La despedida del año fue mala y Newell's cerró un semestre de rendimientos pobres y escasas satisfacciones. Los mismos jugadores y el entrenador sostuvieron en reiteradas ocasiones que los resultados son capaces de colaborar en este complejo momento institucional. Siendo así, la derrota en el clásico golpeó duro en el ánimo del hincha propenso a cuestionar toda gestión dirigencial, pero que habitualmente recién se expresa con mayor énfasis con un marcador adverso, más aún frente al clásico rival. Más allá de la escasa tolerancia que impera cuando se pierde y no admite matices, en el medio de los cuestionamientos aparecen Juan Manuel Llop, algunos jugadores y, obvio, la comisión directiva. Cada uno con el grado de responsabilidad que le corresponda tiene que capear este temporal, consecuencia de la negativa actuación del domingo, pero también de lo que no se hizo bien en este tiempo.
El entusiasmo que habían dejado los rendimientos contra River y Racing no se repitió en el Gigante. Ayer era la oportunidad de terminar el año de la mejor manera, ya sin los fantasmas sobre la continuidad del cuerpo técnico encabezado por Juan Manuel Llop. La recta final del torneo requería de otra clase de respuesta y la Lepra la tuvo en los dos partidos anteriores. Faltaba el último desafío para llegar al receso de la Superliga con un mejor semblante después de un torneo en el que anduvo a los tumbos.
Pero el equipo rojinegro no estuvo a la altura de tamaño desafío. La falta de calidad del equipo quedó expuesta con crudeza y conspiró en buena medida para resolver un encuentro friccionado, sin grandes lucimientos y que se definió por la mínima diferencia. La línea de juego que Newell's expuso en determinadas ocasiones en encuentros anteriores, con circulación y toques, no apareció ni por asomo.
Era el partido que tanto esperaba Brian Sarmiento. Y era la prueba más importante desde que se puso la camiseta rojinegra. Debía demostrar, y demostrarse, que era capaz de convertirse en el líder del grupo adentro de la cancha. Por lo visto, quedó en deuda. Su influencia fue nula, como también fue poco lo que mostró desde que llegó a Newell's. Todo referente tiene una exigencia mayor, en las buenas y en las malas. Y es evidente que el reclamo de la hinchada rojinegra después de lo sucedido ayer será mayor con el mediocampista. Tiene con qué para rendir mejor. Lo deberá poner de manifiesto.
Terminó siendo el juvenil Braian Rivero, al fin y al cabo una de las pocas apariciones del equipo en el torneo que promete, quien al menos intentó darle claridad al juego. Ratificó que es de las escasas presencias de un conjunto sin nombres rutilantes al que Llop no le termina de encontrar la vuelta para hacerlo utilitario.
Futbolistas como Juan Ignacio Sills, Víctor Figueroa, Mauro Guevgeozian y Héctor Fértoli defeccionaron ayer, algo que fue habitual en este torneo. Transitan por una etapa donde cada vez son más resistidos y tendrán que sacar fuerzas de flaquezas para revertir esa animosidad de la tribuna.
La escasa jerarquía del plantel es un problema para Llop. No tiene jugadores ni en calidad ni en cantidad. Intentó con juveniles, pero no todos rinden. A otros les falta roce. Pero la misión del entrenador es agudizar el ingenio y enderezar el rumbo con lo que tiene. Los apenas 13 puntos conseguidos en 12 fechas hablan a las claras de que quedó en deuda.
Llop fue víctima de sí mismo y de la historia reciente. Newell's volvió a caer contra Central y eso resulta intolerable para el simpatizante leproso. El entrenador no fue responsable del pasado, pero sí de lo sucedido ayer.
Es inevitable que el clásico marca generalmente un antes y un después. Si Llop era mirado de reojo, y así algunos jugadores, el traspié de ayer no los ayuda. Sólo les queda crecer.