—Ahora entendí la diferencia entre el gobierno nacional y los socialistas.
—Ahora entendí la diferencia entre el gobierno nacional y los socialistas.
— ¿Cuál es?
—Los de acá promocionan llevar la educación a lo más alto.
—¿Y los del PRO?
—Ponerla de rodillas y contra el suelo.
—¿Se refiere a la represión a los docentes que protestaron en Buenos Aires?
—Claro, pero algo de razón tienen.
—¿Por?
—Los tipos son vivos. Detectaron a tiempo una insurrección escolar.
—¿De qué habla?
—¿No vio lo sospechosa que es esa aula que pusieron? Es un germen de rebelión.
—Yo no veo nada raro. Parece una imagen clásica de un edificio escolar. No hay peligro ahí.
—Eso para usted, que siempre tiende a ver la superficialidad de las cosas. Ni se imagina lo que se esconde detrás de esas inocentes puertitas...
—¿Del aula itinerante?
—Mire cómo la llaman. Aluden a la posibilidad de movilización. Itinerar, moverse. ¿Se entiende?
—La verdad que no.
—Estos tipos querían tomar el gobierno y los descubrieron a tiempo.
—Pero si ahora les permitieron instalarse después de pedir permiso...
—Ve, ahí está la semilla de la insurrección. Coparon el espacio público y no los reprimieron, los cambiaron de lugar.
—Si, de la calle los llevaron al hospital o a la comisaría.
—No sea inocente, hombre.
—Esto es una bisagra en la historia. Acá se discute la continuidad de la democracia.
—¿No estará exagerando?
—No crea. Así empiezan las revoluciones.
—¿...?
—Un aulita itinerante, una carpita blanca y después ya es tarde.
—Me parece que se equivoca. Creo que era una protesta creativa y tampoco la toleraron.
—Y ya va a ver. Estos van a querer dar clases para impartir estas ideas.
—En definitiva es la función que tienen. Y la mayoría hace eso por vocación.
—Ve, son fanáticos. Quieren ir por todo.
—Pare, no se exalte. Son solo un grupo de maestros.
—¿Lo escuchó al presidente reprocharles que deberían enseñar con el ejemplo?
—Y, tal vez esta resistencia sea ejemplar.
—Con usted no se puede hablar de estos temas.
Traigan a un especialista
—Oiga, ¿ya encontraron al perito en ruedas que explotan en la ruta?
—¿Usted dice para investigar el accidente de Monticas?
—Ese mismo.
—Acuérdese que me debe dos explicaciones.
—¿Cuáles son?
—Cuénteme cómo resultó el sumario interno ese que ordenaron después del accidente.
—No lo pidieron.
—No me joda. Estoy hablando en serio. Hubo muchas muertes. Usted no se habrá enterado...
—¿Y la otra?
—¿Por qué demoran tanto en hacer esa pericia de la rueda que provocó el accidente?
—Probablemente porque eso pueda revelar que fallaron los controles.
—¿Pero ya hicieron esa pericia?
—No. Estaban buscando al especialista en ruedas delanteras izquierdas que fueron recapadas.
—No me tome el pelo.
—Y también a otro técnico para que dictamine cuánto dura una cubierta nueva.
—¿No hay nadie en Rosario que sepa eso sin tanto protocolo?
—Esto es serio. Deje trabajar a la Justicia.
El auto quemado
—En el otro tema de la autopista veo que empezó a moverse.
—¿De qué habla?
—Hizo aparecer uno de los vehículos del tiroteo en la autopista.
—Parece que apareció quemado.
—Bue...
—¿Que insinúa?
—¡Cómo se queman las cosas que no se quieren mostrar, eh!
—Puede ser por el sol.
—Un amigo que sabe más que usted me contó que hay un balazo que sale de adentro hacia afuera.
—Es que fue tremendo el tiroteo. Puede ser.
—No me engañe. Eso fue armado.
—¿Usted cree?
—Explíqueme ¿cómo iban a trasladar a tan peligrosos narcos, líderes de una banda, casi sin custodia?
—Iban unos cinco o seis muchachos custodiando.
—Varios de ellos aparecieron bastante lejos del asunto.
—No se enteró de lo mejor.
—¿Qué es?
—Que a los del Servicio Penitenciario que intervinieron en esa emboscada los distinguieron.
—No invente, demasiado con la realidad.
—Es tal cual.
—¿Pero si no hicieron nada?
—A lo mejor por eso.
—¿Usted dice que tenían orden de no disparar?
—No sé. Sólo sé que no lo hicieron.
—Pero de ahí a sospechar que tenían un guión en el ataque, es demasiado.
—¿Y de ahí a premiarlos por nada, no es exagerado?
—Son puntos de vista, como diría un colega suyo.
—Antes de que me olvide: ¿siguen funcionando los semáforos de piso en Rosario?
—Si. ¡Cómo la tiene con eso!
—Es que un amigo se paró adelante de la línea y cruzó en rojo. Y otro creyó que estaban en todas las esquinas y lo chocaron mirando el teléfono en otra cuadra.
—Ya ve. No son para cualquiera.
Por Mariano D'Arrigo