La compleja trama política del Congreso nacional

La oposición ha dado claras muestras en estas semanas que no le será sencillo imponer su número en el Congreso de la Nación. En primer lugar, porque no se trata de una mayoría automática, y mucho menos homogénea, que vaya a votar en bloque en cada una de las iniciativas que surjan. Pero además porque carece de una figura capaz de ejercer un liderazgo que aglutine lo que está disperso.

En este marco, está claro que el gobierno no implementará ningún plan para que el Congreso funcione; dejará que la oposición se queme en su propio fuego. Cómodo en este nuevo escenario, el oficialismo repite a quien quiera escuchar que la responsabilidad del funcionamiento legislativo no le corresponde. Ergo: los costos políticos de que Diputados y senadores no puedan sesionar, tampoco.

La estrategia es clara: como no tiene número para imponer sus iniciativas, apostará sus fichas a que pase el tiempo y el rejuntado opositor se divida y desgaste.

El anuncio del vicepresidente Julio César Cobos de que descontará el 20% de las dietas a los senadores que persistan en no dar quórum la semana próxima ya encontró la resistencia kirchnerista. El bloque K presentará un recurso para impugnar la medida de Cobos porque interpreta que se adoptó en una sesión en minoría y, por lo tanto, carece de validez. Lo más probable es que el oficialismo consiga su propósito porque Cobos estará a cargo del Ejecutivo por un viaje de Cristina Fernández y el Senado quedará en manos del justicialismo José Pampuro. El mapa legislativo está trabado. El oficialismo no puede, la oposición no sabe cómo se abre.