Polarización ideológica en Estados Unidos

Si en inglés "con" y "pro" son opuestos, ¿es el Congreso lo opuesto al progreso? Ese viejo chiste político me vino a la mente mientras revisaba el informe recientemente publicado del Pew Research Center sobre la polarización política del público americano.

El informe confirma lo que todos sospechábamos: "Republicanos y demócratas están más divididos a lo largo de líneas ideológicas que en cualquier otro momento en las últimas dos décadas". Este fenómeno merece nuestra reflexión crítica porque la polarización de la política americana a lo largo de contornos ideológicos resulta en un gobierno disfuncional donde las diferencias políticas son insolubles y nada se logra.

Las diferencias políticas pueden producirse por razones diferentes a la ideología, tales como la búsqueda de favores, seguir a un líder carismático, influencia de la prensa, y cosas de ese tipo. Sin embargo, la nueva división americana aparenta ser ideológica, específicamente sobre lo que constituye el papel legítimo del gobierno en nuestras vidas. El mencionado informe de Pew muestra que la proporción de americanos que expresan opiniones consistentemente conservadoras o consistentemente liberales se ha duplicado durante las últimas dos décadas. En otras palabras, ideológicamente nos hemos convertido en mucho más rígidos, y la coincidencia ideológica entre los dos partidos ha disminuido.

Actualmente, el 92 por ciento de los republicanos están a la derecha de la media demócrata, comparado con el 64 por ciento hace veinte años. Y el 94 por ciento de los demócratas están a la izquierda de la media republicana, cuando era un 70 por ciento en 1994. La animosidad partidista se ha incrementado en cada partido, y los electores con una visión altamente negativa del partido opuesto se han más que duplicado.

Los académicos argumentan sobre si la polarización política se origina con las élites, de arriba hacia abajo, o con la población, de abajo hacia arriba. Las implicaciones de la polarización política no son necesariamente claras. Desde la perspectiva de los que favorecemos un gobierno limitado, la inactividad legislativa que impide el crecimiento de los gobiernos es un buen resultado. Si una perjudicial deuda nacional de Estados Unidos de $151,000 por contribuyente significa eficiencia gubernamental, entonces sería preferible la paralización legislativa. Por otra parte, la división pública en los asuntos internacionales puede socavar la tenacidad de una nación, fortalecer a los enemigos y desanimar a los aliados.

Antes de demonizar la polarización ideológica, consideremos cómo podría acrecentar la responsabilidad de los políticos con los electores. Cuando se trata de asuntos que enfrentan a la nación, encontrarse ideológicamente en el medio no necesariamente conduce a legislación de elevada calidad. Los políticos deben gobernar eficazmente y ocuparse de los asuntos de la población; gobernar eficazmente no requiere la promulgación de grandes cantidades de nueva legislación. Aceptemos también que, no promulgar innecesariamente nueva legislación, es de por si, una acción legislativa legítima y decisiva.