La Gran Depresión de los años treinta es el suceso económico y social de mayor
importancia en la historia mundial del siglo pasado. Ocasionó enormes privaciones a decenas de
millones de personas e implicó la quiebra de una amplia fracción de bancos y empresas. Transformó
la política económica expandiendo la actividad y el intervencionismo de los gobiernos en casi todo
el orbe. Dio nacimiento al sistema de seguridad social, el seguro de paro y la ayuda familiar. Es
difícil calibrar toda la potencia de la depresión mundial. Entre 1930 y 1939 el desempleo en
Estados Unidos alcanzó una media de un 18,2%; en 1933 llegó al 25%, cerca de 14 millones de
personas quedaron fuera de la actividad económica. Así, si multiplicamos por cuatro la cifra de
carenciados, niveló los 56 millones de habitantes.
En Inglaterra (1933), la desocupación era del 17,6 %. La producción de bienes y
servicios de la economía disminuyó en EEUU un 30% entre 1929 y 1933, y sólo recuperó el nivel de
1929 en 1939. Todos los precios descendieron vertiginosamente. Los agrícolas, por ejemplo, bajaron
un 51% de 1929 a 1933. El comercio mundial disminuyó, en el mismo lapso, un 65% en su valor en
dólares y un 25% en su volumen físico. La depresión en Alemania apresuró la ascensión de Adolfo
Hitler y, en consecuencia, contribuyó a la Segunda Guerra.
Puede comprenderse mejor la depresión como el final de la descomposición del
"orden de la economía mundial". La descomposición comenzó con la Primera Guerra y se acentuó en los
años treinta con el colapso del patrón oro. A medida que la depresión se agudizaba, los gobiernos
intentaban proteger sus reservas de oro sosteniendo alto el tipo de interés y dominando fuertemente
el crédito. Todo tuvo efectos devastadores sobre la economía, y un desplome de tipo normal se
convirtió en una tragedia internacional. Para unos el final de la depresión llegó gracias a la
política dirigista keynesiana de los gobiernos; para otros, a la mayor actividad debido a la
Segunda Guerra.
"Los locos años veinte" establecieron en EEUU la idea de un progreso perenne y
cuyos frutos eran compartidos por la sociedad. Como nunca, el "sueño americano" de una democracia
integral se concretaba en las posibilidades de un amplio consumo de los trabajadores y un mejor
nivel de vida. El fuerte crecimiento del ingreso per cápita también implicó que millones de
estadounidenses accedieran al auto, a la radio, a los cines y a los ahorros en los bancos o a los
valores bursátiles.
El transporte aéreo también se desarrolló fuerte. Durante la década del veinte
se triplicó el valor de la producción de artefactos eléctricos. El gasto en aparatos de radio pasó
de 10 a 400 millones de dólares entre 1920 y 1929, mientras que el cine captaba cada vez más gente.
La Bolsa fue el refugio de los ricos y no tan ricos: se calcula que alrededor de 30 millones de
familias intervenían en el mercado accionario.
Ahora bien, caben algunas preguntas: ¿qué provocó la depresión mundial? ¿Por qué
fue tan amplia, tan profunda, tan larga? ¿Fue ocasionada por factores reales o por monetarios?
¿Dónde se originó? ¿Fue un hecho propio de la naturaleza del sistema capitalista? ¿Fueron errores
de conducción de políticas económicas?
Una explicación que nos brinda Charles P. Kindleberger, en su libro "La Crisis
Económica 1929-1939", es que la depresión fue tan amplia, tan profunda y tan larga, debido a que el
sistema económico internacional se hizo inestable por la incapacidad británica y la falta de
voluntad norteamericana para asumir la responsabilidad de estabilizarlo desarrollando cinco
funciones: 1) mantener un mercado relativamente abierto para los bienes con problemas. 2)
Proporcionar préstamos a largo plazo anticíclicos. 3) Estructurar un sistema relativamente estable
de tipos de cambio. 4) Asegurar la coordinación de las políticas macroeconómicas. 5) Actuar como
prestamista de última instancia, por medio del descuento o de otras formas, proporcionando liquidez
en las crisis financieras.
