Más tarde o más temprano nos enteramos este miércoles de dos noticias ligadas a la política educativa de este país. Una, la de la renuncia a su cargo de la viceministra de Educación de la Nación, Adriana Puiggrós. Una pedagoga reconocida en todos los niveles de enseñanza quien le había manifestado en junio a La Capital que las prioridades del gobierno serían "la salud y la alimentación de los chicos". La otra, que el ex ministro de Educación, Esteban Bullrich, hoy senador nacional de Juntos por el Cambio, dejó una foto de sí delante de la pantalla durante una transmisión de Zoom, con la que simuló estar presente en el plenario: una acción común entre adolescentes.
Conocer una y otra noticia siempre es más fácil y rápido que analizar. ¿Vamos por la primera?
El 10 de agosto, el referente de la Garganta Poderosa, Nacho Levy, había anunciado con dureza lo que luego fue un hecho: la interna en la cartera educativa íntegramente conformada por profesionales probos, pero como todos los equipos del presidente Alberto Fernández, con mayoría de porteños.
"(Adriana) Puiggrós, (Pablo) Gentili, (Graciela) Morgade, (Graciela) Diker, (Diego) Golombek, ¿quién podía estar en contra?", se preguntó Levy sobre quienes secundaron al ministro Nicolás Trotta en el Palacio Pizurno; un hombre del riñón de Alberto Fernández (fue subsecretario de su jefatura de Gabinete durante el kirchnerismo). Alguien que tanto podría haber ocupado en máximo sillón de Educación como el de otro ministerio.
Pero Educación no es cualquier cartera, ni para cualquiera. Necesita inversión y gente indiscutible al frente. Más, como dijo Levy, cuando hay "miles y miles de infancias en los barrios populares", que están a la espera de la continuidad escolar y no les llega la conectividad. Más cuando aún falta invertir el 50% del presupuesto para "Infraestructura y equipamiento", el 53% para "formación tecnológica" y el 67% del "Plan Nacional de Educación Digital".
Basta leer la crónica del 4 de julio en la sección Educación de este diario sobre el comedor barrial que sostienen dos veces por semana maestros y vecinos del barrio Las Flores, para entender que esas desigualdades y necesidades se repiten también acá nomás.
Levy en aquella nota del 10 de agosto habló de "ilusión" y de "progresismo intelectual" pero también de una "selección" que nunca conformó equipo y disparó: "No tenemos ministerio de Educación".
Lo que se intenta decir acá es que se lamentan las rispideces y la ida de Puiggrós, de quien el presidente al presentar a su gabinete en sociedad dijo el 10 de diciembre pasado "no hace falta que la presentemos".
Se lamenta porque se necesitan buenos cuadros educativos en el país, que tal vez no sirven tanto a la políitica partidaria pero si a la política entendida como camino de igualdad de derechos. Y que todas las infancias puedan tener clases con los mismos recursos vaya si lo es. Tanto como que los docentes puedan dar clases en un pie de ecuanimidad de recursos: no algunos por Zoom y otros, como pueden, encargándose además de los comedores y el consumo (de "poxirrán", según apuntó Levy) de sus alumnos.
Que se vea bien esta doble foto que se trata analizar acá. No se pide por un ministro que no se sabe si estuvo a cargo en Educación en persona o dirigió la cartera desde una gigantografía (hasta la imagen de un Cristo a sus espaldas, parece no poder creer lo que hace Bullrich) . No se pide por alguien que en 2016, durante la 22° Conferencia Industrial Argentina organizada por la Unión Industrial Argentina (UIA), dijo muy suelto de cuerpo: "No les hablo como ministro de Educación, sino como gerente de Recursos Humanos”. Ni siquiera se pide por un legislador que hace días propuso recortar los sueldos de empleados estatales hasta un 20 por ciento.
Sólo se pide más inversión y la mejor gente para Educación, un ministerio que tendría que estar a cargo de gente indiscutible.
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