La renuncia de Gabriela Michetti y la renuncia que vendrá, caso Solá, no hacen
más que demostrar el maquillaje con que los políticos argentinos todas las mañanas cubren su
rostro. La falta de actitud democrática se evidencia en este juego loco en el que sólo asoma a la
superficie el hiperpersonalismo con el que hoy cuenta la clase política argentina. Esta manera de
hacer política montada sobre la espalda de un candidato traccionador de votos, tiene un corto
camino y es la antítesis de la construcción política. Sólo basta recordar cómo terminó Graciela
Fernández Meijide. Es hora, y nuestro país lo merece, de que la política sea asumida con la
responsabilidad que ello implica. Es decir, cuando se jura por Dios, la Patria y los Santos
Evangelios, implícitamente debe entenderse que allí anida el compromiso de terminar mandatos; de
llegar, formar y construir equipos; de revalorizar la vida partidaria, y si no lo existiese dar un
debate ideológico.
Se observa con asombro cómo hasta los más serios intelectuales confunden sujeto
con predicado. El doctor Eugenio Zaffaroni ha mencionado como posible salvataje para esta realidad
política argentina el camino del parlamentarismo. Con todo respeto se debe recordar al prestigioso
Zaffaroni que no es el sistema sino quienes lo operan los que lo hacen ineficiente. Zaffaroni habla
de ir al parlamentarismo como remedio cuando la sociedad busca denodadamente desobligarse de las
básicas obligaciones cívicas. Días atrás conocimos un trabajo de investigación del licenciado
Horacio Robustelli, sobre Santa Fe, que puede ponderarse a nivel nacional sin más error que los 3 ó
-3 de toda encuesta. Dicho trabajo concluye, entre otros datos, que el 54 por ciento de la
ciudadanía no concurriría a votar si el acto no fuese obligatorio. A través de la realidad que
emerge del serio trabajo de Robustelli, la sociedad, en este caso santafesina, quisiera ampliamente
ignorar sus obligaciones cívicas. El acto de elegir, de ser elegido, de controlar, pasa a ser
molesto para una sociedad que a pesar de los veinticinco años transcurridos, pareciese conformarse
con esta democracia formal... hoy casi "testimonial". Lo cierto es que esta actitud de cuasi
desprecio institucional que llegó a la Argentina no es para que encuestas en mano los hombres y
mujeres de la política la tomen para refrendarla, y sobre ella hacer campaña en la cual pasen
desapercibidas las procedencias políticas, las diferenciaciones ideológicas, la reivindicación de
la importancia de la política como herramienta (más que nunca hoy) de transformación de una
sociedad, la nuestra, que con su indiferencia pide a gritos, valga la contradicción, retomar el
cauce de la normalidad institucional. ¿O no está diciendo esto cuando marcha contra la inseguridad?
¿O no está diciendo esto cuando peregrina con sus dolencias por los hospitales, donde a veces deja
su vida? ¿O no está diciendo esto cuando amontona a sus hijos en los semáforos para limpiar
parabrisas? ¿O no está diciendo esto cuando en su impotencia construye muros reales o imaginarios?
Lo cierto es que hoy Argentina, por mala praxis política, debe reconocer la existencia de dos
culturas que se están desarrollando en forma paralela: los incluidos y los excluidos. ¿No hay acaso
mayor muro que éste? ¿Puede alguien decirse representante de los partidos que nacieron en
Argentina, con raíces nacionales y populares, y entretenerse en otro tema que no sea éste? Quien no
atienda cuando la pobreza toca su puerta, no merece ser votado.
Argentina no cayó en decadencia ayer. Es producto de largos desaciertos. De
muchos hiperpersonalismos. De pocos hombres de la política como tales.
La mayor de las inseguridades tiene su definición en la pobreza. Hoy tanto el
sistema educativo como el de salud, ejes de la integración social y de la seguridad que todo Estado
debe brindar, han colapsado. Argentina debe rehacerse. Y es a través de la política que tiene esa
posibilidad. Estamos a dos meses de lo que no debiese ser un "trámite rapidito". Es una oportunidad
para emprender el difícil camino del retorno. Se necesitan viviendas, agua potable, cloacas... sin
esto no hay batalla seria contra el dengue. Debemos volver a programar políticas de Estado para las
cuestiones básicas. Quienes resulten candidatos para estas próximas elecciones debiesen coincidir
en que salud y educación no pueden prestarse a distintos discursos políticos, sino a una acción
conjunta en representación de toda la sociedad.
A propósito de la salud y esta epidemia de dengue, resulta ininteligible e
inmoral que el presupuesto destinado a salud, que apenas es del 1,5 por ciento del Producto Bruto
Interno (PBI), haya sido subejecutado en un 48 por ciento durante el año 2008. Porque como dijo el
dirigente de la Sanidad West Ocampo, "todo lo que no se invierte en salud se paga en vidas". Hoy
esa definición hace a la realidad.
Además hay situaciones indefendibles. ¿Por qué Chaco? Esta provincia de más de
un millón de habitantes, donde crece el dengue a pasos agigantados, tiene el 49 por ciento de su
población bajo la línea de pobreza y un 17 por ciento por debajo de la línea de indigencia. A pesar
de que su geografía está bañada por ríos caudalosos como el Paraná, el Paraguay, el Bermejo y el
Bermejito, el 70 por ciento de su población no tiene agua potable… Y como su población vive
mayoritariamente, desde hace años, dependiendo del Estado, cuando en diciembre el dengue ya
golpeaba la puerta de la epidemia, las diez mil personas integrantes del sistema de salud chaqueño
salieron de vacaciones y volvieron a sus obligaciones en la segunda quincena de febrero… Este
gravísimo factor institucional colaboró para que el dengue goce de buena salud.
Dada la realidad y las políticas desacertadas para transformarla que hoy se
ejecutan, no es alocado pensar que el Bicentenario nos encontrará con el dengue en nuestro
regazo.
Ante esto, cobra especial dimensión el pedido que el presidente de Brasil, Lula
da Silva, que hoy comienza su visita a Argentina, ha realizado al gobierno de Barak Obama para
nuestro país. Le solicitó que preste mayor atención política y apoyo para encontrar soluciones a
las dificultades financieras de Argentina, ya que es "un país crucial en el proceso de integración
y resulta clave para la seguridad regional". Una de las tantas lecturas que sobre este pedido puede
hacerse, es que a los ojos del exterior la debilidad de nuestro país es notoria.
Estamos muy cerca del 28 de junio y, como se dijo, con una sociedad con
deficiencias en su activismo ciudadano. Sociedad que debiese hacer un enorme esfuerzo por ver, por
controlar, por participar, dado que el punto de inflexión que hoy se presenta en Argentina es
continuar por el camino de la mentira o comenzar a transitar la difícil senda de la verdad.