La depresión sólo puede entenderse en el marco de la época. Considérese tres
diferencias entre ese lapso y el presente: 1) El patrón oro. El dinero circulante era en papel,
pero existía la convertibilidad en oro. Este respaldo establecía un límite superior a la emisión
monetaria y eso impedía el aumento de los precios. La mayoría de los países abandonaron el patrón
oro durante la Primera Guerra. En 1925, como Gran Bretaña, algunas naciones retornaron al oro; pero
luego entre 1930 y 1931 todo el mundo abandonó el sistema. Actualmente, y después de Bretton Woods,
en 1944, las monedas han quedado ligadas al dólar, que entre ese año y 1971, tuvo libre
convertibilidad con el oro. Este abandono ha llevado a las fluctuaciones de los precios y de los
tipos de cambio. 2) La política económica. En los treinta la política económica apenas existía. Era
poco creíble que el gobierno pudiera, o debiera, impedir o morigerar los desplomes económicos. Eran
observados como algo natural, terapéutico y autocorregible. El descenso de salarios y tipos de
interés causado por los desplomes implicaban la recuperación posterior. Hoy es normal y aconsejable
la utilización de la política anticíclica para impedir las depresiones.
3) El esquema de producción. La agricultura y las materias primas eran partes
importantes de la economía de lo que lo son hoy. Significa que unos precios más bajos de los bienes
de consumo podrían dañar la bonanza económica y el comercio mundial, dado que el decremento de los
precios quitaba poder de compra a los granjeros y otros productores de materias primas. Las tres
quintas partes del comercio mundial era en productos agrícolas y materias primas. Hoy, ha quedado
reducido proporcionalmente por el comercio internacional de manufacturas. El inicio de la depresión
se fecha con el espectacular desplome de la "Bolsa de New York" de 1929. El Indice Dow Jones, que
liga el valor de las acciones más importantes que cotizan en dicha bolsa, alcanzó su cima de 381 el
3 de setiembre, desde 300 a principios de año. Tras un declive, el techo se derrumbó el 24 de
octubre (el jueves negro). Los precios de la bolsa descendieron de un 15 a un 20%, antes de ser
sostenidos por las compras de un fondo común de banqueros. Aunque el mercado cerró con sólo una
pequeña pérdida (6 abajo, para llegar a 299), las transacciones fueron de casi 12,9 millones de
acciones, aproximadamente el triple del volumen normal. El pánico de ventas se reanudó a la semana
siguiente. El lunes el Dow cayó 39 puntos a 260, la mayor caída en un solo día. Al día siguiente
(martes negro), se deslizó otros 30 puntos hacia abajo. El 13 de noviembre, el Dow nivelaba en 198.
Lo que agudizó la depresión fue la gran caída del gasto al consumo, mucho mayor de lo que puede
explicarse por el hundimiento del mercado de valores.
Se expresa que jamás retornará una depresión como la del 30. Esto es
probablemente verdad, siempre que los gobiernos estén atentos a una repetición de síntomas y en
consecuencia tomen las medidas correctoras respectivas. La lección prima de la gran depresión es
que los gobiernos no pueden permitir que se produzcan enormes colapsos de bancos y de empresas. La
lección más importante es que hay circunstancias en las que el mundo muda tanto y los
acontecimientos se mueven tan rápido que aún los bien informados no atinan cómo responder. Ahora
parece previsible. Esa época fue desconcertante.
La Primera Guerra Mundial hizo que el restablecimiento del sistema económico de
preguerra fuera difícil. Cuando en 1997/98 se produjeron los problemas del sudeste asiático, de
Rusia, de Japón, se tuvo la percepción de una nueva gran depresión, pero medidas tomadas a tiempo
evitaron una nueva tragedia. No obstante, se debe estar atento; si ha ocurrido antes, puede volver
a suceder.
(*) Doctor en ciencias económicas y profesor de economía.