El kirchnerismo cumplió 9 años en el poder con la satisfacción casi completa de haber podido plasmar en la práctica el plan de vuelo trazado por Néstor Kirchner, tras haber sido consagrado presidente con el 22 por ciento de los votos merced a la huida de Carlos Menem del ballottage. El juego de postas que había lucubrado el santacruceño, con presencias alternadas en el poder con su esposa, Cristina Fernández, no se pudo cumplir en su totalidad por su propia muerte. Todo lo demás está a la vista.
El kirchnerismo terminó políticamente hasta con su propio mentor, Eduardo Duhalde, quien en abril de 2003 se propuso "ir casa por casa, barrio por barrio, para imponer la idea de la renovación que encarna Kirchner". Desde aquel puñado de votos conseguido casi exclusivamente en las secciones electorales bonaerenses dominadas por el aparato del PJ bonaerense apadrinado por Duhalde, hasta la frondosa mayoría del 54 por ciento que logró Cristina en octubre de 2011, el kirchnerismo fue moldeando un relato y una acción a salto de mata, construyendo enemigos, partiendo la cancha, ejerciendo el poder a mano llena.
Números y contexto. Hoy, 9 años después de la cabecera de playa, el oficialismo se encuentra ante el dilema de tener que cambiar la posta a alguien que no lleva el apellido Kirchner o meterse de lleno en una farragosa disputa por la re-reelección de la presidenta. Esta última opción está más cerca en los números que en el contexto.
A saber: si el kirchnerismo repite en las elecciones legislativas de 2013 una buena performance, tendrá la cantidad de votos necesarios en las dos Cámaras legislativas para declarar la necesidad de la reforma, paso previo obligatorio para instalar la cláusula re-reeleccionista o alguna modificación en el sistema presidencialista que abone algún sueño de eternidad que anida en el cristinismo más duro. Sin embargo, la mayor objeción estará dada en el humor social, poco afecto en la Argentina a planteos de esa índole.
De jugar esa ficha, el kirchnerismo (y al fin el peronismo) correría el riesgo de despertar a una oposición convertida hoy por hoy en entelequia, que pasa sus días entre el extravío de la agenda y la ausencia de alternativas. El antecedente más fresco en la materia se escribió en Misiones, donde Carlos Rovira vio frustrados sus deseos de continuidad frente a un conglomerado opositor encabezado por el obispo Joaquín Piña. La resolución de este intríngulis, su contexto, es lo más interesante para seguir desde el análisis político.
Hablando del futuro. Antes de lo esperado por muchos, la cuestión de la sucesión se instaló en el aquí y ahora. Daniel Scioli, harto de las puñaladas por la espalda de su vicegobernador Gabriel Mariotto, al fin blanqueó que tiene deseos de ser presidente en 2015 y, esos dichos, movieron las estructuras del PJ. ¿Qué hará Cristina frente a los deseos de sucesión de Scioli? Ese gran interrogante tiene varias colectoras.
Pocos creen en el universo opositor que el cristinismo le ceda el tiempo y el espacio al gobernador bonaerense, quien padece la desconfianza en esas entrañas desde el inicio de los tiempos. Alguna vez Miguel Bonasso (cuando reportaba en el kirchnerismo explícito) anticipó que Scioli quedaría "guardado en un placard" como vicepresidente de la Nación. Y así fue.
La capacidad de sobrevivencia y las necesidades de la Casa Rosada mantuvieron imantadas las chances y la vigencia del ex motonauta, quien afronta por estos días un horizonte de tormenta por las cuentas en rojo de la provincia, la desconfianza del cristinismo y la rebelión de los productores agropecuarios.
El sobreviviente. Sin embargo, sectores importantes que respaldan desde el inicio el plan de acción kirchnerista (tal el caso del cada vez más numeroso Movimiento Evita) creen que al final del camino —si no prospera la reforma constitucional— se debería mirar con buenos ojos a Scioli. Por estas horas, los intendentes bonaerenses (al fin, la nomenclatura del PJ) intentan catar qué tipo de gusto peronista se pondrá de moda de cara al 2015.
Cristina conoce a la perfección la Teoría del Pato Rengo (lame duck), un termino acuñado en la ciencia política norteamericana que alude aquellos gobernantes que, a dos años de culminar su segundo mandato, comienzan a sufrir una fuerte pérdida de poder ante la imposibilidad constitucional de ser re-reelegidos. Si desembozadamente la jefa del Estado anunciara a los cuatro vientos un renunciamiento histórico el peronismo iría en masa a buscar a un nuevo personaje para los nuevos tiempos.
¿Elegirá Cristina a un delfín para la sucesión, nacido y criado en el reservorio K? La opción cobraba espesor con el nacimiento de lo que fue la nueva estrella del poder: Amado Boudou.
La caída de Boudou. La sucesión de escándalos en torno a Ciccone, el entorno de amigos, los alquileres y los viajes que sacudieron al vicepresidente de la Nación limaron las chances de quien aparecía como el candidato a promover. La rápida caída en desgracia de Boudou alimenta los sueños de otras referencias. Hasta en el entorno de Agustín Rossi creen en una candidatura nacional, convencidos de que el jefe del bloque de diputados del Frente para la Victoria tiene una imagen muy distinta en las provincias a la que registra en su terruño natal, donde la suerte electoral le ha sido esquiva.
La última palabra. Las formas del kirchnerismo, la concentración de las decisiones y las desconfianzas extremas que caracterizan a la mesa chica del poder, impiden que el futuro pueda ser construido de otra forma que no pase por el deseo de Cristina. Los nueve años de kirchnerismo configuraron también esa cerrazón.
"Hay que ir generando nuevas dirigencias para transferir la posta que es ineludible. Los que crean en la eternidad recen un rosario y que se den cuenta de lo frágiles que somos todos nosotros", señaló, el viernes, la jefa del Estado en un mensaje que alumbró nuevos interrogantes en el peronismo.
La "posta" en cuestión tiene su significado: es un conjunto de caballerías que antiguamente estaban preparadas en determinados puntos del recorrido de una diligencia para hacer el relevo a las que ya venían cansadas. Este juego de postas K, diseñado en 2003, y cumplido a rajatabla por Néstor y Cristina, se encuentra hoy ante la dificultad de no encontrar un receptor con el apellido Kirchner. No se sabe qué caballería vendrá.