Casa gris. Allí estiman que salir de la crisis le insumirá un año y medio a la gestión de Omar Perotti.
No habrá orden ni paz si los salarios se siguen atrasando y el poder adquisitivo patentiza el retroceso de las clases medias y bajas. Así de simple. Así de difícil cuando lo que no hay es para repartir y subsanar esas derrotas cotidianas de miles que se sienten caminando en la cornisa de una subsistencia miserable. O para rescatar a aquellos que han caído al vacío.
Y aun así, el orden y la paz nunca hacen tanta falta como cuando la sociedad está temerosa. El jueves, miles de santafesinos volvieron a concentrarse frente a la Casa Gris. En el mismo momento, dos canales de televisión con alcance nacional ponían a la provincia de Santa Fe a la cabeza de un récord de momento: el año llevaba entonces 43 días. La provincia, 43 muertos, uno cada 24 horas. Aportados principalmente por Rosario; enardecida otra vez por el asesinato de un taxista y Santa Fe, movilizada por el homicidio de un comerciante.
Frente al Palacio de Gobierno, los silbidos al actual ministro de Seguridad fueron a puro pulmón. Aunque no le alcanzara todavía para superar a sus antecesores para quienes la rechifla reprobatoria fue aún más enardecida, en ese mismo acto. Otra vez, la ciudadanía confrontando con la clase política sin hacer distinción. Y otra vez, ¿la clase política sin advertirlo?
Este fue el dato de la semana. O en todo caso, el resurgimiento de la inseguridad santafesina al primer plano de la escena pública del país.
Y desplazó, de momento, de la atención mediática en la provincia a la discusión por la ley de necesidad pública que parece haber encontrado un cauce institucional menos convulsivo y hasta, es de desear, no tan especulativo.
Basta repasar los diarios de febrero de los últimos tres o cuatros años —o más— para advertir que no hay una noticia sobre la paritaria docente en la que los representantes sindicales no advirtieran riesgo para el comienzo de clases, posibles medidas de fuerza o incluso lo demoraran con alguna huelga.
El viernes se reeditó este clásico de la política con una sintonía notoriamente opuesta. Los gremialistas del sector declarándose optimistas en que las clases puedan comenzar con normalidad el 2 de marzo y el ministro de Trabajo agradeciéndoles lo bien que lo hicieron sentir. El gobierno de Omar Perotti tuvo allí su título complaciente. Parece ser que a costo mínimo se sacó de encima la cláusula gatillo, el eficaz dispositivo que aplicaron con acierto sus antecesores socialistas. Resta saber si los acuerdos cortoplacistas de aumentos fijos serán igual de eficientes.
Se dirá que para un peronista no hay nadie mejor que otro peronista. Y eso es así mientras no se declaren en guerra fratricida (dicho de modo tanto figurado como literal), tal las ya vividas en este país. En Santa Fe no hay riesgo de ello mientras una parte de la oposición le siga resultando funcional al peronismo para evitar por ahora esa tentación. La idea de poder omnímodo que mueve al PJ y lo hace perdurable necesita siempre de un adversario enfrente, siempre. Si no es ajeno, será propio. La prematura aprobación del presupuesto fue el botón de muestra que, si bien sirvió para que un sector de senadores peronistas hiciera sentir su presencia, trajo como dato insoslayable una inesperada vigorización del liderazgo opositor de Miguel Lifschitz, cuando todavía era oficialismo. Condenó, de paso, al fracaso seis largos meses de transición y hasta una relación madura entre los que se fueron y los que llegaron.
"Con ese limón estamos tratando de hacer limonada". En un alarde esperanzado, un alto funcionario del Ejecutivo y un legislador oficialista usaron —créase o no— la misma metáfora para describir los dos frentes principales que tiene el gobierno. El reclamo social por mayor seguridad es un dedo que señala una principalísima promesa incumplida pero que todavía no estigmatiza sólo por una cuestión de tiempo. Una gestión de cuatro años lleva apenas menos de dos meses de iniciada. Por eso al ex ministro Maximiliano Pullaro lo silban todavía más que a su sucesor, Marcelo Saín, quien, por ahora, obedece el silencio que le impusieran (a exigencia del radicalismo) sobre sus adversarios.
