La crisis que atraviesa nuestro país tiene características destacables pero se manifiesta como si fuera un problema financiero o cambiario. Son extremadamente pocos los que creen que esta crisis es producto de una herencia, o la consecuencia de una oposición irresponsable y dudosamente explicable desde las fluctuaciones en el panorama financiero internacional. Nos interesa observar algunas características únicas de los episodios vividos en las últimas semanas. Ensayaremos una versión particular asociando lo ocurrido a una metáfora de la política.
Duran Barba inventó a Mauricio. Es más, convirtió a Mauricio Macri en solo "Mauricio". Más allá que la estrategia tiene muchos años de desarrollo —ya en el año 2007 Néstor Kirchner manifestaba que "Mauricio es Macri"— la historia de la metamorfosis nominativa resultó fructífera y exitosa. Luego de las elecciones presidenciales, los analistas de la comunicación política observaron en aquel diseño la explicación del punto neurálgico de la campaña de cercanía. Cristina Kirchner, "y con ella toda la dirigencia política argentina", hablaba desde elevados y distantes atriles mientras que Mauricio tomaba mate "junto a la gente". La llegada a la presidencia, no solo confirmó la necesaria estrategia de ser Mauricio, si no que fue ampliada a la totalidad del elenco gubernamental. Nico, Toto, Guillo, Marquitos y otros disimularon sus apellidos e inauguraron una nueva moda de indumentaria política que hoy invade a oficialistas y opositores. Hasta aquí una década de diseño ecuatoriano: la cercanía de los nombres.
Ya en el plano estrictamente fáctico, la llegada de Cambiemos al gobierno instaló la idea que por primera vez la política nacional estaba a cargo de personas directamente vinculadas al poder real. Para el oficialismo esto representa una virtud que invita a pensar que el éxito privado se convertirá en éxito público. A esto la oposición contesta que se trata de un conflicto de intereses o directamente un fenómeno de representación de lo privado en lo público.
El oficialismo se encarna como novedad y la oposición como receta fracasada. La cercanía y el futuro o "Mauricio y el cambio" constituyeron un impacto suficiente para lograr el triunfo de las elecciones legislativas. Poner en crisis a la oposición e incluso pasar con bajos sobresaltos políticos la aprobación de medidas tan impopulares como el recorte jubilatorio en el mes de diciembre pasado.
Todo parece indicar que la crítica que denunciaba que Argentina estaba atendida por sus "propios dueños" era la fortaleza buscada. Tal como decía el almacenero del barrio: "Nadie administra mejor el negocio que el propio dueño". Ante el éxito que arroja la cercanía, la "invencible" Big Data electoral, el discurso de la herencia, las solicitas actuaciones judiciales y la fragmentada oposición, el gobierno de Mauricio inició la campaña de reelección presidencial más larga de la historia moderna: Macri 2019.
Sin embargo, para sorpresa del optimismo coucheado de Don Jaime, el país vivió o vive hace tres semanas una crisis profunda no solo económica sino también social y política que parece haber irrumpido de forma abrupta. ¿Qué pasó? Los medios de comunicación abundaron en explicaciones financieras que solo han permitido a la población ampliar su vocabulario más allá del entendimiento que suele cortarse con la compra en el supermercado o con la boleta de luz. El "carry chango" medio vacío es una cachetada cotidiana al "carry trade". Para otros protagonistas estábamos ante un nuevo Cisne Negro en la realidad política y económica de la Argentina.
En medio del escenario tumultuoso aparece una pregunta que representa el corazón de la metáfora explicativa que hemos elegido. ¿No está el país gobernado por sus propios dueños? ¿No es Mauricio el presidente? ¿Son errores de los propietarios? ¿Quién atenta contra los dueños? Los ambientes gubernamentales y de "mesa chica" se muestran preocupados por esta respuesta. Así Carrió —luego de denunciar a un conocido financista y empresario rosarino— optó por culpar a "La Roque Perez", una logia que suele reunirse en la casa de Blaquier y a la que concurre buena parte del denominado círculo rojo de nuestro país. Al mismo tiempo el grupo más cercano al jefe de Gabinete posó su mirada persecutoria en los sectores financieros vinculados a la derecha laica católica. La batalla se libra aquí contra la filosofía induísta que cultivan importantes funcionarios que bicicletean por la India pero tributan a Wall Street. Otra fuente, visitante permanente de Balcarse 50, se inclinó por "la Ndrangheta", una logia siciliana mafiosa sin códigos que diversas versiones vinculan a la familia paterna del presidente y que juegan a las finanzas offshore del mundo global. Todo se trataba de una indomable vendetta.
Los argumentos esotéricos, conspirativos y hasta bizarros como los descriptos merodearon por estos días en las mesas del poder.
Nosotros hemos optado por una explicación más sencilla con ayuda de la historia y de la política. Los problemas no derivan de las conspiraciones o del tan mentado gradualismo o del ajuste de shock. Todo disimula una intolerable decisión para el circulo rojo: "Maurico quiere ser Macri. Nosotros votamos a Mauricio no a Macri. A ese apellido ya lo conocemos". Esta declaración es casi textual y pertenece a un empresario nacional de primera línea dicho en voz baja por uno de sus principales consultores económicos. La versión indica que todo está correcto y es más que aceptable hasta "Mauricio", el genial invento de Durán Barba. Otra cosa es pensar que el hijo de Franco pretenda convertirse en un nuevo líder político. La memoria del comportamiento empresarial, familiar y personal ya no lo hacen tan confiable. El círculo rojo le hizo saber a "Mauricio" que están muy contentos con él. Pero se trata de un simpático representante y no hay otra política posible. Sin descuidos ni veleidades. Ello explica el fuego amigo, las traiciones, las internas despiadadas y el llamado final a la unidad nacional. De ahora en más solo "Mauricio". En definitiva, en 2019 se librará esa batalla: la de los "nombres" de las estéticas comunicacionales. O tal vez haya "apellidos" que le vuelvan a poner identidad a otros proyectos sustentados en la representación auténtica de lo popular.
Pedro Romero / José Romero - Licenciado / Doctor en Ciencias Políticas