Hoy arranca la serie de shows de "Séptimo día. No descansaré" en Rosario. Son ocho funciones únicas e irrepetibles, en el hangar especialmente levantado para la ocasión en el antiguo predio de la Rural. Anoche hubo un adelanto para invitados especiales que mostró en su verdadera magnitud de qué va este tributo a Soda Stéreo que crearon a seis manos Zeta Bosio, Charly Alberty y Adrián Taverna, quien trabajó con Gustavo Cerati en la producción de su último disco, "Fuerza natural", y que puso en escena con toda su asombrosa maravilla el Cirque du Soleil.
De qué se trata: Es el homenaje que Soda Stéreo merecía y que los fans del trío que lideró mágicamente Gustavo Cerati merecían desde aquel inolvidable "¡Gracias totales!" del 20 de septiembre de 1997. Solo el Cirque du Soleil podía recrear con tanta sensibilidad y talento el espíritu de la obra de la banda que marcó a fuego a los jóvenes de ayer, que surcaban los cielos de los 80 con raros peinados nuevos, anteojos negros de carey y auriculares en la sien. Es un show musical y acrobático, pero sobre todo nostálgico.
Por qué hay que ir: Pocas veces Rosario ha tenido la fortuna de ser considerada para una gira de la magnitud de la que arrancó en marzo del año pasado en Buenos Aires y que deslumbró a los miles de "sodamaníacos" que le rinden culto a la banda a lo largo y a lo ancho de Latinoamérica. Tener a "Séptimo Día" ahí, en la Rural, al alcance de un taxi (jamás un Uber, claro), es un privilegio extraño y maravilloso, hay que aprovecharlo y más aún celebrarlo. Un pedacito de la historia del rock nacional al alcande de los dedos.
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Foto: Leonardo Vincenti / La Capital
Historia de fondo: Soda Stéreo es una leyenda que asomó en los albores de los 80 en el circuito underground porteño, más que nada en el mítico bar Einstein, y se erigió en un gigante del rock que pisó fuerte aquí, allá y en todas partes. Fue un sueño que muchos de los que vivieron con intensidad ésos días vuelven a soñar cada vez que cierran los ojos y escuchan su música. La muerte de Cerati fue un golpe al corazón para propios y extraños, y los sobrevivientes del grupo, Alberti y Zeta Bosio, lo entendieron mejor que nadie y crearon, junto al Cirque du Soleil, el tributo más grande que se pueda imaginar para la banda y, sobre todo, para su entrañable amigo y compañero de ruta.
Para que sepas: Anoche se hizo una función especial, una premiere, del show para invitados VIP, a la que fueron políticos, empresarios, rockeros, periodistas y esa nueva categorías de celebrities que cuesta tanto digerir pero que están ahí y no hay nada que hacerle, los influencers. Los que habían visto el show en Buenos Aires ratificaron lo que ya habían vivido y los que disfrutaron la experiencia por primera vez quedaron deslumbrados. Es un show del Cirque du Soleil, con las marcas indelebles de la compañía canadiense -acrobacias, destrezas asombrosas, sensibilidad, talento- pero también un recital de Soda, sin los músicos en escena, algo que se extraña y mucho, pero con su espíritu intacto.
Entrelíneas: "Séptimo día" triunfa porque los clásicos de Soda -como "Cuando pase el temblor", "Hombre al agua", "En la ciudad de la furia"- cobran una dimensión nueva e inesperada y es así porque el Cirque du Soleil, sus creadores y sus hacedores, captaron la esencia de la banda y también porque saben bien cómo hacerlo. No hay que olvidar que la compañía puso en escena la vida y obra nada más y nada menos que de Elvis Presley, Michael Jackson y los Beatles y, en el caso de los "fab four", lo hizo con la bendición de Paul McCartney, Ringo Starr y Yoko Ono, el resultado es "Love" que brilla en el hotel The Mirage en Las Vegas desde 2006.
Detrás de escena: El show funciona como un reloj suizo. Cada cosa a su tiempo y armoniosamente, como le gustaba al General. Y es así porque los 36 artistas que salen a escena saben lo que tienen que hacer y les gusta, tanto el circo como la música de Soda. Hay cuadros, como el que acompaña a "Sobredosis de TV", que son unipersonales, y otros, como el cierre, con "De música ligera" sonando a full, que reúnen a casi la totalidad de la compañía en un complejo juego de piruetas, saltos, cabriolas y equilibrios imposibles. El conjunto es un mecanismo sensible y delicioso.
Lo que importa: Esta es la única y última vez que Rosario va a poder disfrutar de "Séptimo día". Es la gira despedida del show y el hangar que se montó en el corazón del parque Independencia, estará ahí estos pocos días y después se irá para siempre. Los memoriosos recordarán el show, casi íntimo, que los Soda dieron en la Rural a mediados de los 80 -qué difícil es recordar las fechas, como dice Pettinatto: "El que vivió en serio los 80 no se los acuerda"- y evocarlos ahí mismo, ahora, en el nuevo milenio, es una bendición inesperada. "Signos", "Un millón de años luz" y el fogón de "Té para tres" son grandes momentos del show, pero también de un tiempo, una época, que valió la pensa ser vivida.
Alerta spoilers: Mucho se habló de "Séptimo día" cuando fue su estreno en Buenos Aires, hubo elogios que le hacían justicia y críticas que, después de ver el show, lucen cuanto menos antojadizas. Es una puesta que respeta la música y la estética de del megatrío Cerati+Zeta+Alberti y también la del Cirque. Tiene momentos sublimes y únicos -como el de los dibujos con arena de "Un millón de años luz"- y un dejo de nostalgia, pero ni un solo golpe bajo. El que crea que va a escuchar un "Grandes éxitos" con un cuerpo de baile en escena, se equivoca de acá a la China, "Séptimo día" es una experiencia en sí misma y se disfruta locamente aún cuando nunca se haya escuchado un disco de Soda. Imperdible.