Actualmente, contamos con una infinidad de técnicas y metodologías que nos permiten analizar, diseñar, ordenar, operar y mejorar nuestras organizaciones. Entre otras, podemos encontrar metodologías ágiles y algunas más formales, tanto para la ejecución de los procesos operativos como para la gestión estratégica o de la innovación. Sin embargo, la aplicación y el uso de estas metodologías no es suficiente para lograr los resultados que buscamos.
Existen otros varios factores que, en mi opinión, son fundamentales para tener éxito en la mejora: las personas, el conocimiento de la organización, el manejo de la información y la administración de los riesgos.
A fin de implementar la mejora y la innovación en la organización, es necesario asumir riesgos. Asimismo, al abordar los cambios, debemos poner a la organización y a las personas que la conforman, en situaciones en las que quizá no se logren los resultados esperados, pero donde se disponga de todas las herramientas y los recursos necesarios para tener éxito.
En este contexto, si pensamos primero en las personas, es indispensable incluirlas en las propuestas de cambio y de nuevos desarrollos de productos, servicios o procesos. De esta manera, es posible lograr mejores resultados y más duraderos en el tiempo. Esto se debe, principalmente, a que es mucho más probable aumentar su compromiso/participación, pero también a que todos pueden aportar su conocimiento. Este se compone de experiencias e información externas a la organización, pero también de la experiencia y la información que adquieren dentro de la empresa. Aquí es evidente otro de los factores, el conocimiento.
La gestión del conocimiento es un aspecto que, al igual que la gestión de los temas vinculados a las personas, cuenta con un amplio desarrollo desde diferentes puntos de vista, teorías, metodologías, etc. Sin embargo, dentro de la gestión del conocimiento, también se incluye el manejo de la información. Y como ya sabemos, esto requiere de la tecnología de la información. En este ámbito, las opciones son prácticamente infinitas, tanto en cuanto al hardware como al software, pero la clave radica en la habilidad para elegir aquellas que realmente sean una herramienta para nosotros, es decir, que nos permitan alcanzar algún objetivo definido. En general, elegimos aplicaciones sofisticadas, frente a otras más simples que nos acercan a los resultados esperados. Perdemos de vista que muchas veces es mejor resignar funcionalidades y adoptar una aplicación realmente útil para las personas que la necesitan y que permita recopilar datos para transformarlos en conocimiento. Las herramientas de tecnología deben acompañar tanto las necesidades y los objetivos de las personas, la organización y las metodologías de gestión utilizadas, como el proceso de mejora mediante la implementación de cambios. Las metodologías ágiles son verdaderamente beneficiosas para muchas organizaciones y nos acercan al cliente, pero las aplicaciones que nos permiten recopilar datos operativos de manera ágil, son fundamentales para otras instancias, como el análisis y la toma de decisiones basadas en hechos. En última instancia, estas nos direccionan al logro de nuestros objetivos.
En definitiva, la clave es lograr dominar el arte de resignar lo perfecto y correr riesgos, para lograr resultados prácticos que nos lleven a una nueva realidad mejor.