"¿Que es esto de Pokémon Go?", pregunté a mis hijos adolescentes. Ambos, un tanto entusiastas, recordándome la historia de estos "bichitos" de su propia infancia, me contaron acerca de la realidad aumentada y de un juego que, en principio, me costó entender: recorrer las calles, teléfono en mano, en busca de personajes virtuales a fin de capturarlos.
Como madre, intentando ser joven y piola, seguí la explicación al pie de la letra, tratando de encontrar sentido al relato y al esparcimiento en sí, pero juro no lo encontré. Más sorprendida aún quedé cuando me dijeron que ya habían visto a varias personas caminando por el bulevar Oroño "cazando" a Pikachu.
Como todo juego es un recreo para disfrutar del tiempo libre, sin lugar a dudas, pero me asombra que los jóvenes, y los no tanto, busquen las pokeparadas y a un tal Charmander en el medio del living de la casa.
Superada mi sorpresa inicial, me pregunto cómo aprovechar ese entusiasmo en la escuela secundaria, consensuada a mediados de siglo XX con dos grandes fines: la apropiación de cultura general y la inserción al mundo laboral. Pasado unos 60 años, hoy estos objetivos deben replantearse. Está más que claro que ningún joven podría insertarse en un trabajo apenas salido del nivel medio y la cultura que ha recibido no sólo es escasa, sino memorística y arbitraria, lejos de la realidad que transita a diario. En un mundo complejo, de la mano de múltiples pantallas, me cuestiono si sirve seguir sosteniendo un aula tradicional con el claro interés que los alumnos miren el frente en silencio y escuchen a un docente expositor.
La pregunta obligada es si la escuela puede planificar otras formas de enseñar y de aprender. Y si bien hay cientos de ejemplos de prácticas innovadoras, algo está pasando que no pueden "viralizarse" a fin de contribuir al mejoramiento escolar.
¿Podrá un docente crear su propio Pokémon Go a fin de enseñar a los estudiantes sin martirizarlos con una escucha rígida y obligada? Si este juego ya superó en las búsquedas de Google a la palabra porno y a las aplicaciones Whatsapa, Tinder y Snapchat, ¿por qué no aprovechar este interés y beneficio en pos de mejorar la clase?
Hoy por hoy no es fácil estar en el aula frente a jóvenes tan distintos a lo esperado y con intereses tan diversos en una institución que no puede innovar rápidamente. Sin embargo, algo tenemos que hacer porque esa es la tarea de los profesores, hacer la clase más amena, proponer nuevos vínculos al interior del aula, basado en los intereses de los alumnos a fin que disfruten el estar en la escuela.
Para que la actividad docente sea placentera, será necesario plantearse qué hacer con estos jóvenes, que viven atravesados por múltiples realidades, a veces aumentadas y otras disminuidas por las circunstancias contextuales. La cuestión es mirar a nuestro alrededor, por fuera de los Pokémon.