Un inocultable clima de final de época rodea al gobierno. Poco o nada parece
interesar a la Casa Rosada la patética situación económica, que sólo podría mutar con una inyección
profunda de capitales extranjeros. Kirchner & Kirchner deciden espantarlos con los mediatizados
bloqueos a empresas periodísticas. Al hartazgo por cortes y piquetes, Balcarce 50 les aplica el
“laissez faire, laissez passer” (dejar hacer, dejar pasar). Faltan dos años para que se
vayan del poder, tanto como la capacidad de daño que se tiene para ejecutar.
No es este el tiempo de ahondar sobre la increíble caída de Néstor Kirchner, cuando se fue
del poder como el presidente más estimado por los argentinos. Hoy parece un resentido en decadencia
que sólo se ocupa del día a día para perjudicar a los otrora compañeros peronistas.
Parece, porque en verdad ante las debilidades de una oposición desflecada, en ese mismo día a
día es el único que hace política.
Poco le importa la máxima que sostiene que los gobiernos pasan y los grandes medios quedan:
el santacruceño le da aire a Hugo Moyano (quien sabe que el final del kirchnerismo traerá aparejado
su propia pérdida de poder en la CGT) para que haga y deshaga cuando los camiones de Clarín o La
Nación deben salir de las plantas impresoras para llegar a los puestos de venta.
Resultó triste observar la semana pasada las larguísimas colas de personas indigente pugnando
por lograr los 180 pesos anunciados por la presidenta. Esa foto, de miles de argentinos pugnando
por un subsidio mínimo, descoloca los números del Indec y pone en situación de emergencia la
construcción dialéctica kirchnerista que, al comienzo de la gestión, por el 2003, hablaba de una
mejor distribución de la riqueza.
Kirchner traba con la cabeza una, dos, tres veces. Pero al final la cabeza se rompe. Y eso es
lo que está sucediendo en determinados sectores que fueron afines al “espacio” y que
advierten olor a cala, privilegiados y castigados a la hora de los subsidios.
Ese clima de final de época está haciendo brotar a grupos piqueteros antikirchneristas a los
que tampoco se debería reivindicar por su metodología. En esto no hay “buenos” y
“malos”, ni determinados medios deberían sesgar su opinión.
La mayoría de los argentinos está harta de los métodos violentos, de la coerción como
estrategia para lograr un mendrugo.
Hasta que en este país no arriben capitales internacionales destinados a la inversión genuina
en fábricas, la creación de puestos de trabajo continuará en este interminable “break”.
La falta de presencia en la agenda internacional no es un berretín de quien esto escribe:
saque cuentas el lector de cuánto tiempo ha pasado desde la llegada de algún presidente de un país
central para anunciar, al menos, la construcción de un busto en recuerdo a alguna causa noble.
Meses, años.
Desde aquella contracumbre marplatense a George W. Bush, los países centrales tacharon a la
Argentina del protocolo. Más aún, la probable llegada de Obama al cono sur haría pie en Brasil,
Chile, Uruguay pero ya está advertido de los antecedentes argentinos. En Estados Unidos se le
otorga extrema importancia a algo que aquí se omite: la continuidad jurídica de los Estados, sean
los gobiernos demócratas o republicanos.
Deberá tener extremo cuidado la oposición a la hora del tratamiento de la nueva ley
electoral, otro gambito K para buscar la complicidad del radicalismo.
Al fin, después de tantas críticas que se posaron sobre la figura de Hermes Binner (quien se
pasó la campaña electoral legislativa denunciando que si ganaba Carlos Reutemann, el santafesino
volvía a los brazos de Néstor, y resultó que fue él quien ordenó votar casi todas las leyes
posteriores a esas elecciones lucubradas en Olivos) el Partido Socialista fue contundente ayer al
hacer público que no votará esa norma.
Si el kirchnerismo no logra que el proyecto supere los escollos legislativos, Néstor volverá
a enfurecer (por algo le dicen “el Furioso”) y la pelea absurda contra fantasmas
“de la oligarquía” hará temblar al país.
El aguante de Eduardo Duhalde a Carlos Reutemann tiene fecha límite: marzo de 2010. Será en
ese mes cuando el Lole al fin diga “sí” y quede instalado como candidato a la
Presidencia.
No es casual la presencia de Claudia Rucci (la diputada electa, hija del asesinado jefe de la
CGT en los años 70) mañana en Rosario y Santa Fe, invitada por el reutemismo para que presente la
muestra “Rucci, vida y pasión de un militante”. Es el primer gesto del Lole camino a
las presidenciales del 2011.
El silencio del senador confunde a casi todos los jerarcas del justicialismo. Estuvo por
estas horas en la ciudad Julio Bárbaro, quien hace unos meses apoyó una postulación de Reutemann
pero el viernes estaba más incómodo que Boghossian adentro de un iglú.
La ausencia de referencias claras envalentona a Néstor, quien a veces también parece perder
el tacticismo que se le reconoce: por ejemplo por estas horas, cuando cree que Aníbal Fernández
sería un buen candidato presidencial.
El fin de época tiene otros ornamentos: hasta Luis Majul publicó un libro tremendo sobre
denuncias de corrupción; la Justicia analiza citar a miembros del entorno K para que expliquen el
enriquecimiento patrimonial de la pareja presidencial.
El verdadero fin de época, sin embargo, se dirime en las urnas. Para eso falta tiempo.