Pasaron las primarias en Santa Fe, vienen las generales en Córdoba, y otra derrota de Cambiemos. Serán los comicios del domingo un punto de inflexión en el horrendo micromundo del peronismo federal, que nunca termina de arrancar. O lo ordena el victorioso Juan Schiaretti o no hay Roberto Lavagna que valga.
A Mauricio Macri lo convencieron de que tenía que salir a convocar a la oposición para evitar seguir cayendo, con un trabajo previo de Rogelio Frigerio destinado a ablandar corazones. En Argentina, un supuesto Pacto de la Moncloa trucho y un vaso de agua no se le niegan a nadie.
Sea como fuere el final de la historia, se aproxima el momento de la definición: el 12 de junio cierra el plazo para inscribir alianzas y el 22 de junio —seis después de las elecciones santafesinas— se clausura el tiempo para anotar las listas.
El gobierno ingresa en la etapa final de una gestión pobrísima en lo económico, y buena en lo que refiere a otras acciones —como la libertad de prensa y el acceso a la información—, que poco importa al común de la gente. Pero, también se introduce en el tramo final de una estrategia que le está dando resultados: competir con Cristina Kirchner y dividir el escenario opositor.
La de Santa Fe fue la séptima derrota consecutiva del oficialismo nacional en elecciones a gobernador (Neuquén y Río Negro), Paso provinciales (Chubut, Entre Ríos, Santa Juan y Santa Fe) e internas de Cambiemos (La Pampa). Hasta aquí se produjeron también cuatro Paso municipales en Mendoza y siete elecciones a Intendente en Córdoba. De las once, el PJ ganó en nueve, el socialismo en una y en la restante, el radicalismo tradicional se impuso sobre el PRO.
Los antecedentes no vienen siendo buenos para el macrismo y no lo serán desde el punto de vista de la economía. Macri no será reelecto por la economía, pero sí podrá perder por la economía. Ahora bien: la reaparición de Cristina en formato de libro puso y pone sobre escena a la Cristina de siempre, aun más resentida.
Resulta hasta graciosa la coptación de algunas encuestadoras que salieron a ajustar números a pedido del gobierno. Una de ellas primero dijo que Cristina le ganaba a Macri por nueve puntos, pero ante el escándalo apareció otro muestreo de la misma empresa que redujo el margen a cuatro puntos. Ensayo general para la farsa actual. Imagine el lector el festival de encuestas que están por venir.
En los próximos 40 días Cristina definirá si es candidata o no, Macri confirmará que irá por la reelección, salvo un episodio impensado que cambie su candidatura por la de María Eugenia Vidal. Y a Lavagna se le habrá terminado el tiempo de latancia. La política se pondrá al rojo vivo, y las especulaciones dejarán de ser tal cosa.
Es muy curioso el modo de gobernar que tiene Macri. Pese a la caída de la gestión y, por consiguiente, de su imagen pública, no modificó el gabinete. Cualquier otro presidente, en cualquier otra circunstancia, hubiera cambiado nombres. Por esta particularidad del jefe del Estado ha sobrevivido Nicolás Dujovne, un mal ministro que, sin embargo, no le genera tirria a Macri, como sí sucedía con Alfonso Prat Gay. Cuanto más chato, mejor.
La decisión del presidente de la Nación de convocar a la oposición a un acuerdo político puede resultar tardía, pero es inteligente. Qué mejor manera de esconder un elefante que adentro de un espacio determinado con muchos elefantes.
Esto que a las apuradas intenta conseguir el gobierno —a cuatro meses de las Paso— es lo que le propuso mucho antes Emilio Monzó. Aunque, lo del presidente de la Cámara de Diputados, era aun más novedoso. Monzó quería que un grupo de peronistas se incorpore al Ejecutivo, inmediatamente después de los comicios de 2017, para ampliar la base de sustentación de Cambiemos y no sufrir ulterioridades con alguna candidatura alternativa.
Vengan todos
Es lo que hoy pretende hacer un sector de Cambiemos, convocando a referencias panperonistas —como Lavagna— para ampliar la coalición. El siempre saltarín político Martín Lousteau pretendió instalar la misma idea. Incluso, el ex ministro de Economía de la resolución 125 y del kirchnerismo, le propuso esa instancia a Miguel Lifschitz.
Poco a poco, la UCR pasó a mover un poco el mantel tras años de "sí Mauricio". Saben los radicales que, aun ganando Macri las elecciones, el país se convertirá en ingobernable a futuro con esta política económica de ajuste sobre el ajuste. Hasta ayer nomás, se hablaba en las mesas radicales de una fórmula conjunta entre Vidal-Alfredo Cornejo. Macri parece haber capeado el temporal
Al fin, se dio cuenta de que él mismo resultaba un pelotazo en contra para las aspiraciones de continuidad de Cambiemos. La convocatoria al diálogo, el intento de ponerle límites a los precios desbocados en las góndolas y cierta subordinación gestual a los socios resultan admisiones de su mala praxis. O cambia o lo cambian. Y en eso está.
Lo que viene es muy atractivo para el análisis político. La cuenta regresiva ha comenzado. A comprar pochoclo, que se vienen semanas intensas.