Las sucesivas muertes de Belgrano
A menos que muchísimos argentinos, allá en el profundo arcano de la esencia que genera el
sentimiento y las acciones, hayan sido y sigan siendo peronistas, Borges no fue del todo justo
cuando dijo que esa masa eufórica dirigida por tan románticos e idealistas como traviesos (típica
amalgama que se da en ciertos gauchos argentinos) no era ni mala ni buena, sino incorregible.
22 de junio 2008 · 01:00hs
A menos que muchísimos argentinos, allá en el profundo arcano de la esencia que
genera el sentimiento y las acciones, hayan sido y sigan siendo peronistas, Borges no fue del todo
justo cuando dijo que esa masa eufórica dirigida por tan románticos e idealistas como traviesos
(típica amalgama que se da en ciertos gauchos argentinos) no era ni mala ni buena, sino
incorregible. Si se examina la realidad argentina de nuestros días, sin pasiones exaltadas, sin
velos que tapen la verdad o miradas traslúcidas que no la dejen estudiar adecuadamente, podrá
decirse que en rigor de verdad la incorregible es buena parte de los argentinos, especialmente esa
de aquellos que debieran poseer el deber de conducir a la masa hacia un destino de paz interior. Y
por esa incorrección se produce el estado de pena del corazón argentino, sea este muy rico, rico,
de la clase media, pobre o indigente. Algunos a ese regusto amargo lo sentirán más, es cierto,
otros un poco más tarde, pero todos, en determinado momento, se sentarán a la mesa en la que se
sirven los platos de la angustia y el postre del desamparo material o espiritual.
Próxima está Argentina a cumplir 200 años y sus hijos siguen tan confundidos
como entonces. Se debaten entre el deseo y la esperanza de la libertad y esa pasión que se
desmadra, que los vence y arroja a los conducidos a un infierno a veces incomprensible, como el de
estos días.
El gen argentino. ¿Cómo es posible semejante desatino? Tal vez deba buscarse la
razón en el gen argentino y para observarlo nada mejor que remontarse al pasado. El día 20 de
febrero del año 1820 moría en la ciudad de Buenos Aires, a los 50 años de edad y después de padecer
presumiblemente un cáncer hepático, uno de los próceres más grande que tuvo la Patria. Como
corresponde a un grande atrapado en la espantosa mediocridad mundana, Manuel Belgrano murió
olvidado por aquellos pequeños que se debatían en una lucha política absurda; se fue olvidado por
todos (no más de 10 personas había en su funeral) y la pobreza extrema lo acompañó hasta el último
instante. Tanto, que para la realización de la cruz de la tumba debió apelarse al mármol de un
mueble de su casa.
Ese día, en esta Patria siempre convulsionada, siempre confrontante con hijos
encorvados por la angustia, pasaría a la historia como "El día de los tres gobernadores", porque la
lucha entre los caudillos del litoral, Ramírez y López, con el centralismo porteño era implacable y
la anarquía política sin precedentes. Se sucedían, en el término de horas, unos a otros los
gobernadores y el caos era semejante a ese reciente, del año 2001, caracterizado por los días de
los cinco presidentes. Por otra parte, ese funesto día del año 1820 era semejante, en ciertos y
sustanciales aspectos, a este de ahora, en donde la confrontación sume a la Nación en un clima de
incertidumbre y pena inusitadas para la razón y la verdad, frente a un contexto global favorable
para el país y una economía creciente. ¡Increíble! Y mientras los dirigentes (especialmente los del
gobierno) se empeñan en una lucha que la sensatez hubiera hecho imposible, muere una vez más
Belgrano, apenas rodeado de gente y en la más absoluta pobreza. Sí, que no extrañe esto que se dice
sobre la otra muerte del prócer; muere una vez más porque una vez más ha muerto el pueblo, siempre
en estos casos muere el pueblo. Ayer, quien esto escribe en una conversación informal que tuvo con
un historiador de la ciudad de Córdoba, escuchó de su boca una verdad sin atenuantes: "Desde el
mismo momento de la muerte de Belgrano hasta este preciso instante, millones de argentinos, pobres
y ricos, se han ido como el creador de la bandera: solos y angustiados por la suerte de los que
quedan. En una tierra como esta, ello es un suceso tan absurdo como paradójico y criminal". Siempre
fue el gen argentino, caracterizado por la confrontación y el resentimiento, aburrido del
crecimiento y temeroso acaso de que la paz le llegue a todos. Esta vez la emprendió con las
retenciones e incendió el país.
Declaración socialista. En razón del dislate de buena parte de la política del
actual gobierno nacional y la consecuencia que sobre sí mismo trae (desgaste), es dable pensar que
algunas fuerzas políticas argentinas opositoras tendrán un surgimiento en la escena nacional. No
son muchas, apenas dos: por un lado la centro-derecha, representada por el Pro y por otro el
socialismo popular que gobierna la provincia de Santa Fe. En este marco es oportuno prestar
atención a una reciente declaración política del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Socialista:
"La Argentina está desaprovechando una oportunidad histórica de administrar adecuadamente la
bonanza económica para poner en marcha un verdadero proyecto nacional concertado que tenga como eje
una distribución más equitativa de la riqueza. El complejo conflicto planteado en razón de la
implementación del sistema de retenciones móviles —dice la declaración— ha dejado de
ser ya exclusivamente un problema entre el gobierno nacional y el campo. Lo que está en juego en
este sentido no es sólo la definición de una política para el sector agropecuario, sino el presente
y el futuro de la sociedad argentina". Añade: "El Partido Socialista no comparte el proyecto
enviado por el Poder Ejecutivo Nacional y aporta para el debate un conjunto de propuestas
legislativas originadas en sus bloques en la Cámara de Diputados y el Senado de la Nación, como así
también las formuladas a través del gobierno de la provincia de Santa Fe, no sólo para la
resolución del conflicto actual, sino para la formulación de una política agropecuaria concebida en
términos de política de Estado, convencidos de que: debe avanzarse hacia un esquema de retenciones
diferenciales y progresivas, que reconozca las asimetrías existentes entre los grandes pooles de
siembra y fideicomisos financieros que administran miles de hectáreas, y los pequeños y medianos
productores, muchos de ellos nucleados en entidades cooperativas, que históricamente han cimentado
el desarrollo económico y social del interior del país, resguardándose al mismo tiempo el consumo
interno, especialmente de los sectores de menores ingresos". La declaración plantea la necesidad de
tomar medidas que "garanticen la justicia distributiva en lo recaudado, que deben contemplar
necesariamente un criterio verdaderamente federal que le permita al Estado en sus diferentes
niveles—provincial, municipal y comuna— llevar el bienestar a sus ciudadanos".
Mal que le pese al kirchnerismo, y como se ha dicho aquí a los largos de estos
últimos años, la justa distribución de la riqueza es, hasta hoy, sólo un discurso.
El socialismo sostiene, por otra parte, que es necesario convocar a un Consejo
Federal Agropecuario ampliado y "el establecimiento de un Consejo Económico y Social como mecanismo
institucionalizado de diálogo y concertación social que permita debatir colectivamente el proyecto
de país, puede constituir un valioso aporte en esa dirección".
Ojalá que pronto Belgrano deje de morir en tantas muertes de sueños y esperanzas
argentinos.