Hasta los propios, los del palo, les dicen a los funcionarios del gobierno: así como está, la economía no va a ningún lado bueno. Al gobierno no le importa: ganó las elecciones, el presidente tiene 52% de aprobación a su gestión y el peronismo ya se parece más a una confederación de partidos provinciales que al Movimiento Nacional Organizado que pujaba por el poder.
Argentina vive una situación inédita que, tal vez, pueda explicarse en un cambio cultural de esos que parten la tierra, que se convierte en bisagra histórica: a la hora del apoyo popular importa más la política que el bolsillo. Cambiamos. Esa zona de clivaje es la que está salvando al gobierno.
La mala performance económica del actual Ejecutivo no es materia opinable ni consecuencia de un apresuramiento periodístico, es una cuestión empírica. La inflación de diciembre será cercana al 3%, con lo que habrá una estimación anual del 24%. Desde el macrismo, el ministro Nicolás Dujovne había pronosticado un 17%.
Encima, luce bastante inexplicable el constante y sonante aumento de los combustibles. Aumentar la nafta es cono intentar apagar un incendio arrojando llamaradas por doquier: si aumenta la nafta, aumenta todo.
Es tan buena la situación política del gobierno que el peronismo parece un conjunto de partidos provinciales carente de capacidad de daño. ¿Alguien cree que el peronismo romántico de Juan Urtubey, el codobecismo amable de Juan Schiaretti y el eterno oficialismo de Miguel Pichetto pueden hacerle cosquillas a Mauricio Macri? Es al revés: en los territorios de los gobiernos peronistas más amigables con la Casa Rosada es donde Cambiemos arrasó. Hasta con el ex árbitro y gran contador de chistes, "Coneja" Baldassi.
Cambiemos se da hasta el lujo de tener a un diputado nacional como Pablo Tonelli, quien fue el sujeto emisor de una salvajada declarativa que generó polémica, pero no más allá de las redes sociales: "Los jubilados van a perder plata, pero no poder adquisitivo". ¿Qué sería de un legislador como Tonelli en un país normal?
A la par de esa boutade, se conoció el conchabo de la hermana del ministro Jorge Triaca en el Banco Nación. Si se compara el tratamiento mediático de los grandes diarios y canales de TV porteños de este caso con el nombramiento de la hija de Agustín Rossi, —también en el Banco Nación— se arribará a la pulimentada conclusión de que este gobierno no tiene de qué quejarse en ese ámbito.
Dicho todo esto, debe afirmarse también que, si se mejoran los índices económicos, hay Cambiemos para largo rato. Este cambio de época político tiene correlato en la provincia de Santa Fe, más puntualmente con la obsesión del gobernador Miguel Lifschitz en reformar la Constitución. "¿Sabe por qué los peronistas estamos renuentes a apoyar el proceso de reforma constitucional? Porque si se convoca a elección de Constituyentes, gana Cambiemos. No sé si Lifschitz se da cuenta de esto", le dijo a La Capital una referencia muy calificada del peronismo santafesino.
Frente a ese frente amarillo nacional, el peronismo se muestra endeble, casi nimio. Del "todos unidos triunfaremos" a los monobloques e interbloques, las formas más espejadas de la debacle. A esta altura del partido, nadie explica cómo hará el Partido Justicialista para evitar desaparecer del mapa, nada más ni nada menos que en la provincia de Buenos Aires.
El pedido de Pichetto para que Cristina haga rancho aparte le regalará el escenario a la ex presidenta para hacer oposición legislativa desde el 10 de diciembre. Eso sí, empiezan a aparecer algunos diputados y senadores que se dan cuenta del negocio que quiere urdir el rionegrino. Con Cristina en un mismo bloque o Interbloque, la jefatura de Pichetto cotizaría menos que un dólar violeta. Cristina está afuera de ese bloque, pero Carlos Menem adentro.
Debe decirse —por si alguien tiene dudas sobre la importancia del justicialismo a la hora de decidir cada proyecto de ley— que el peronismo es mayoría en ambas Cámaras legislativas y que su posición es determinante para todas las iniciativas que envía el gobierno. Pero, si sigue por estos andariveles, el 2019 no sólo consagrará la reelección de Macri en la Jefatura de Estado, sino que pasará Cambiemos a conducir Diputados y Senadores.
La "gran novedad" de estas últimas horas es que un grupo de gobernadores peronistas de provincias chicas, más Schiaretti, conformarán un Interbloque de 31 legisladores. La noticia, en verdad, tuvo más centimetraje en los medios que importancia real. Esos Estados federales, no mueven el amperímetro.
Lo explica el profesor Juan Carlos Torre: "¿Qué decir de los peronismos de otras provincias —no de la provincia de Buenos Aires— a los efectos de hacer conjeturas sobre el peronismo como movimiento político? Diría que esos peronismos son centralmente la cabeza de partidos provinciales que, a la manera de los neoperonismos de los años sesenta, acompañan desde una prudente distancia las tribulaciones del vértice del peronismo y concentran su energía política en las negociaciones con el gobierno central. Son actores secundarios en la resolución del conflicto".
Ese es el mayor riesgo que atraviesa hoy el PJ, el peronismo: pasar a constituirse en un actor secundario.