Schopenhauer decía que el destino mezcla las cartas, pero es el ser humano quien las juega. Tal
vez esto sea cierto para una parte de la vida de la persona, pero en el caso de las sociedades y,
en particular de ciertas sociedades como la argentina, la santafesina y la rosarina ¿es aceptable
la aplicación del principio? Si el filósofo viviera en este tiempo y en este espacio, acaso hubiera
modificado su pensamiento por este otro: “El destino mezcla las cartas cuando lo permiten
ciertos dirigentes, pero en todos los casos son estos quienes la juegan”. El pueblo, casi
siempre, es un convidado de piedra en el juego y, por tanto, la persona no deja de ser un
conducido, apenado muchas veces, por el antojo, el capricho, la insensatez o la ignorancia del
conductor. ¿Pero es acaso que las sociedades no tienen responsabilidades en su propio destino?
Desde luego que sí. La masa social le entrega los naipes a los líderes para que estos hagan un
juego limpio y justo, más si el concedente de la baraja se equivoca viene a tener gran parte de
responsabilidad en su propia desgracia.
En las últimas semanas que acaban de transcurrir han sucedido en el país hechos desgraciados.
Sucesos que el hombre común, adormilado por la resignación, no alcanza a advertir o si lo hace, no
lo percibe, en ocasiones, en toda su dimensión. A los ya olvidados y pasados casos de Skanska, la
valija de Antoninni, entre otros, se ha destapado hace pocos días, y como todos saben, el tema de
los autos ingresados al país de manera ilegal. Lo último, en ese aspecto, es que la esposa del
funcionario de la Cancillería que acaba de ser echado por el gobierno, poseía un vehículo que no
había pagado los impuestos correspondientes. Dice la noticia: “La Oficina Anticorrupción (OA)
denunció ante la Justicia que la esposa del ex funcionario de cancillería, Jorge Matas, posee un
vehículo de alta gama de los que ingresaron al país con exenciones impositivas otorgadas para las
sedes diplomáticas extranjeras”.
El lector, con toda razón, se preguntará si estos son los únicos episodios irregulares en una
Nación atribulada por diversas cuestiones que atentan contra su paz interior. Y si al responderse
tal pregunta duda, tal incertidumbre estará harto justificada.
Más “aportes”. Pero es posible, también, que el lector, al tomar
conocimiento de estos hechos y otras medidas, se sienta indignado, enojado y, si aun está un poco
despierto y no tan aletargado por la anestesia aplicada por los dirigentes a través de los años,
tenga deseos de protestar airadamente como hicieron en Córdoba algunos representantes de
organizaciones no gubernamentales por el aumento del boleto.
Es que de una forma u otra es el pueblo, la persona, la que sigue alimentando las cajas fiscales
y sus déficit, mediante impuestos e impuestazos a veces proverbiales y otras veces encubiertos. Es
el pueblo el que sigue soportando, mientras paga a veces hasta lo injusto y desmedido, todas estas
irregularidades. Los trabajadores, por ejemplo, ahora se han enterado de que deberán aportar más
para las cajas previsionales, con lo cual el haber se verá reducido. En algunos casos más reducción
aún sobre las ya paupérrimas cifras que son demostración palpable de injusticia y primera imagen
del acceso a la pobreza. Si la nueva exacción (porque en este país hay pocos tributos y muchas
exacciones) fuera a resolver las vicisitudes de los jubilados, si se les concediera a estos por fin
el 82 por ciento que por justicia les corresponde, entonces ya no se trataría de una quita
autoritaria, sino de una medida altruista que sería recibida con beneplácito. Pero el hecho de que
haya olor a que los expedientes de los nuevos juicios iniciados por los jubilados (para emular a
aquellos compañeros que fueron beneficiados por el fallo de la Corte de la Nación) sean cajoneados,
indica no aroma a refrescante fragancia, sino olor repugnante.
Siguen los dibujos. Y dos noticias más que trascendieron en el día de ayer vienen
a ser el moño de un paquete nefasto: por un lado se ha hecho público lo que cualquier lector
observador ya sabe: “cierran locales por altos alquileres”. Pero... ¿cuántas familias
sufren las consecuencias de un aumento disparatado en los alquileres de las viviendas? Fiel a su
estilo, los conductores argentinos han decidido remediar esta situación de la única manera que
conocen, ocultando la realidad. Dice la otra noticia: “El equipo de técnicos (del Indec) que
medía la evolución del precio de los alquileres fue desarticulado en la tarde de ayer. “Desde
hoy no salen más a medir casa por casa; el operativo de relevamiento que existía desde hace años se
terminó.", dijo un allegado al controvertido instituto. Es decir, la base sobre la que asienta un
hogar y la familia, esto es la vivienda que da cobijo, se encuentra a merced de ¡¿las reglas del
mercado?! Y en este contexto, el Estado prefiere mirar para otro lado antes que enfrentarse a un
mercado que, más que ello, es un terrorífico ectoplasma que devora sueños, ilusiones y dignas
formas de vida.
¿Es cuestión de ideologías? A la pregunta le corresponde un no. No es cuestión,
tal parece, de derechas, de centros o de izquierdas. No le tembló el pulso al derechista Macri a la
hora de aumentar las tasas en la Capital, lo que ha causado no pocos problemas financieros en los
contribuyentes y la economía capitalina. Pero en Rosario el socialismo ha hecho lo mismo. Por eso,
le asiste razón al ex intendente Cavallero cuando sostiene que aquí no se trabaja sobre la cuestión
de fondo, esto es la reducción del déficit que es preocupante.
Ni hablar de esta ideología híbrida del orden nacional que, leal a sus ambigüedades, lo invita
al dictador de Guinea Ecuatorial a suscribir convenios, pero lo humilla en público. Esta híbrida
línea de pensamiento que ayer denostaba a Lavagna y hoy lo acoge para la conducción del partido
oficialista ¿Reutemann también se sumará?
Pero por otro lado: ¿Se puede afirmar que sea una cuestión de oficialismo u opositores? Tampoco,
pues ya se advierte que tanto unos como otros carecen de sensibilidad para considerar las
cuestiones determinantes para el ser humano. Sin ir más lejos, véase como el peronismo provincial
se ha dividido en la Cámara de Diputados y, en ciertos casos, no precisamente por razones elevadas,
tales como posturas respecto de políticas vinculadas al destino humano. Nada de eso, las malas
lenguas (que a veces están muy bien informadas) dicen que la preocupación de algunos y el
subsiguiente enojo es por los cargos, contratos, asesores y demás. ¡Una verdadera vergüenza!
Mientras tanto, todo se resuelve con aumentos, como el anunciado por la Empresa Provincial de la
Energía, que pagará una parte del pueblo (otra injusticia).
Así, el ser humano anda, como aquellos desamparados de la Medusa, en la balsa de la vida.