El peronismo no es de izquierda ni de derecha, sino todo lo contrario.
Por Mauricio Maronna
El peronismo no es de izquierda ni de derecha, sino todo lo contrario.
Cristina Kirchner volvió al PJ. A esa “cáscara vacía” a la que ni miraba cuando gobernaba el país con mano de hierro. Ahora le hace falta nutrirse de “pejotismo”, como le decían con Néstor.
Poco le importa a la ex presidenta —tan cuidadosa de las formas, las fotos y los señuelos— que la foto simbolice una especie de retorno a aquello de lo que abjuró, una especie de tren fantasma remixado y acicateado por los nuevos tiempos políticos. Qué curiosidad: los gobernadores que han triunfado no son kirchneristas, pero Cristina tuvo la lucidez necesaria de bajar a sus candidatos, que sólo servían para meter ruido en las provincias.
El fracaso de Cambiemos en la conducción del país se observa con hacer zapping en la televisión. Han regresado a los programas políticos los Fernández, a quienes se consideraba piezas de extinción tras la victoria de Mauricio Macri, en 2015. Hoy, Alberto y Aníbal dan lecciones de buena vecindad.
Camaleones
Sin ir más lejos, Alberto Fernández es el abrepuertas de todos los que quieren visitar a la jefa. Así es Argentina. Así es el peronismo. Ya lo dijo Hugo Moyano: “Los peronistas somos así, viste, un día decimos una cosa y otro día, otra”.
El gobierno nacional hizo todo hasta aquí para subir a Cristina, lo más que se pueda. Hasta dejarla como principal competidora. Se lo dijeron a La Capital en e primer piso de Casa Rosada: “Ni nosotros ni el kirchnerismo somos un núcleo duro, somos mayorías. Y Cristina va a competir. Ella sabe que si gana el peronismo federal la meten presa”. Increíble pero real. Dramático pero pragmático.
Algo parecido hizo Cristina mientras estuvo en el poder. Elegir a Macri como rival. Dicen los que frecuentaban a Néstor Kirchner que es lo que él pretendía. Del centro a la izquierda, el kirchnerismo. Del centro a la derecha, Macri. Sucedió que el candidato “de la derecha” se le fue muy arriba. Y, al final, le ganó las elecciones al peronismo. Ahora se dan cuenta todos que Cristina podría ganarle a Macri.
Sin ponerse colorado, anoche, el presidente de la UCR, Alfredo Cornejo, dijo en on lo que los principales dirigentes del radicalismo comentan en off. Dijo que espera una “reformulación” de la alianza Cambiemos “con otro nombre” compitiendo en las elecciones y sorprendió al afirmar que “no se descarta que Macri no sea el candidato”. Ni más ni menos.
Es más, en lo más alto del radicalismo siguen soñando con una fórmula: María Eugenia Vidal-Cornejo. Se lo reveló a este diario una fuente calificadísima de la UCR.
No es neutral ni ingenua la aseveración del gobernador mendocino. La convención radical será un hervidero, y hay mayoría que está dispuesta a poner al gobierno contra la espada y la pared: “O nos dan bola esta vez o se terminó Cambiemos”.
La grasa de las capitales
Las derrotas en cadena de Cambiemos les están proporcionando un inmenso dolor de cabeza a los radicales. Ya perdieron una capital emblemática como la ciudad de Córdoba, y todo indica que el 16 de junio perderán la ciudad de Santa Fe. Y eso que forman parte de la coalición de gobierno nacional. Peor, imposible.
Se escribió en estas páginas que el destino del radicalismo en Cambiemos era irreductible. Si a Macri le iba bien, todos los cargos y los laureles iban a ser para el PRO. Y que si a Macri le iba mal, la UCR pagaría, como con la Alianza, un costo irrecuperable. Por eso, ahora, están pensando en la eventualidad de tener que ampliar Cambiemos, ponerle otro nombre o pegar el portazo.
Si el radicalismo se va de Cambiemos o la alianza se remixa con la participación de otros sectores, el futuro de Macri será más complicado. Y lo sabe Marcos Peña, el jefe de todos los jefes después del presidente y de Jaime Durán Barba. Enrique Coti Nosiglia llevó de las narices a su delegado, Martín Lousteau, quien intentó convencer hace un tiempo a Miguel Lifschitz de ingresar a Cambiemos. Algo así también proponían algunos radicales santafesinos. Un delirio político, salvo para Lousteau, quien está acostumbrado a travestirse políticamente.
El saltarín Lousteau
Distinto hubiera sido el cantar para Cambiemos si el ex ministro de Economía del kirchnerismo y ex embajador del macrismo tenía luz verde para pelear la interna contra Mauricio Macri. Allí, el presidente hubiera revalidado títulos.
Ahora el gobierno debe rezarle al Dios mercado para que el dólar se mantenga estable, mantener domada la inflación y aguardar una candidatura de Cristina. A la única que le podría ganar Macri en un ballottage. Quien haya leído el libro "Sinceramente", habrá notado que Cristina es la misma de siempre, con algo más de resentimiento por el tiempo transcurrido. “Necesitábamos todos descansar: yo de los argentinos y los argentinos de mí. Porque gobernar este país ¡mamita!”, escribe, en uno de los pasajes más increíbles del libro.
Cristina, la de siempre, no está lejos de volver al gobierno, pero necesita alinear algunos planetas. Por ejemplo, impedir que los gobernadores peronistas se unifiquen detrás de la candidatura de Roberto Lavagna.
Desde aquí, habrá elecciones en todas provincias peronistas, menos Santa Fe. Si continúan las victorias de candidatos alineados a Alternativa Federal, el 22 de junio podría haber lista propia, con Lavagna como aspirante presidencial.
Todo está en construcción.