Sangre, sudor y lágrimas. Pero sin ningún Winston Churchill, y con Mauricio Macri.
Por Mauricio Maronna
Sangre, sudor y lágrimas. Pero sin ningún Winston Churchill, y con Mauricio Macri.
La receta para llegar al 2019 ya no es una zona oculta para el gobierno. Se terminó el relato que imponía prometer desmesuras. Ya nadie dice desde Balcarce 50 que habrá lluvia de inversiones, brotes verdes o cosas por el estilo. El signo de los tiempos es también conocido, tiene antecedentes: "Estamos mal, pero vamos bien".
La mejor noticia para Cambiemos es el candor de la oposición, la falta de talento para posicionarse frente a un gobierno que perdió todo su aroma a nuevo, que ya no dispone de los nylon's. Que tuvo que recurrir a lo más viejo de los gobiernos argentinos, desde 1983 hasta aquí: endeudarse y someterse a las recetas del FMI.
Con ningún índice alentando expectativas, con la inflación de septiembre que será cercana al 7 por ciento, con recesión a pleno y un clima laboral preocupante, los opositores son una foto sepia de Miguel Pichetto, Sergio Massa, y los juanes Schiaretti y Urtubey.
Remar en la crisis
Como la cita de Baudelaire, con la que Roberto Bolaño inicia la novela "2666", la política argentina es "un oasis de horror en medio de un desierto de aburrimiento". Y en este tiempo de malas noticias, es Macri el único que adquiere visibilidad, al menos para tratar de gestionar y resolver sus propios errores. Como menciona Martín Rodríguez Yebra, en La Nación, de un consultor macrista: "Cada día que pasa sin que el país explote es un día ganado para él. Es el único que está pensando en 2019".
El peronismo debate obviedades, hasta tal punto que no parece tratarse del histórico movimiento que siempre prefirió el pragmatismo por sobre el deber ser. Ahora resulta que un grupo de dirigentes sin votos y sin posibilidad alguna de ganar elecciones nacionales rechaza un frente con quien más votos tiene en el redil opositor.
No sólo eso, el eterno saltamontes Pichetto le dice a Cristina Kirchner que vaya por afuera, que ahí no la necesitan. Macri, con opositores como Pichetto, ¿para qué necesita oficialistas?
Pero volvamos a la nueva estrategia del gobierno. Siempre, Cambiemos ganará por la política y nunca por la economía. Sin embargo, ya no será exclusividad de la marca el futuro venturoso. Se cayó la marca, se derrumbó la imagen positiva de Macri, pero se mantiene en el escenario social la mala mirada hacia el peronismo y sus círculos de poder, como por ejemplo el sindicalismo.
El 35 por ciento de adherentes a Macri no se cayó ni se caerá. El problema del macrismo es cómo recuperar el voto blando que se fue. Y ese votante del ballottage, que nunca fue macrista pero que sufragó por el ex presidente de Boca Juniors, hoy es el que está más enojado. Es el que engrosa el "no sabe/no contesta" de las encuestas cuando se le pregunta a quién votará en 2019. Es un espacio vacante que definirá al próximo jefe del Estado.
Aquellas palabras de Churchill convocando al sudor, a las lágrimas y hasta a la sangre tenía por detrás una de las claves para sobrevivir a una crisis: liderazgo para morigerar la incertidumbre. Como alguien citó, "la estrella, es que el líder se convierta en un maestro. Y Churchill no solamente era un gran orador, sino un mejor comunicador". Para convocar a la austeridad extrema, al déficit cero, hay que tener autoridad. No es para cualquiera.
El caso del gobierno es inédito en el sentido de que no hay un horizonte verbalizado de bienestar. Han fallado tanto los eslóganes previos que ya ningún ministro, ni el propio presidente, publicitan una luz al final del camino. De tanto decir que "lo peor ya pasó", no se animan a pronosticar que mañana será mejor.
Eso también influye en la grisura de los tiempos que corren. O en las encuestas que ya no dicen que el futuro será mejor que el presente, el gran santo y seña de Cambiemos, que le permitió ganas las elecciones en 2017.
Nunca hay que subestimar las capacidades de quienes tienen las riendas del Estado, a la hora de las reconstrucciones. Por algo, el nuevo llamador de Macri es el de "piloto de tormenta". En la crisis también hay oportunidad. Y más cuando la oposición no hace ni cosquillas.
Macri quiere ser reelecto. No hay María Eugenia Vidal posible en su lugar. Ella también ha caído en las encuestas. Se escribió hace algunos meses en esta columna: no hay Vidal sin Macri. Y no hay nuevo gobierno de Cambiemos en la Nación sin la provincia de Buenos Aires. Y ahí sí que esté en problemas la Casa Rosada, sobre todo en el conurbano. Aun en caída, Vidal es la única que puede evitar una derrota allí.
Y ahí aparece el principal problema del peronismo, que no está habituado a sobrevivir afuera del poder, pero que se acostumbró a perder elecciones. Desde 2011 que no triunfa ni en la Nación ni en el principal distrito' del país. Por eso, se repiten en los últimos días los rumores sobre ofrecimientos a extrapartidarios u outsiders que poco tienen que ver con el peronismo. Desde Marcelo Tinelli hasta Miguel Lifschitz.
El "todos unidos triunfaremos" parece haberse convertido en una cita de museo.
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