La exagerada semejanza entre los árboles nos ha obligado a observar el bosque.
La exagerada semejanza entre los árboles nos ha obligado a observar el bosque.
Más allá de las denuncias y las culpas, de las certezas y las sentencias, un escenario de actores tan parecidos en virtudes supuestas como en debilidades reales nos empuja al escepticismo. Nos cuesta descubrir valores para respetar.
Escépticos —cuando creímos nos engañaron y ahora protegemos nuestra fe del ataque de nuevos predicadores—, pero ya no cínicos como en algún ayer no lejano en el que creímos que se podía vivir sin la política. Apasionados por el debate de las ideas hoy ausente y recelosos en la elección de los candidatos que, siendo tantos, ni siquiera alcanzan.
Aprendiendo que los expertos en acusaciones no suelen serlo a la hora de ejecutar, que la virtud de la ética no sirve para encubrir conservadores elegantes, que en este equipo los jugadores de tanto agredirse entre ellos no están en condiciones de salir a enfrentar la realidad...Y que dime de qué alardeas y te diré de qué careces, murmuraban las abuelas.
Las instituciones son tan virtuosas como los hombres que las integran, de tanto no respetarse entre ellos se les fueron menguando los respetos de la sociedad.
Vivimos, en consecuencia, una etapa de odios decididos y firmes y de lealtades dudosas y oscilantes. Sabemos en demasía lo que no queremos soportar más, dudamos siempre de los que nos dicen ser demasiado diferentes y no logramos superar la sospecha de que además de parecidos resulten iguales. Entre la claridad de los que intentamos derrotar y la tibieza de fe en los que podemos elegir, allí se extiende la enorme meseta de la duda.
Sin embargo, hubo un antes donde la esperanza en nuestra causa nos llevaba a olvidar la dimensión del enemigo. Eran los tiempos juveniles de los sueños; ahora, nuestra patria, nuestro continente, viven el momento de ingresar en su madurez.
Las exageraciones conviven hoy con la cordura en distintas dosis según la injusticia que impere en cada sociedad y los dolores y rencores que arrastre. Casi nadie repite recetas pasadas, se mantienen los rótulos, pero hasta los amantes de las dependencias coloniales carecen de colonias exitosas para citar de ejemplo. Y hay desmadres. Aun así los Estados prueban los excesos de sus poderes con más mesura que aquella con que los mercaderes sembraron miseria en tiempos de consensos y privatizaciones.
Los empresarios que ayer se reunían en Davos como senadores romanos para diagramar el imperio con los excesos que les permitió la caída del muro necesitan hoy de los Estados como último sostén de la caída de las Bolsas. El Estado y lo privado, ambos son necesarios, cada sociedad debe develar la ecuación más coherente a su realidad.
El crecimiento que no incluya a los necesitados sólo aumenta la injusticia. La ganancia es un importante motor para la producción de riquezas, los Estados suelen caer en las decadentes burocracias, pero el límite impuesto por los Estados es lo único que impide al fuerte destruir al débil. En muchos casos, el inversor es una versión edulcorada del antiguo invasor. Hubo tiempos en que los marginales y los pobres fueron una minoría en proceso de integración, vivimos un presente que los convierte en un dolor y en un riesgo que en lugar de resolverse se acrecienta.
Pensar la sociedad como un todo es la responsabilidad de una clase dirigente que todavía no comenzó a ocuparse de su real tarea. Por allí pasa el lugar de nuestras necesidades, de nuestros sueños y de nuestras pesadillas. Y en las elecciones que vienen, en la mirada hacia un mañana mejor, casi no hay propuestas.
Asumida y aceptada la derrota oficialista a nivel nacional y vista la dispersión opositora, nuestra dirigencia habrá logrado gestar una derrota colectiva. Una dirigencia política fundacional debe hoy ocuparse de escribir el libreto del futuro deseado y, hasta el momento, no dejan de ser parte de un ayer no explicado.
Quien no entiende su pasado hipoteca su futuro, pero no superar su comprensión es una manera trágica de encarnar la decadencia.
Al votar, exijamos que vuelvan a sus cosas. Ellos y nosotros lo necesitamos.
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