Ricardo y Martín son hermanos. Viven en el campo, a unos cinco kilómetros del pueblo de San Antonio, en el departamento Castellanos. San Antonio queda a 25 kilómetros de Rafaela y para llegar hasta el campo de los hermanos Enrico hay que recorrer otros cinco kilómetros más por caminos de tierra. Además de dedicarse a la agricultura, los Enrico tienen tambo. O tenían: la pequeña factoría lechera no funciona desde hace semanas, cuando el agua inundó las instalaciones y paralizó la producción. Sus propietarios se enfrentan ahora a un destino incierto.
Fue la periodista Elida Thiery quien narró la historia en el diario Castellanos. Los Enrico le contaron que cuando el agua los tapó casi no tuvieron tiempo de ponerse a pensar qué hacer con el tambo. "En un momento no supimos dónde poner los animales. Algunos se morían y tuvimos que sacarlos a la ruta y después llevarnos al frigorífico", resumió Ricardo con amargura. Las 99 vacas y un toro terminaron en una feria del pueblo de La Francia, en Córdoba, donde se supone que encontraron un destino mejor aunque ya no les pertenezca a ellos.
En otra época los Enrico llegaron a tener casi 600 animales y ordeñaron hasta 2.500 litros de leche por día. El límite de la producción lo ponía el tamaño de su campo. Pero en abril de 2016, por las lluvias y anegamientos, perdieron animales y el funcionamiento del tambo se vio seriamente afectado. La producción bajó a los 200 litros diarios. Muchas vacas murieron ahogadas y de muchas otras tuvieron que desprenderse. Después de meses el agua finalmente bajó y, aunque no les quedó más remedio que achicarse, el tambo volvió a producir.
Así siguieron hasta los primeros días de enero de este año, cuando una vez más las lluvias anegaron cientos de miles de hectáreas y dejaron campo y tambo otra vez bajo agua. Menos de un año después la historia se repetía. Los Enrico sienten que en el medio nadie hizo nada para evitarlo.
La periodista Thiery describe descarnadamente la tragedia de la familia. El 24 de diciembre la lluvia cubrió con agua 40 de sus algo más de 100 hectáreas. Parecía que escurirría pronto y que la situación no sería dramática, pero una semana después cayeron 260 milímetros más en horas. Para entonces ya no tenían dónde poner las vacas, con agua hasta la panza, y hasta tuvieron que sacar a la familia del campo y mandarla a San Antonio. Era el principio del fin para un tambo que los hermanos heredaron del abuelo en 1975, y que ahora parece no tener futuro.
Los Enrico no quieren créditos del Estado. "No tendremos cómo pagarlo", confiesan. Su reclamo es el mismo que el de muchos otros chacareros del interior profundo: "Lo único que necesitamos es que hagan las obras". Dicen "las obras" porque para ellos es una concreta: el Vila-Cululú, un canal que pasa muy cerca de su casa y de su tambo, hoy bajo agua. Para otros productores pequeños como ellos son canales o puentes, algunos prometidos hace años pero jamás construidos.
Hay muchas historias como la de los Enrico. Decenas, cientos, miles. Basta con internarse en el interior de la provincia para conocerlas. En las ciudades y pueblos el agua ya bajó hace rato, apenas unas horas después de las copiosas lluvias que los anegaron, pero muchos miles de hectáreas de campo siguen inundadas. Esa agua no se escurirrá hasta dentro de meses, porque no alcanza con que no llueva para que lo haga. Es agua que destruye sistemas productivos y empuja a muchos productores a una desaparición forzada y dolorosa. De eso, quienes viven en la ciudad no siempre tienen debido registro.
Por las lluvias de abril de 2016 a enero de 2017 en Santa Fe ya hay 1.300 tambos que quedaron al borde de la quiebra. Hasta hace unos días los tamberos perdían 1,2 millones de litros de leche cada 24 horas. Esos son datos económicos. Además están las historias de la gente que vive y trabaja en el campo. Historias como la de los Enrico, que no saben cómo será su vida este domingo, salvo un detalle: ambos continuarán con los pies en el agua.