Mientras casi todos los países parecen tener todavía poco éxito en controlar la pandemia de coronavirus, el mundo de las finanzas continúa su marcha y entre tanta confusión algunos “genios” de los mercados aprovechan para estafar a la gente. Nada se detiene pese a la cantidad de muertes diarias por la enfermedad, la tragedia del subcontinente de la India que registra un promedio de 350 mil casos y más de 3 mil muertes cada 24 horas.
Tampoco se tiene en cuenta el aumento de los precios internacionales de los commodities que llevan al alza a los alimentos en el país y en el mundo y a profundizar las hambrunas en buena parte del planeta.
El mundo de las finanzas, sin embargo, tiene instrumentos que bien empleados generan efectos virtuosos en la economía. Pero en épocas de incertidumbre pueden hacer tambalear hasta a las economías más sólidas, como lo ocurrido con la crisis financiera internacional surgida en 2008 en Estados Unidos y que se desparramó por el mundo.
Precisamente, una “víctima” impensada de ese desastre de las finanzas fue el norteamericano Bernard Madoff, que murió hace unos días en la cárcel. Madoff había creado un imperio en base a una estafa piramidal, la mayor de la historia de Wall Street, por la que la fue condenado a 150 años de prisión. Tenía 82 cuando murió, aparentemente por causas naturales, dejando como legado el haber estafado a miles de personas por más de 50 mil millones de dólares. La crisis de las hipotecas “subprime” en Estados Unidos y el descalabro financiero posterior pusieron en evidencia su maniobra ilícita.
Desde pequeños inversores, jubilados, entidades de bien público, organizaciones humanitarias hasta grandes empresas y financieras fueron engañados por Madoff, quien otorgaba un rendimiento superior a los del mercado durante años. Pero eran sólo asientos contables de ficción porque ese dinero nunca existió y cuando alguien lo requería se utilizaban para pagarle los fondos frescos del nuevo inversor que ingresaba a la pirámide, conocida como “esquema Ponzi”. Lo increíble de esta historia, como otras que vamos a detallar más adelante, es que toda esta estafa ocurrió durante muchos años frente a las narices de los organismos oficiales de control de las entidades financieras que operan en la Bolsa de Nueva York. Nunca encontraron nada raro en las habituales inspecciones. ¿Casualidad, negligencia u otra cosa?
Un escándalo, también dentro del mundo financiero, sacude a Alemania desde mediados del año pasado y generó que la canciller Angela Merkel tuviera que dar explicaciones la semana pasada en el Bundestag. La empresa Wirecard, dedicada en un principio al pago de transacciones digitales de sitios de pornografía y juego, produjo lo que el gobierno alemán considera un escándalo sin equivalencias en el mundo de las finanzas.
Wirecard, fundada en Munich en 1991, tuvo un rápido crecimiento en servicios financieros, tecnología, procesamientos de pagos y emisión de tarjetas de crédito. Cotizaba en la Bolsa de Frankfurt, donde integraba el panel de las 30 empresas más importantes del país. Había tenido un gran crecimiento en Asia, donde aparentemente desviaba fondos a través de maniobras ilícitas y contabilidad falsa. El año pasado se declaró en quiebra y reconoció una deuda de 1.900 millones de euros, parte de los cuales afectó no sólo a grandes jugadores de las finanzas sino a pequeños inversores o jubilados que apostaron a tener mejores dividendos por sus ahorros. Uno de los directores de Wirecard está prófugo desde el año pasado y otros dos fueron detenidos, aunque uno de ellos liberado bajo fianza.
La Fiscalía de Munich investiga a la empresa por falsificación de balances, manipulación de los mercados y fraudes varios. Cree que falsificaban sus cuentas desde 2015 para cometer una gran estafa. Incluso trata de determinar el destino de miles de euros en efectivo que directivos de Wirecard retiraban de la sede de la entidad.
Como en el caso de Madoff en Estados Unidos, el organismo alemán de control, la Autoridad Federal de Supervisión Federal (BaFin), nunca detectó irregularidad alguna. Su director no tuvo otro remedio que renunciar al cargo. Si no hubiera sido por una serie de notas del diario británico Financial Times, Wirecard todavía seguiría hoy estafando a la gente. Una serie de notas del periódico británico, que demoró meses en investigar el caso, puso fin a las andanzas delictivas de los dueños de la compañía alemana. El diario informó que durante mucho tiempo los empresarios retiraban semanalmente en bolsas de plástico dinero en efectivo calculado entre 200 mil y 700 mil euros.
Otro escándalo de las finanzas se produjo esta semana cuando dos empresas de criptomonedas en Turquía cerraron imprevistamente sus actividades. Una de ellas, Thodex, se quedó con dos mil millones de dólares de 391 mil inversores de todo el mundo y su fundador, que ahora tiene pedido de captura internacional, está prófugo, presumiblemente en Albania. Ya hay 62 personas detenidas por esta gran estafa.
Thodex empleaba una inteligente campaña para captar clientes y utilizaba “influencers” que prometían seguridad en las inversiones de la moneda digital. Así captaba fondos internacionales mientras preparaba una gran estafa para quedarse con el dinero de los incautos inversores. En el último día de operaciones hizo transacciones por 500 millones de dólares.
Poco después, otra plataforma turca de criptomonedas llamada Vebitcoin también suspendió sus operaciones por dificultades financieras aunque el tendal de probables estafados es mucho menor al de Thodex. A raíz de esta crisis financiera del dinero digital, el Banco Central Turco prohibió desde el 30 de abril pasado el pago de bienes y servicios en esa moneda virtual.
¿Estas señales son el comienzo de una crisis en las transacciones con dinero digital, un fenómeno que crece día a día en todo el mundo? ¿Se comienza a romper una burbuja especulativa como tantas otras en el pasado?
Si la incertidumbre y la volatilidad que genera la pandemia arrastran a los mercados financieros a una nueva crisis global la pagarían, como siempre, los países más pobres y desprotegidos cuyas débiles economías no podrían resistir una larga recesión mundial. Habrá que observar con atención si las maniobras financieras especulativas y las estafas a gran escala son los primeros síntomas.