Esta semana, pasaron cosas en la política santafesina. A medida que los relojes aceleran el pulso electoral, los posicionamientos salen del freezer y las definiciones van tomando color.
Por Mauricio Maronna
Esta semana, pasaron cosas en la política santafesina. A medida que los relojes aceleran el pulso electoral, los posicionamientos salen del freezer y las definiciones van tomando color.
De pronto, y sin demasiados prolegómenos, el Senado le votó a Miguel Lifschitz la posibilidad de endeudamiento por 500 millones de dólares. Un gol de media cancha para el gobernador. Se lo dio una Cámara opositora, a menos de un año de las elecciones ejecutivas. El único que no se sumó a levantar la mano fue el senador del departamento Castellanos, Alcides Calvo, quien está alineado con Omar Perotti.
Se escribió el jueves en esta columna que Perotti había mantenido una reunión intensa con el senador provincial Armando Traferri, en la que se pasó repaso a la agenda peronista. El rafaelino llegó a la reunión con una declaración formulada 24 horas antes por Traferri, habilitando la posibilidad de un frente más amplio que incluya al socialismo y a algunos radicales. Algo que Perotti jamás aceptará.
El endeudamiento aprobado a Lifschitz es otra señal de apoyo de los senadores peronistas, aunque el regalo que hubiera preferido el gobernador tiene que ver con la reforma constitucional. Demasiado caro para estas circunstancias políticas y de calendario que se vive en la provincia.
Al tiempo que el gobernador recibía el espaldarazo monetario valuado en 500 millones de dólares —si es que toma deuda por ese valor—, desde el Ejecutivo nacional volvieron a blandir las espadas y poner en falsa escuadra la relación con Lifschitz.
Otro cruce
Macri no anduvo con vueltas: lo acusó de decir una cosa desde Arroyo del Medio hacia la ciudad de Buenos Aires, y otra desde Arroyo del Medio hacia Rosario. Macri y Lifschitz se llevaron bien cuando ambos eran intendentes, pero nunca lograron repetir la relación desde que subieron las escaleras del poder.
Lo que dijo el presidente de la Nación no es nuevo. Es la visión que tienen en Balcarce 50 del gobernador desde el momento en que el país seguía las andanzas de los prófugos Lanatta y Schillaci. Lo curioso es que, luego de aquellos tambores de guerra entre Nación y provincia, hoy la relación entre Patricia Bullrich y Maximiliano Pullaro es muy buena.
Hasta políticamente sorprenden las críticas recurrentes de Macri a Lifschitz, que se hicieron más visibles cuando el presidente dijo que el gobernador era el más renuente "a trabajar en equipo". Si lo que más le conviene electoralmente a Cambiemos es dispersar el voto opositor en viarios segmentos ideológicos, una posición sólida de la centroizquierda resultaría indispensable. Y lo único que tiene ese vector ideológico gobernando algún territorio es el Frente Progresista. O sea, Lifschitz.
"Esa es un nivel de análisis lógico, pero con Mauricio (por Macri) no va. El sostiene que Lifschitz le pone la mejor cara y le dice que que sí cuando están reunidos, pero después no cumple con lo acordado. Las diferencias son más personales que políticas", refiere un diputado nacional que parece estar al tanto de los humores presidenciales.
Si es por lo que se dice en la Casa Rosada, no hay demasiados aportes para la carrera preelectoral santafesina. "Con los quilombos que tenemos no podemos ponernos a pensar en la táctica para Santa Fe y Rosario. Si son dos lugares a los que vamos a apostar todo para ganar. Se puede ganar", amplió la fuente.
Mientras Mario Barletta está lanzado y no lo oculta, José Corral parece haber bajado un cambio. "Recién sobre fin de año lo voy a decidir", apunta el intendente, que parece haber jugado todas las fichas a las declaraciones rimbombantes: apoyó que las retenciones no suban y se metió en una pelea cuerpo a cuerpo con las autoridades de la EPE.
En Cambiemos, falta que el PRO ponga en cancha su candidato, caída la oportunidad de Luciano Laspina. Federico Angelini quiere jugar esa partida. Y Lucas Inccico tampoco lo descarta: "Estamos armando y viendo". Uno es diputado provincial y el otro diputado nacional. En ámbitos empresarios, se mencionaba la posibilidad de poner en cancha un postulante vinculado a una empresa aceitera, un símil de lo que en algún momento hizo Roberto Urquía, de General Deheza, en la provincia de Córdoba, pero para senador. Se verá.
A la provincia de Santa Fe ha regresado el escenario de tres tercios, y todos buscarán sacar ventajas de los detalles. Como en los partidos de fútbol en los que ninguno de los dos equipos desnivela. Sin reforma constitucional ni reelección a la vista, el gobernador Lifschitz pica la aceituna nacional con recurrentes encuentros destinados a convocar peronistas no kirchneristas, progresistas de toda laya y massistas bonaerenses. No fue al último encuentro Martín Lousteau.
Lousteau cree que el sujeto político que debe abrevar en la Argentina para competir con Macri es "un ala izquierda de Cambiemos", ve con buenos ojos que allí puedan estar Lifschitz y Margarita Stolbizer, entre otros, pero no juega las mismas fichas para cerrar un acuerdo con Victoria Donda, también entre otros. Y otras.
Mientras, el gobierno nacional cambió de estrategia para intentar amortiguar el futuro posible. Sus voceros ya no hablan de "segundo semestre" lustroso, "lluvia de inversiones", "mejor equipo de los 50 años" o excentricidades por el estilo. Marcos Peña ha dicho que lo peor no pasó, Dante Sica lo mismo. Parecen estrategias destinadas a pronosticar males mayores, pero en el fondo esperando que no todo sea tan negro y, así, reposicionarse.
Evaluando lo que pasó con aquel catártico optimismo de Cambiemos, y esta realidad de ajuste, recesión e inflación, bien vale quedarse con esa canción de Estelares, que dice: "La ventana daba al mar, ahora hay tormenta de arena".