Un bar puede ser un buen sitio para pasar desapercibidos, deben haber pensado. Pero no tuvieron en cuenta que pese al bullicio un oído indiscreto, para no aburrirse, escuchaba sin perder detalle. No voy a llegar. Es mucha plata, se excusó listo para regatear el potencial comprador. Pero al final hubo acuerdo. Coima razonable mediante en el camino, claro. Mientras la oreja prestada sorbía lentamente el cortado recordó que estaba en una ciudad fenicia donde la mafia supo hacer estragos. Hoy, afortunadamente, los narcos que en sus enfrentamientos a sangre y fuego dejaron largas filas de cadáveres en las calles terminaron derrotados. Funcionarios sin lustre "juran y perjuran" que limpiaron la Chicago argentina. Que la inocencia les valga. Todo es política vil y Justicia veleta. Los dos tipos brindaron con etiqueta azul y comentaron como quien oye llover que la planta de reciclado de agujas para inyecciones convencionales funcionaba, y bien protegida, nada menos que en un local cerca del centro con gente que a sabiendas de lo que les conviene jamás dirán una palabra sobre su criminal ocupación. El mercado, con su ansia de codicia eterna, dicta los pasos a seguir. Aunque la recompensa consista en billetes manchados. Pero ya se sabe que sólo mueren los tontos. En el mundo más de ocho billones de personas utilizan jeringas al año. Y resulta fatal para un millón trescientas mil. No todos emplean jeringas automáticas de uso único. Son mucho más caras. Pero nada es gratis en este mundo. Si son descubiertos, recibirán una palmada y una multa que les permitirá seguir con el juego de la muerte. Pide a la moza que le cobre y mientras rebusca en el bolsillo piensa que mejor no hubiera escuchado. Pasó hace mucho tiempo y tal vez lo soñó, se dice. Sí, lo soñé. Ojalá que sí.