En un libro que recién acaba de ser depositado sobre las mesas de novedades se difunden jugosas anécdotas de la campaña electoral que terminó consagrando a Alberto Fernández como el presidente de todos los argentinos. Parece que, en uno de los actos previos a la decisión de Cristina Kirchner de cederle el primer lugar de la fórmula al ex jefe de Gabinete de Néstor, coincidieron varios dirigentes de importancia en el justicialismo, entre ellos el propio Alberto y el Chivo Agustín Rossi. Preocupado por la fuerte personalidad de Rossi, antes de que comenzaran los “speech”, Alberto intentó bajar línea y le sugirió al hoy ministro de Defensa las ideas que debía profundizar y aquellas que era preciso, según su criterio, que evitara. Contaron testigos del diálogo que al Chivo no le gustó en lo más mínimo que le marcaran la cancha y reaccionó con cajas destempladas, sin ahorrar un par de expresiones fuertes para con el ahora jefe del Estado. Todo quedó ahí y más tarde Rossi pronunció un discurso acorde, al parecer, con los deseos de Alberto. Pero por un momento, y ante la dureza de las miradas que ambos se cruzaron, algunos llegaron a temer un final pugilístico. Ya lo saben muy bien quienes lo conocen de la política: el Chivo Rossi no es, precisamente, alguien fácil de arrear.