El inicio del año nos sitúa, otra vez, frente a un hecho trágico relacionado con el consumo de drogas. La muerte de dos jóvenes, de 20 y 34 años, una de ellas de nuestra ciudad, ocasionadas por el consumo de sustancias sintéticas en una fiesta, nos interpela a varios niveles. Familia, comunidad, estado, empresas: ¿Qué es lo que se pone en evidencia cuando este tipo de hechos descorre los velos que apenas disimulan realidades innegables? ¿Qué vemos cuando decidimos ver?
En primer lugar, debemos entender que el consumo de drogas es un fenómeno complejo que, dentro de una misma matriz, adopta modalidades con distintos grados de sofisticación. De ese modo, atraviesa barreras sociales y etarias a un ritmo cada vez más acelerado. No nos sirve pensarlo desde la estigmatización social o geográfica, y debemos abordarlo desde lo público con diferentes estrategias. Por supuesto, debemos mejorar los mecanismos de control, para los que existen herramientas pero requieren, como mínimo, de mayor firmeza. En el caso de las drogas sintéticas, o "de diseño", creo que el control debe enfocarse en las sustancias que se requieren para su fabricación: los precursores químicos. Por eso presenté el año pasado un proyecto de modificación de la ordenanza 9155, que fue aprobado por el Concejo en agosto. A partir de ese momento, el Ejecutivo municipal, a través de mecanismos de control a comercios e industrias, debe informar sobre el manejo de químicos susceptibles de abastecer la fabricación de drogas sintéticas al Registro Nacional de Precursores Químicos (RENPRE). Es fundamental, entonces, que los controles se sostengan y la articulación con la dependencia nacional sea ágil.
En paralelo, desde el estado deben elaborarse y ejecutarse políticas de prevención a largo plazo, orientadas fundamentalmente a niños y jóvenes. Y esa matriz de la que hablamos es la clave para el abordaje: el consumo de drogas no es extraño al paradigma que nos atraviesa como sociedad, donde permanentemente somos incitados a comprar objetos que prometen completarnos como personas. En ese marco, la sensación de frustración nos hace susceptibles a depender no solamente de sustancias, sino de situaciones nocivas: adicción tecnológica, laboral, alimenticia, a las compras... problemáticas que nuestra sociedad dice atacar, pero al mismo tiempo propicia. Desde ese enfoque comencé a trabajar el año pasado en el Foro para la Prevención de Adicciones, un programa que comprende: talleres para niños que cursan 6° grado en escuelas de diferentes zonas de Rosario, encuentros en el recinto del Concejo y acciones culturales. El eje de trabajo tiene que ver con mostrarle a los chicos que, por una parte, las adicciones pueden ser múltiples y, por otro, que el narcotráfico es una maquinaria perversa a la que no le interesa su futuro, y que ellos tienen un arma poderosa para resistir: DECIR NO. Más de 300 chicos rosarinos participaron en 2016 de los 10 talleres y los dos encuentros en el Concejo. También sus docentes trabajaron para guiarlos en la preparación de trabajos sobre el tema, y las autoridades de los colegios recibieron la propuesta con entusiasmo. A través de la lectura del cuento "El Otro Espejo", escrito por la escritora rosarina Patricia Bottale que ya fue editado por Editorial Homo Sapiens, trabajamos con los alumnos sobre las decisiones que afectan el futuro, y el "NO" como posición frente a quienes quieren hacer un negocio arruinando la vida de otros. También trabajamos junto a Eduardo Ceballos, director teatral rosarino, para que adapte la obra "Zapatones", a fin de sumarla como acción cultural de este programa. El 1º de julio y el 29 de noviembre realizamos los encuentros de alumnos en el recinto de sesiones, para compartir los trabajos que realizaron sobre el tema. Allí obsequiamos también el juego denominado "Yo Elijo", que elaboramos especialmente para que las docentes tengan una herramienta de abordaje y puedan seguir trabajando. Los colegios que participaron pertenecen a distintas zonas de la ciudad: Nicasio Oroño (Empalme Graneros), Sargento Cabral (Puente Gallego), Adoratrices (Centro), 9 de Julio (Alberdi) y María Auxiliadora (Centro) Paulo VI (Empalme Graneros), Nº 1.344 Bilingüe Taygoyé (Barrio Toba), Nuestra Señora de Itatí (Las Flores) y Nº 61 Juan Lavalle (La Tablada). En 2017 seguiremos sumando escuelas y actividades a este trabajo, que es un aporte más en una lucha tan titánica como imprescindible.
En lo que respecta a la postura que trabaja sobre la "reducción de daños", y que se enfoca fundamentalmente en la disminución de los efectos nocivos del consumo de cualquier sustancia psicoactiva, pienso que debe ser tenida en cuenta simultáneamente con un profundo trabajo en políticas públicas orientadas a la prevención.
El poder que enfrentamos es enorme y destructivo, y su alcance nos lastima todos los días, cobrándonos nada menos que la vida de quienes más debemos cuidar: nuestros niños y jóvenes. No dejemos de ver, aunque la realidad nos duela. El consumo de drogas no es un emergente que debe preocuparnos solamente cuando se hace tapa de los diarios. En el caso del Estado, sobre todo de los distintos niveles del Poder Ejecutivo, esta problemática debe dejar de ser un simple lema de campañas aisladas para pasar sí o sí a ser el objeto de una permanente y sostenida política pública en favor del futuro.
¿Cómo será esa política pública? Seguramente una política de prevención y reducción de daños con el Estado como actor central. En definitiva con políticas de salud pública, educativas y culturales. ¿Quién si no el Estado?