Más allá de las sobreactuaciones de manual, alguna razón le asiste a Lifschitz para agraviarse con las críticas que le apuntaron a su gobierno. Por eso Perotti impuso a sus ministros un libreto en que diluyeron si no es que borraron por ahora las quejas.
El acierto parece haber logrado la energizada impronta que exhibe el radicalismo que resulta proporcional al debilitamiento a otros sectores. "La diferencia con diciembre (cuando a Perotti le rechazaron la ley sin tratarla siquiera en Diputados) es que ahora existe el diálogo entre gobierno y oposición. Lo hay en el Senado y también para avanzar en Diputados con la idea de avanzar en un texto único. Todos tenemos en claro que se necesita un acuerdo político que resulte sustentable", dice el titular de la robusta oposición en el Senado, Felipe Michlig.
Este martes la conducción en pleno de la UCR (su presidente, Carlos Fascendini, Michlig, los diputados Pullaro, Julián Galdeano y otros) iniciará una febril actividad visitando al intendente Pablo Javkin y que seguirá con reuniones similares con el intendente de Santa Fe, Emilio Jatón; los intendentes y presidentes comunales radicales; contratistas, industriales, empresarios y comerciantes de la provincia, para intercambiar pareceres sobre la ley de necesidad pública.
La norma ingresó el jueves al Senado, donde peronistas y radicales aseguran que será aprobada. Con modificaciones que buscan consensuarse, pero será aprobada, según confían, el 27 de febrero próximo. Desde el NES, integrado por los seis senadores peronistas que le votaron a Lifschitz el presupuesto 2020 que Perotti no quería, coinciden en que esta vez el diálogo está encaminado con el radicalismo. En el Senado no hay socialistas. Si bien en todos los bloques hay halcones y palomas, la recomposición del PJ en esa Cámara deja a Lifschitz debilitado y tarde o temprano, a desgano, lo obligará a negociar en Diputados aunque todavía no esté permeable a conceder mucho, pero no deja de ver que los senadores del radicalismo inciden sobre los diputados de su propio partido. Y ponen paños fríos. El senador Armando Traferri, quien lidera el grupo NES, acordó con Lisfchitz el presupuesto 2020. Aparecían como díscolos hasta una reunión conciliatoria que tuvieron con Perotti apenas días antes de aprobar la ley en el Senado en diciembre pasado. ¿Por ahí pasará la transacción a la que todavía no le han encontrado la clave para ablandar al líder socialista?
Algunos diputados del socialismo hacen malabares para no desautorizar la intransigencia del ex gobernador pero, por lo bajo, dicen temer que si los radicales siguen ganado espacio el PJ ya no los tiente solo con restaurar el bipartidismo sino con hacerlo efectivo en la presidencia de la Cámara de Diputados cuando haya de renovarse en sesenta días. Algo improbable, pero no imposible o que no haya pasado antes.
Fascendini, Michlig, Corral y compañía dicen buscar una salida en la que no haya vencedores ni vencidos y confían en hacer primar la idea de que una vez que Perotti tenga la ley de necesidad pública aprobada, en marzo, se habrá quedado sin excusas.
Entonces será momento en que deba gobernar. Restaurar la paz y el orden, recomponer el poder adquisitivo de los salarios y despertar al gigante. La Casa Gris ruega para entonces que Alberto Fernández haya conseguido algo más que gestualidad y junto a una reactivación del consumo comiencen a circular los fondos prometidos.
Pero también para ello, los contendientes provinciales deberán deponer la actitud actual.
Como en aquellas riñas de gallos del siglo XVIII, la política santafesina se debate entre ser un pasatiempo preferido de gauchos orilleros o un diálogo racional de representantes republicanos. En ello va la salud institucional de la provincia. Así de simple. Así de difícil.