anhelaba
para celebrar el Bicentenario de la Patria –que en caso de lograra acceder al poder lo
encontraría en su tercer año de mandato- era la erradicación del analfabetismo y la reducción de la
deserción escolar a los niveles del primer mundo. Aquella respuesta sonó en medio de la campaña
electoral a velada recriminación al oficialismo de entonces que había accedido al gobierno haciendo
esa misma promesa. Golondrina es una pequeña localidad del departamento Vera, de 1.000 habitantes
donde hasta hace muy poco no tenían electricidad y a la que llegar es un sacrificio digno de los
viajes del siglo XIX. Mañana cuando al inaugurar el ciclo lectivo 2008 instale Internet a los
alumnos de una escuela de Golondrina y los haga conversar con alumnos de Rosario, la administración
socialista pondrá en los titulares, aunque sin decirlo, aquel deseo de tan singular celebración de
los 200 años de la Revolución de Mayo que ahora Binner tiene la oportunidad de hacer realidad.
Es de esperar que tenga verdadera decisión de hacerlo. Y no que se trate de un mero recurso
marketinero que, siguiendo el consejo de su amigo Néstor Kirchner, importe el sustento de una
administración concebida bajo el principio de que la campaña electoral permanente es un eficaz
método de perdurabilidad.
El ya mencionado informe del CEPP asegura que entre 2003 y 2006 la educación en Santa Fe no ha
sufrido transformaciones de importancia y por ende la provincia se mantiene en un inamovible sexto
puesto en relación a sus pares.
Jorge Obeid llegó a la Casa Gris en 2003 prometiendo realizar una revolución educativa y no
cumplió. Con una mirada más ambiciosa y abarcativa, su sucesor debería apartarse de la tentación
facilista pero inconducente de usar ese déficit para la recriminación constante y la confrontación
partidista. Y, sí usarlo como plataforma de despegue de una gestión ahora que con las clases
comienza el año laboral. Al fin y al cabo educación viene del latín endurece, "guiar, dirigir,
conducir". ¿No es eso lo que debe hace un dirigente cuando es elegido para dirigir a la gente?