Hay un clima de época favorable a Cambiemos. Y hay una oposición demasiado débil y dispersa que no logra sacar tajada cuando el gobierno —léase Cambiemos— se equivoca.
El microclima que sigue minuto a minuto el derrotero de los frentes y de las sensaciones políticas a 31 días de las elecciones parece no tener dudas: el macrismo ganará en las provincias de Santa Fe y Buenos Aires, los dos grandes territorios en los que perdió el 13 de agosto. A la hora en que se haga el balance —si es que esos resultados se dan en la realidad— habrá un gran ganador adentro de la marca ganadora: el jefe de Gabinete, Marcos Peña.
Así como Peña fue de los pocos que defendió la decisión de no conformar una alianza con Sergio Massa, camino a las presidenciales de 2015 (y ganó), al inicio del camino hacia las legislativas fue el que repitió como un mantra que Cambiemos triunfaría aun sin nombres conocidos a la cabeza de las boletas.
Se lo dijo a LaCapital, cuando todo parecía indicar que la cabeza de la lista sería para Mario Barletta o Luciano Laspina. Ese primer lugar de la nómina fue para un absoluto desconocido: Albor Cantard, a quien hoy sigue sin conocer una gran parte de los santafesinos.
"Al margen de los nombres, hay que armar un equipo que represente a Cambiemos. Somos optimistas de que ese equipo represente a Santa Fe", dijo Peña en una entrevista con este diario, publicada el 21 de mayo de 2017. En ese momento de la conversación, se le repreguntó: "¿Le gusta más Barletta o Laspina?". Y el ministro respondió: "Me gusta Cambiemos".
Cuando adentro mismo del oficialismo se enteraron de que el elegido era Cantard, sobrevolaron algunas críticas. Pero, Marquitos lo hizo.
Las elecciones de mitad de mandato también significaban para el macrismo un tester definitorio sobre la suerte final de dos rivales, al fin de dos maneras de ver y entender la política: la de Peña y la de Emilio Monzó.
O, para sobreactuar las diferencias, podría sostenerse que el duelo era entre Jaime Durán Barba y el ala política macrista, en la que se referencia no sólo Monzó, sino varios integrantes más del PRO. Los radicales, aquí, son convidados de piedra. Alrededor de la mesa chica del poder no hay lugar para boinas blancas.
Si el 22 de octubre el gobierno confirma las tendencias y se convierte en ganador, habrá que ver qué es lo que sucede en la interna macrista, si es que ocurre algo. Monzó es el presidente de la Cámara de Diputados, nada más ni nada menos. El más fiel aliado al dirigente de Carlos Tejedor es Nicolás Massot, presidente del bloque PRO. Los rumores indican que Massot podría ser desplazado, algo que haría montar en cólera a Monzó.
"Es insólito que le reprochen a Emilio sus declaraciones instando a convocar, por ejemplo, a Omar Perotti. Se sabe ahí adentro del Palacio que el que quiere a Perotti en Cambiemos es Macri. Por eso, nosotros confiamos en que el presidente va a frenar esa idea loca que tienen otros de sacar del medio a Monzó, Massot y algunos más que no se bancan a Durán Barba", comentó a este diario una fuente calificadísima del PRO. Entre los "otros" que se mencionan aparece un funcionario del Ministerio del Interior, cartera que comanda Rogelio Frigerio.
Al margen de las rispideces y las internas que afloran en el gobierno, nadie duda a esta altura de los acontecimientos que el gran ganador fue Peña. Pero, debe decirse también que lo que le espera al oficialismo en el Congreso no será una novelita de fácil digestión. Aunque haya un sonoro triunfo en octubre, la composición de las Cámaras no será favorable y necesitará Cambiemos mucha cintura política para negociar con el peronismo. No parece haber otro Monzó conjetural capaz de hacer ese trabajo. "Dios es el que acomoda los dados", suelta el titular de la Cámara baja.
El esquema iniciático de Peña, en el que no hay un personaje central en la marquesina de Santa Fe, sino un valor de marca que tiene como principal responsable al presidente, no va a variar en las próximas semanas. Cantard fue el más votado individualmente, pese a que en Rosario y el sur de la provincia sólo era conocido por el 4 por ciento de los votantes.
Apenas terminado el proceso electoral legislativo todos los frentes y partidos comenzarán a evaluar el trazado hacia 2019, instancia en que se deberá elegir al nuevo gobernador. La mirada fina de lo que sucedió y sucede en esta instancia legislativa es que José Corral aprovechó y muy bien su relación con Peña, al punto de instalar a un dirigente de su riñón (Cantard) al tope de la lista.
Si el intendente santafesino logra que triunfe su candidato a concejal en la ciudad de Santa Fe, superando al Frente Progresista, tendrá camino bastante despejado para erigirse en postulante a gobernador. Todo lo contrario sucederá si Emilio Jaton le gana a Carlos Pereyra. Además, Corral dejará en diciembre su cargo de presidente de la UCR.
A propósito de Corral y el Frente progresista, todo parece indicar que la relación voló por los aires y que sobrevendrán dos años repletos de tensión política.
Ese lobby exitoso que Corral hace todos los martes en Casa Rosada empieza a ser mirado de cerca por dirigentes del PRO que, a falta de Miguel Del Sel, deberán poner en cancha un nombre propio para llegar a la Casa Gris. Los resultados del macrismo en Rosario deberían hacerles extremar esa búsqueda.
Pero para esa historia todavía faltan autores.
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