En el microrelato "Abel y Caín" de Jorge Luis Borges se narra el encuentro de los dos hermanos después de la muerte de Abel; cuando Caín advierte en la frente de Abel la marca de la piedra con la que le había matado le pide, arrepentido, que le perdone su crimen.
Me pregunto, ¿cómo hubiera sido la historia humana si, en el mítico relato bíblico, Caín hubiera sentido culpa, remordimiento y pedido perdón por su crimen como imagina nuestro Borges? ¿Pedir perdón, sentir culpa hubiera impedido que tenga lugar la primacía del odio, la venganza, la ley del Talión? ¿Quién sabe? ¿Cómo interpelar eficazmente este crimen originario en este tiempo cuándo los crímenes estallan endemoniadamente en nuestra madre tierra?
Pero, Jesús, acaso, ¿ Jesús no es la palabra (logos) de la misericordia de Dios hecho carne que vino a convocar al amor, a la paz, a la equidad?, ¿una palabra hecha acto cuando expulsa a los usureros del templo y dice que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de Dios?
Los pobres no leen Forbes. Muy poquitos y recientemente, ciertos medios, comenzaron a hablar de la existencia de los milmillonarios que representan el 1 por ciento de la población mundial y concentran el 82 por ciento de la riqueza. Milmillonarios que detentan el poder real del planeta por sobre los Estados y Naciones, en esta globalización que lograron imponer, del modo brutal que sea. Una globalización corporativa, privada, militar, financiera, usurera, espuria cuyas mejores ganancias las obtienen con negocios legales e ilegales y los mercados globales de la guerra, droga, trata.
Asimismo, menos aún son quienes hablan acerca de cómo llegaron a esa concentración supina del capital producido en el mundo. ¿Será por un culto excesivo de los milmillonarios al trabajo, cuya cultura los pobres, dicen, han olvidado?, o ¿Será por fortunas concentradas que se van heredando en dinastías cuasimonárquicas y mafiosas? Quizás, ¿será por los saqueos coloniales y neocoloniales? ¿Por el fetichismo de la mercancía, la superexplotación y la plusvalía? ¿Plusvalía y, por qué no, también, plus de goce cegado por la pulsión de Thánatos? ¿Plus de goce que impone el mandato y la ley del Supremo Macho Patriarcal conducido por el ansia de dominación y rapiña? Porque sino, ¿qué hace posible el gozo en despojar al otro hasta de su dignidad, cosificarlo, mercantilizarlo, deshumanizarlo, convertirlo en un zombi muerto de hambre y droga y hasta enlutar los mares con sus esqueletos?
En este momento, en que la pandemia ha visibilizado tanta desigualdad debido a un sistema global que ha mundializado los negocios y no los derechos a la vida de cada uno de los seres humanos y del planeta todo, es una obligación reflexionar. Porque esta pandemia, además, ha hecho aún más ricos a los ricos y más pobres a los pobres. ¿Es posible proseguir así? ¿Es posible continuar con la serie inmemorial de la historia de civilizaciones y culturas que inventaron y siguen inventando innumerables prácticas violentas, conforme a lo que Rita Segato denomina "Pedagogías de la crueldad" o Paulo Freire "Pedagogías del oprimido".
Hasta ahora, "estas prácticas pedagógicas" han ganado en el pasado y en el presente grandes batallas a innumerables pueblos, naciones, movimientos y líderes revolucionarios, pacifistas, progresistas, socialistas, democráticos, feministas, indigenistas que continúan levantando banderas por la vida, la igualdad y el amor. Hoy, el que más se visibiliza a nivel mundial es el de las mujeres, otro más reciente fue el que acaba de reactivar globalmente la lucha contra el racismo ante el asesinato del negro estadounidense George Floyd. Un mundo mejor no es posible sino sabemos construir una sociedad libre de todo racismo y tipo de discriminaciones que hacen de una diferencia: color, sexo, pobreza, ideología una desigualdad, una demonización.
Creo que es hora de hacernos preguntas, si bien las preguntas, de algún modo, orientan y contienen en alguna medida, las respuestas. Me surgen, como a tantos, las siguientes: ¿cómo es posible que el engaño de este discurso Amo de los odiadores y usureros que se adueñaron del mundo, se extienda cada vez más? ¿En qué reside su poder de sujeción, seducción, fascinación? ¿Es por el miedo y el odio que saben desatar?¿O será la seducción de tantos espejitos de colores con que adorna todas las vidrieras del mundo y que despiertan la compulsión por consumir y tener dólares para poder hacerlo?
El dólar, Dios del mercado salvaje. ¿Qué no haría por un dólar? e scribe Copani. ¿Quizá matar por un dólar? Una ex funcionaria dijo: "El que quiere andar armado que ande armado" y un jubilado lo puso en acto y mató a quien fue a robarle. El Dios del dólar no es un logos que haga lazo, que genere palabras que puedan hermanar, tejer sueños, utopías sobre el horizonte. Este Dios destruye lo simbólico, desata lo real y la pulsión de muerte.
Tengo más preguntas que respuestas, no obstante creo saber en qué descreo y en que creo, no creo en el self man, ni en la meritocracia, no creo que seamos individuos autosuficientes, creo que a lo largo de la historia vivimos construyendo colectivamente sueños, pesadillas, relatos y comunidades a la medida de ellos. Creo que no hay fin de la historia, ni de las ideologías, nuestra historia contingente, la gestamos en las decisiones humanas que tomamos. Creo que tenemos que imaginar otros relatos, otras retóricas y dar batallas en nuestras prácticas, valores, discursos para que cada vez más nos podamos reconocer amorosa y solidariamente en nuestra frágil y perecedera vida interhumana.
(*) Licenciada en letras, especialista en Semiótica y Análisis del Discurso