Al fútbol argentino lo han empobrecido de tal manera que está transitando el peor mercado de pases del que se tenga registro. Tan es así, que de los 28 clubes que hacen a la Liga Profesional, hasta este martes sólo 12 han realizado alguna incorporación, pero ninguna de relevancia como para romper con las equivalencias preexistentes. Es por ello que aquellos pocos que prevalecieron por sus planteles, lo seguirán haciendo, ya que en el resto no hubo ningún salto cualitativo que permita proyectar un futuro inmediato más competitivo.
En este contexto se encuentran los clubes rosarinos, sin posibilidades económicas de sumar jerarquía, aún con diferentes políticas futbolísticas.
La frase hecha de "no traer por traer", que muchas veces actúa como una excusa pero que en otras responde a una convicción, en este caso se ajusta para un mercado irrelevante en cuanto a disponibilidad de futbolistas que hagan la diferencia.
Newell's sustenta su presente en función de un puñado de jugadores de experiencia y la complementación de varios jóvenes para mejorar el rendimiento reciente que lo dejó en la puerta de la clasificación a los cuartos de final de la Copa de la Liga.
Central ha procedido a prescindir de algunos experimentados en función de incorporaciones que aún no se han plasmado, con opciones que lejos de augurar mayor potencialidad incrementan la bronca residual que dejó el último puesto en el certamen anterior.
En ambos clubes en los últimos años hay varios ejemplos de contrataciones improductivas, es por ello que las pocas que significaron refuerzos rápidamente se hicieron notar.
La mediocridad vigente en el fútbol argentino impone considerar que lo menos peor es conservar lo que se tiene, ya que por razones económicas y carencia de jugadores de jerarquía el incorporar no es una inversión, sino mayor gasto.
El mercado de pases del fútbol argentino, surcado por regresos de jugadores mayores y la llegadas de otros sin antecedentes, o lo que es peor, con malos antecedentes, no hace más que exhibir la precariedad de una competencia que sobrevive por esa pasión irrefrenable. Que solo se siente. Que no se explica. Y menos mal que no se explica.