La expresión "movimiento de pinzas", utilizada en los manuales de estrategia militar, se emplea para indicar el ataque a un objetivo por ambos flancos simultáneamente. Esta situación es la que están padeciendo los dirigentes del futbol argentino por obra del acuerdo entre el presidente de Fifa, Gianni Infantino y el presidente de la Nación, Mauricio Macri. La presencia de Infantino en esta operación es una consecuencia directa de la acefalía de AFA, luego del 38 a 38; la del presidente, en lo que ha sostenido durante toda su carrera política.
Ya en julio de 1989, Macri, por entonces presidente de Boca, presentó ante un plenario de dirigentes de la Asociación del Futbol Argentino un proyecto para instalar la figura jurídica de las sociedades anónimas deportivas (SAD). Su posición contaba con el apoyo del entonces presidente Menem que, a modo de acompañamiento, instruyó a sus diputados nacionales Daniel Scioli y Fernando Galmarini para que prepararan un proyecto de ley al respecto.
La moción de Macri resultó derrotada por 39 a 1 y entonces Grondona, socarronamente, según contó el actual presidente argentino, le señaló: "¿Viste Mauricio? Perdimos…". El mismo Macri calificó el hecho como "el mayor fracaso político de su carrera". Meses después renunció a la vicepresidencia de la AFA.
En estos tiempos, todo ha cambiado. Grondona ya no está, ocurrió el Fifa-gate, el empate 38 a 38, la intervención de Fifa en AFA, la nueva conducción en manos del Ascenso Unido, que maneja Tapia, la Superliga y un Mauricio Macri que ahora es el presidente la Nación.
Antes de asumir la Presidencia, y más allá de lo sucedido en 1989, Macri había señalado: "El futbol tiene que ir a una fuerte reforma. Así no se puede seguir. Es un futbol deficitario, poco transparente, de mucha oscuridad. Los dirigentes tienen que ir a una autocrítica y una reforma", para agregar, además, que "hay que terminar con los barras en las canchas". Coherente con su pensamiento, desde que asumió el poder Macri intenta poner en práctica sus ideas sobre la organización del fútbol.
El presidente no es la excepción al interesarse en la AFA, todos los gobiernos lo han hecho. Pero el caso de Macri es distinto, "conoce el paño", como el viejo sastre.
El jefe del Estado se fijó cinco metas, algunas están cumplidas y otras en desarrollo: la privatización de los clubes cuyos socios así lo decidan. La eliminación de Fútbol para Todos, ya efectuada. El saneamiento de la AFA, mediante su reorganización, reordenamiento financiero y transparencia, tema a resolver; El desendeudamiento de los clubes, con el "garrote" de la Afip y de la Ansés, en plena ejecución. Y la erradicación de la violencia y de las barras en el futbol mediante métodos aún no explicitados. Toda esta transformación, todo este ordenamiento institucional, económico y financiero propuesto, trae como consecuencia colateral la desaparición paulatina de los "dirigentes-hinchas", como gustaba llamarlos Julio Grondona.
En una larga charla que tuve hace unos años con el por entonces presidente de AFA y vicepresidente de Fifa, con motivo de mi candidatura a presidente de Rosario Central en las elecciones en las que triunfara Usandizaga, me dijo: "El mundo está cambiando pero los dirigentes del fútbol argentino no están en condiciones de entenderlo, y el tren pasa una sola vez".
Al pedirle mayores precisiones sobre sus dichos, me señaló que la nueva realidad que impone la globalización de la economía mundial más los avances incontenibles de la tecnología, habían transformado el mundo del fútbol convirtiéndolo en un extraordinario negocio planetario. Luego me agrego "que los dirigentes argentinos no estaban en condiciones de entender la transformación porque la mayoría eran dirigentes-hinchas, sin formación para la nueva época que se avecinaba". Para terminar, me contó el caso de su hermano, quien, siendo presidente de Independiente, un club muy ordenado, "lo había fundido".
Al margen del grado de responsabilidad de Julio Grondona en el Fifa-gate, que probablemente lo hubiera llevado a la cárcel, no se puede negar sus conocimientos sobre las debilidades de los directivos argentinos. Debilidades sobre las cuales, en forma perversa, basaba su poder.
Hoy los dirigentes-hinchas siguen existiendo con independencia de su calidad de doctores, empresarios, comerciantes u otra ocupación. Son aquellos sobre los cuales Alejandro Cachari, en un excelente artículo publicado en La Capital, ha escrito "los dirigentes cuando llegan al cargo deben, deberían en realidad, dejar de ser hinchas aunque ello es casi contra natura. En la mayoría de los casos los directivos no llegan al lugar más importante del club que aman por méritos profesionales, sino por su amor a la camiseta". Pero, además de los planes en ejecución del presidente Macri, los clubes dirigidos por dirigentes-hinchas tienen un problema adicional.
Desde hace unos pocos años han aparecido nuevos dirigentes en los llamados "clubes grandes", cuya inserción en los esquemas de poder real de la sociedad argentina esta a la vista de todos y que están muy lejos de ser dirigentes-hinchas. Directivos como Donofrio, Britos, Angelicci, Moyano, Blanco, Tinelli y Lammes por mencionar los más conocidos, no solo están ordenando sus clubes, sino que además pertenecen al mundo financiero, político, gremial, mediático o empresario.
Grondona sabía neutralizar a estos dirigentes. Hoy se preparan para ejercer el poder casi sin limitaciones. Para lograr compartir decisiones con ellos, debe existir una relación de respeto fundada en un equilibrio de poderes, caso contrario "fuiste".
Si el resto de los clubes quiere sobrevivir a los planes de Macri e Infantino y a la nueva dirigencia de los clubes "grandes", especialmente la de Boca y la de River, necesitan generar conducciones capaces de afrontar la nueva época y estar a la altura del nuevo estándar de dirigentes.
Para esta tarea se necesitan directivos que tengan una lectura correcta de la dirección de los cambios; que generen alianzas con los poderes reales de nuestro país, para desde allí sentarse hablar con los "grandes"; que pongan en manos de expertos las distintas áreas del club; que se termine el "cholulismo" con los jugadores y entrenadores; que tengan una política -y respeto- en la relación con los árbitros; que entiendan que no basta "hacer prensa" para ser directivo; que el folklore no es para los dirigentes y que tengan en cuenta que los medios de comunicación desnudan las precariedades de los directivos.
La nueva época exige un cambio cultural y del perfil de los dirigentes. Los clubes, como Central, que teniendo condiciones institucionales objetivas para hacerlo no se adecuen a estos cambios, quedaran condenados a ser acompañantes de segundo orden de los llamados "grandes". Ganar un campeonato no es fácil, pero con dirigentes que no entiendan el nuevo escenario del futbol nacional, será imposible.
Alberto Joaquín