Parece dar en el clavo Slavok Zizek con su interrogante: “Tal como reza el dicho: en una crisis somos todos socialistas. Incluso Trump se ha planteado una forma de renta básica universal. Este socialismo forzado, ¿será un socialismo para los ricos, como el rescate de los bancos en 2008?”.
La pregunta y la afirmación que se plantea el filósofo, sociólogo, psicoanalista y crítico cultural esloveno va a marcar, lentamente, las pautas económicas que se vendrán en la Argentina. Algunos podrán decir que, en verdad, esa “renta básica universal”, inclusive para los ricos, ya se estableció. El Estado gira fondos a las empresas privadas para pagar sueldos como única manera de que el 50% de las empresas sigan sobreviviendo.
En esta ocasión, Zizek (muy criticado por extravagante, al afinar, a veces, sus posiciones filosóficas en series televisivas) no parece estar desvariando. Alguien, más cínico, podrá decir: qué mal se habrá puesto el mundo que es compatible con las teorías de Zizek.
Curiosamente, los más fervorosos adversarios de las ideas zizekistas firmaron un documento surrealista que hablaba de la “Infectadura”. Al lado de esas plumas, Zizek es un moderado costumbrista. La cuarentena ha roto las capacidades intelectuales hasta de los que se hacen llamar de esa forma. La “Infectadura”, parece más el nombre de un sketch de Capusotto que la ponencia de un grupo conocido de personajes públicos.
La salida de la cuarentena, cuando eso suceda, no será sin “sangre”. Harán falta “sudor y lágrimas” para completar la tríada churchilliana. El peronismo en el poder deberá demostrar más que nunca la vigencia de su consigna: comunidad organizada. La balanza de la pobreza empieza a mostrar desequilibrios nunca vistos.
La clase media-media se está cayendo hacia el peldaño inferior, perdiendo hábitos no sólo económicos, sino culturales. Y cuando esos hábitos culturales se pierden, el conglomerado de clase media activa las reacciones. Eso le pasó al Frente Progresista en Santa Fe con la seguridad, a Cambiemos con la economía y antes le había sucedido al kirchnerismo con la corrupción.
Suelen decir algunos analistas que en Argentina “no pasa nada hasta que le pasa a la clase media”. Mucho más desde el pos 2001, cuando el Estado se ocupó de subsidiar la pobreza y universalizar planes sociales. Ahora, el estrago se hace visible hasta en las pymes que reciben fondos para subsistir y el gobierno le paga la mitad de sus sueldos a los empleados.
Algunos consultores “se rompen la cabeza” pensando qué es lo que vendrá en materia electoral. No es tan difícil de anticipar: si Alberto Fernández, Omar Perotti y Pablo Javkin salen bien de la pandemia, harán valer electoralmente la curva aplanada. Y si le va bien al presidente le irá bien al jefe de Gobierno porteño, Horacio rodríguez Larreta, que tiene la ciudad infectada de coronavirus. Su secretario de Salud, que recorría hasta los programas de los pastores de madrugada, hoy guarda prudente distancia mediática.
No es casual que Rosario se muestre hoy a la vanguardia en materia de lucha contra el coronavirus: la salud pública, la atención primaria, han sido logros del progresismo que gobernó la ciudad, y que hoy se refleja en los datos diarios sobre la crisis.
Pero hay que volver a Zizek, que de sus dichos se encadena esta columna de opinión. Cuando asegura que el coronavirus deja sobre las ciudades un “comunismo para ricos”, también diagnostica que el virus “destruirá los cimientos de nuestras vidas, provocando un desastre económico”, peor que la Gran Recesión. “No habrá regreso a la normalidad”, magnifica en su último libro-express, que publicó Anagrama.
Roguemos que Zizek se equivoque, como le ha pasado otras veces. Pero estemos atentos a su diagnóstico para evitar estupideces en formas de comunicados que contienen desmesuras, “infectaduras” y “cuarentenas oxigenadas”.