Empiezan a llegar los lanzamientos de candidaturas, los posicionamientos internos y las roscas, que irán muchísimo más allá de Semana Santa.
Por Mauricio Maronna
Empiezan a llegar los lanzamientos de candidaturas, los posicionamientos internos y las roscas, que irán muchísimo más allá de Semana Santa.
Es más, la bota santafesina se convierte poco a poco en la rosca santafesina. Todos empiezan a hablar con todos, convencidos de que si no es ese el procedimiento se quedan afuera de lo que vendrá, que no es otra cosa que la disputa por el poder. Y ya lo dijo un cacique político a principios de los 90: "Afuera hace frío".
Rosario ya tiene dos candidatos a intendente lanzados: Miguel Cappiello y Roy López Molina. En los días sucesivos vendrán otros nombres. En la edición de hoy de La Capital, Cappiello sale con todo a anunciar su postulación para evitar que le pase lo de 2011 y 2015: la interna del socialismo, la rosca infernal entre diferentes sectores lo dejó afuera de la candidatura. Es curioso el derrotero del actual senador provincial: ganó todas las elecciones en las que se presentó y, en las últimas a senador, fue el candidato más votado en todas las categoría.
Se prevé una interna con Pablo Javkin, quien por estas horas busca relanzar su espacio político para competir en las primarias del Frente Progresista, o como se llame ese espacio en 2019. Falta saber si se concretará ese frente amplio que propugna Ciudad Futura, incorporando al peronismo.
El ejercicio de sumar
A falta de un ballottage que sinceraría las afinidades ideológicas entre esas fuerzas —que también tienen muchas diferencias de práctica política— el socialismo no está para tirar manteca al techo o para rechazar acuerdos electorales. Ahora bien: en política también hay sumas que restan. El oficialismo rosarino perdió el voto del centro, ese sufragio refinado que les permitió a Hermes Binner, Miguel Lifschitz y Mónica Fein mantener la hegemonía socialista. Eso, hoy es interpelado porque las voluntades se fueron el 22 de octubre de 2017 hacia el PRO.
El que entiende esa ecuación es Miguel Lifschitz. Durante sus dos gobiernos en la ciudad, Lifschitz fue beneficiado por el aval de la clase media rosarina que vive adentro de los bulevares. Para intentar seducirlos de nuevo, deberá ser Lifschitz el que encarne en ese rol, desde su cargo actual. Por eso, sorprende que tan temprano el actual gobernador haya dicho que no a la posibilidad de volver a ser intendente. ¿Y si la realidad pone al socialismo ante la dura prueba de quedarse sin la provincia y sin la ciudad? Interrogante y tema para otro capítulo de la historia que se viene.
Así como hay novedades en la política rosarina, comenzará a haberlas en la instancia provincial. Pícaro y rápido de reflejos, Lifschitz consiguió instalar por primera vez el tema de la reforma y reelección un poco más allá del círculo rojo.
Era lo primero que debía hacer para no convertirse en pato rengo tras la estruendosa derrota del Frente Progresista en los comicios a diputado nacional y concejal de Rosario. Y Lifschitz lo hizo. Hoy no solamente sigue arriba del caballo, sino que desde su cocina se cuecen encuestas que sostienen que el 70 por ciento de los santafesinos está a favor de la reforma.
Lifschitz ahora debe ponerle una flor a la interna del peronismo y rezar para que no crezca la posición interna de Omar Perotti, el más opositor a la reforma constitucional, además de José Corral. Lifschitz invita a comer asado a los senadores y logra que algunos le digan que sí a la posibilidad de la modificación constitucional. El detalle no es menor: necesitaría cuatro o cinco votos peronistas para que el llamado a elecciones de convencionales constituyentes se convierta en ley.
Por lo pronto se demora la convocatoria a un congreso peronista que siente posición. "Es complejo, a veces no sé adónde estamos parados. Si llamamos a un congreso, vamos a tardar un mes. Son cuatrocientos delegados, y algunos hasta han fallecido", dijo una fuente a La Capital, que lleva prendido a su saco el escudito peronista. Por lo pronto, la Casa Gris hizo lo que un senador le pidió que hiciera: convocar al presidente del PJ, Ricardo Olivera. El ministro de Gobierno, Pablo Farías, lo recibió a Olivera y escuchó su catarsis.
Evidentemente, los senadores del PJ —con excepción de alguno que reporta a Perotti— están mandándole mensajes al rafaelino. Mientras el actual senador nacional sostiene por todos los medios que no se debe convocar a una reforma en 2018 ni en 2019, y que la gente ni piensa en esa cuestión, el senador Armando Traferri —entre otros— se mostró a favor de reforma y reelección.
"A los senadores les va muy bien por el hecho de no tener jefes políticos. Ellos son sus propios jefes. Y, mientras están que sí, que no con la reforma, le van sacando a Lifschitz todo lo que le piden", narró una voz neutral del peronismo que espera que el gobernador "mande la gallina al gallinero", en relación al proyecto de necesidad de la reforma y la Legislatura. El gobernador seguirá comiendo asados con senadores, presidentes comunales e intendentes.
La situación política del peronismo es seguida por todos los protagonistas de la política, sean o no peronistas. El PJ provincial se ha transformado en un espacio muy competitivo tras los 500 mil votos que cosechó la lista encabezada por Agustín Rossi, una continuidad de lo que logró Perotti como candidato a gobernador en 2017. Si los muchachos y muchachas peronistas logran mantener sus instancias de unidad en las diferencias tendrán una carta fuerte para la Gobernación.
Es por eso que el presidente de la UCR, Julián Galdeano, y el embajador argentino en Uruguay, Mario Barletta, propusieron que el socialismo se integre a una alianza santafesina bis para enfrentar al peronismo. Suena extraño, pero la política santafesina va y viene tantas veces que se parece mucho a esa cita de Charly García: "Todo se construye y se destruye tan rápidamente, que no puedo dejar de sonreír".